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Ciencia Nuestra de cada Día

La Naturaleza nos sorprende cada instante con multitud de fenómenos que despiertan nuestra curiosidad. La Ciencia Nuestra de Cada Día es un espacio en el que Ángel Rodríguez Lozano nos incita a mirar a nuestro alrededor y descubrir fenómenos cotidianos que tienen explicación a la luz de la ciencia.

¿Por qué las mujeres tienen la piel más caliente que los hombres en verano?

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“No hay forma de ponerse de acuerdo, – se quejaba amargamente Félix, un amigo mío cuyo nombre he cambiado para evitarle problemas con su pareja- en invierno ella tiene siempre las manos frías y en verano, cuando más calor hace, tiene la piel ardiendo.”

Respecto a la primera parte de la queja ya hablamos en un capítulo pasado de La Ciencia Nuestra de Cada Día titulado ¿Por qué ella tiene las manos frías? Decíamos allí que las temperatura interna de las personas – y fíjense bien que recalco lo de “interna”- difieran poco (entre 36,5 y 37,5ºC). Sin embargo, no podemos decir lo mismo de aquellas zonas de nuestro cuerpo que están en la periferia, en contacto con el ambiente, nuestra piel por ejemplo. Si el ambiente es frío, pongamos 10ºC, habrá una enorme diferencia entre la temperatura del aire y nuestra temperatura interna (de 27ºC por término medio) . Lógicamente, el paso de una temperatura a otra no es brusco, se produce paulatinamente y por ello la piel en contacto con el aire estará más fría que el interior del cuerpo.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando la temperatura del ambiente exterior es muy alta, por encima incluso de la temperatura interna de nuestro cuerpo, pongamos 40ºC?, algo que conocemos muy bien los que hemos vivido en las tierras de Extremadura.

Conocemos un principio fundamental de la Termodinámica que viene a decir: el calor siempre va de un cuerpo más caliente a uno más frío. Así pues, en este caso, y con la Física en la mano, estaríamos sentenciados. Si no hubiera ningún mecanismo capaz de evitarlo, nuestros cuerpos subirían irremediablemente de temperatura y acabaríamos por morir de calor. Así sucede muchas veces cuando hablamos de “golpe de calor”.

Mecanismo regulador del calor corporal

Tranquilícense, también en este caso nuestro organismo se las apaña para evitar el aumento de la temperatura, aunque sea luchando contra corriente. El mecanismo salvador es la evaporación del sudor. Aunque, eso sí, a la hora de sudar, se ha descubierto que existen, por término medio, diferencias muy interesantes entre hombres y mujeres.

El calor no es algo material, no es un fluido real que se mueva de un lado a otro como defendían los antiguos. El calor es movimiento. Nuestros cuerpos y los que nos rodean están compuestos de átomos y moléculas que se mueven, vibran, giran y chocan unas con otras. Si una molécula con mayor energía de movimiento (más caliente) choca con otra más lenta ( más fría) le transmite parte de su energía ( le transmite el calor). Así pues, como el calor es movimiento transmitido, a la hora de eliminar el calor sobrante de nuestro cuerpo, un factor fundamental es el sudor.

El sudor es básicamente agua y el agua a temperatura ambiente es líquida, sus moléculas se mueven muy cerca unas de otras atraídas por fuerzas eléctricas; resbalan unas con otras, vibran, chocan, pero no tienen libertad para volar libre e independientes como sucede con las moléculas de un gas. Para que una molécula de agua escape del líquido necesita adquirir movimiento, como si le dieran una buena patada que la lanzara por los aires, como un balón. Dicho de otra manera, necesita energía para escapar.

Lógicamente, la energía que adquiere la molécula al escapar se la tiene que robar a las que quedan en el líquido y éstas se enfrían. Ése es el mecanismo refrigerador del sudor. Las glándulas sudoríparas empapan de sudor la piel, las moléculas de agua comienzan a escapar, a evaporarse, van robando calor y enfrían nuestra piel y nuestro cuerpo.

Cada vez que una molécula de agua del sudor escapa y se convierte en vapor absorbe una considerable cantidad de energía (un gramo de agua necesita 500 calorías para convertirse en vapor). Si el ambiente es muy caluroso, sudamos. Si la humedad del ambiente es baja y corre la más mínima brisa, las moléculas que se han convertido en vapor son arrastradas y otras nuevas se evaporan favoreciendo la pérdida de calor. Ésa es la razón por la que un poco de viento alivia en los días calurosos. Si la humedad es alta y no se mueve el aire, la evaporación es lenta, acabamos empapados de sudor y asfixiados de calor.

Tanto los hombres como las mujeres tenemos glándulas sudoríparas, entre 2 y cuatro millones repartidas por todo el cuerpo, ahora bien, según toda una serie de estudios científicos, algunas de cuyas referencias ponemos al final, no las utilizamos de igual manera. Dos aspectos fundamentales nos diferencian (siempre por término medio, por supuesto): Los hombres sudamos más, es decir, liberamos mayor cantidad de sudor, no porque tengamos más glándulas sino porque éstas producen más, a mayor sudoración, en condiciones adecuadas de humedad externa y ventilación, hay también mayor evaporación y por lo tanto nuestra piel se refresca más que la de la mujer.

Pero hay otro factor, más importante todavía. En nuestro cerebro se encuentra el centro regulador de la temperatura corporal, un verdadero termostato, llamado hipotálamo. Desde el hipotálamo parten las órdenes para combatir el frío o el calor, según convenga. Bien pues este termostato corporal se activa en la mujer a un temperatura ligeramente superior a la del hombre. De esta manera, el hombre suele empezar a sudar antes que la mujer y por lo tanto la piel baja antes su temperatura. Si en esos momentos nuestra compañera de fatigas nos toca, es probable que diga: ¡Uy, que fresquito estás! Y se acerque más a nosotros con su piel ardiente.

El sudor en exceso también tiene sus inconvenientes: olor, incomodidad, etc. Por esa razón hay quien dice: “El hombre suda y la mujer… transpira”.

REFERENCIAS

Sex differences in the effects of physical training on sweat gland responses during a graded exercise.


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