La Naturaleza nos sorprende cada instante con multitud de fenómenos que despiertan nuestra curiosidad. La Ciencia Nuestra de Cada Día es un espacio en el que Ángel Rodríguez Lozano nos incita a mirar a nuestro alrededor y descubrir fenómenos cotidianos que tienen explicación a la luz de la ciencia.
No hay razones para preocuparse, esos ruidos son naturales y los sufrimos todos en mayor o menor medida, especialmente, como bien dices, cuando se retrasa la hora de la comida. En medicina, que tienen palabras complicadas para todo, lo llaman “borborigmos”, una palabra que deriva del griego y que se aplica a algo que retumba o produce un ruido sordo.
Los ruidos se deben a las contracciones coordinadas de los intestinos y del estómago, siempre los hay, aunque lo normal es no llegar a oírlos. Es más, cuando un médico aplica su fonendoscopio sobre el abdomen de una persona y no oye nada, mala señal, probablemente esa persona tenga una parálisis o una obstrucción intestinal, así que ya saben, cuando las tripas suenan es porque nuestro aparato digestivo funciona. Ahora bien ¿por qué, a veces, esos ruidos se amplifican hasta el punto de sacarnos los colores de vergüenza?Podríamos decir que los ruidos estomacales vienen a ser el “lenguaje” con el que se expresa nuestro aparato digestivo. Y es natural que suene, porque el aparato digestivo empieza por la boca y acaba en el ano y, entre un punto y el otro, la comida tiene que recorrer nada menos que 11 metros. Cualquier instrumento musical de viento se basa en hacer pasar el aire por un tubo más o menos largo, yo, que estoy aprendiendo a tocar el trombón, consigo un sonido más intenso con un tubo más corto.
Cierto es que el tubo digestivo no es un trombón, por él no pasa aire solamente sino una mezcla de sólidos, líquidos y gases en distintas proporciones que forman una sustancia semifluida que, al pasar del estómago al intestino recibe el nombre de quilo. No es nada fácil hacer pasar algo por un tubo tan largo, máxime cuando la superficie interior es rugosa, de distintos diámetros y además está curvado con multitud de vueltas y revueltas. Si intentáramos diseñar algo así, seguro que quedaría obstruido al primer intento.
La naturaleza, sin embargo, resuelve ese problema todos los días. Para hacer avanzar los alimentos el tubo digestivo está en continuo movimiento, digamos que se contrae y se alarga como una enorme lombriz obligando a avanzar el contenido de su interior. Dado que lo que circula por dentro no es homogéneo del todo, hay restos de alimentos, líquidos y gases, ¡No vamos a pedirle que lo haga silenciosamente!
El ruido depende, como pueden imaginar, de lo que circula por el interior del tubo y no siempre circula lo mismo. Pongamos un ejemplo (el más habitual) si usted es una persona más o menos organizada, comerá habitualmente a la misma hora y su cuerpo lo tendrá todo preparado para añadirle a su comida el cóctel de saliva, jugos gástricos, jugos intestinales, bilis, etc, que irán transformando el alimento y preparándolo para extraerle los nutrientes. Al comer, los alimentos se mezclan con todo eso y recorren su camino produciendo ruidos apagados que, en condiciones normales, sólo pueden ser detectados con un fonendoscopio.
Imagine ahora que un día se retrasa la hora de comer. Su cuerpo no entiende de obligaciones ajenas a la digestión así que, a la hora habitual, prepara todo su arsenal de jugos digestivos. Sin embargo, la comida no llega. Los jugos caen entonces en el estómago vacío, se mezclan con el aire, el estómago se mueve para impulsar la mezcla y, como consecuencia, los sonidos aumentan y se amplifican como si todo el conjunto se convirtiera en un instrumento de viento. Al avanzar la mezcla de aire y jugos, movidos por las contracciones del estómago, retumban y pasan al intestino delgado donde el sonido se amplifica aún más. De nuestro abdomen emerge entonces un sonido sordo que a nosotros, debido a que la transmisión interna del sonido es mucho mejor, nos parece un trueno. Es el borborigmo.
Por supuesto, la situación varía de unos a otros, depende de la cantidad de gas que circule por el interior de su tracto digestivo, de las bebidas ingeridas y de otras circunstancias que pueden favorecer la secreción de jugos, como el estado de estrés o los problemas de salud que una persona pueda tener.
Lo normal es que los ruidos se deban al retraso a la hora de comer así que, si quiere evitarlos, tómese un aperitivo. Si, a pesar de todo, sus tripas suenan, no se aflija, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
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