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Ciencia Nuestra de cada Día

La Naturaleza nos sorprende cada instante con multitud de fenómenos que despiertan nuestra curiosidad. La Ciencia Nuestra de Cada Día es un espacio en el que Ángel Rodríguez Lozano nos incita a mirar a nuestro alrededor y descubrir fenómenos cotidianos que tienen explicación a la luz de la ciencia.

¿Qué es el uranio empobrecido?

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Hasta hace muy poco tiempo, la palabra Uranio iba asociada a las centrales nucleares, bombas atómicas y lindezas por el estilo pero, como la inventiva humana no deja de sorprendernos, ahora tenemos un par de palabras más para quitarnos el sueño: Uranio Empobrecido. Este tipo de material saltó a la luz gracias a su utilización en la guerra y, para más demencia, no debe su fama a los destrozos que realiza su uso militar sino porque se asoció a ciertos problemas de salud que afectaron a las tropas que ganaron las contiendas. El Uranio empobrecido se empleó en 1990 en la Guerra del Golfo y, ya entonces, algunas informaciones lo relacionan con enfermedades que sufrieron los soldados que sirvieron allí, también se utilizó en la guerra de Bosnia, en Kósovo y, más recientemente, en la guerra de Libia contra Gadafi.

¿Qué es el Uranio empobrecido?. Pues, como su nombre indica, es… URANIO y el Uranio es un metal pesado que existe en la naturaleza en pequeñas proporciones, muy especialmente entre el granito. Así pues, llevamos conviviendo con él desde el principio de los tiempos. Es un metal muy denso, tanto, que un pedazo del tamaño de un tetrabrick, como los que se utilizan para envasar un litro de leche, pesa nada menos que 19 kilos. Si se vendiera en el supermercado en paquetes de seis, como la leche, un paquete tendría el peso de dos frigoríficos de tamaño medio, eso sí, ocupando el mismo volumen que la leche. Es esta alta densidad – y no la radiactividad – la que lo hace valioso para los amantes de las guerras. Por supuesto, otra propiedad del uranio es la radiactividad, aunque en el caso del uranio empobrecido tengamos que matizar mucho como veremos dentro de un momento.

Qué es un átomo radiactivo

Recordemos que un átomo radiactivo es aquél cuyo núcleo tiene la fea costumbre de reventar en pedazos que salen despedidos a grandes velocidades. Si ese “reventón” tiene lugar en el interior de nuestros cuerpos, los pedazos resultantes van destrozando las moléculas y tejidos que se encuentran en su camino. Así pues, la radiactividad es una propiedad poco recomendable que, en el caso del uranio, no afecta por igual a todos sus átomos porque los hay de varias clases, llamadas isótopos. Veamos por qué.

Todos los átomos tienen en su núcleo dos tipos de partículas: protones y neutrones. Los protones son los que identifican al átomo, por ejemplo, el átomo que tiene un único protón en el núcleo es el hidrógeno, en cambio, un átomo de hidrógeno puede contener uno, dos neutrones o ninguno, sin dejar de ser hidrógeno, en ese caso se habla de que existen distinto isótopos. Bien, pues un átomo de uranio tiene siempre 92 protones en su núcleo pero el número de neutrones puede variar.

Un tipo muy conocido es, por ejemplo, el Uranio 235, que contiene, además de los protones que lo identifica como uranio, 143 neutrones. Digo que es conocido porque es particularmente inestable y al reventar libera neutrones que pueden ser absorbidos por otros átomos de Uranio, que revientan a su vez, si la densidad de estos átomos es suficiente, unos van haciendo estallar a otros creando una reacción en cadena que, controlada es una fuente de energía como lo demuestran las centrales nucleares, pero descontrolada puede tener las terribles consecuencias de una bomba atómica.

Tan solo unos pocos kilos de Uranio 235 pueden liberar en una fracción de segundo megatones de energía, o, lo que es lo mismo, tanta energía como millones de toneladas de TNT. Como muestra de su poder Hiroshima es un ejemplo difícil de olvidar. La bomba atómica funciona porque se utiliza Uranio 235 prácticamente puro algo que, para suerte de todos nosotros, no existe en la naturaleza.

El uranio en estado natural

Cuando se extrae el uranio del mineral que lo contiene se obtiene una mezcla de átomos con distinta cantidad de neutrones en sus núcleos. De cada 1000 átomos obtenidos, sólo 7 son de Uranio 235, y la mayoría restante son de Uranio 238, que tiene tan sólo tres neutrones más en el núcleo pero ese exceso le da estabilidad, para suerte nuestra, y es muy difícil que un átomo de estos reviente – se desintegra decimos- espontáneamente.

Uranio enriquecido y uranio empobrecido

En las proporciones naturales el uranio no tiene gran peligro pero los seres humanos hemos aprendido a extraer una parte del uranio inservible para que lo que quede sea más rico en Uranio 235. Así nació el “uranio enriquecido”. Cuando la proporción de Uranio 235 supera el 3,5 por ciento ya puede ser utilizado en las centrales nucleares y si se purifica por encima del 95 por ciento, se puede hacer una bomba atómica. ¿Y cómo se aumenta esa proporción? Pues muy simple – que no fácil- extrayendo de ella sólo el uranio 238 pero dejando el otro. Ya he dicho que no es fácil el proceso de separación, menos mal, de hecho necesita instalaciones muy sofisticadas ¿Y qué sucede con el uranio extraído? Pues como es material de desecho, éste se acumula en las plantas de procesamiento como inservible porque tiene un contenido muy bajo de uranio 235 y, por eso, se le llama “URANIO EMPOBRECIDO”.

El Uranio empobrecido es débilmente radiactivo pero radiactivo, al fin y al cabo, por eso debe ser enterrado como desecho de las plantas de procesamiento del combustible nuclear. Se calcula que tan sólo en los Estados Unidos hay muchos millones de toneladas de esta incómoda basura. Pero, dado que se trata de un metal muy denso, a alguna mente despierta se le ocurrió que disparado a gran velocidad podría perforar con facilidad cualquier cosa, por ejemplo, la plancha de acero con la que se protegen las paredes de los carros blindados. Sabemos que una pelota de tenis a 200 km por hora no es mortal pero una bala del mismo peso y velocidad, como es más densa y ofrece muy poca superficie de contacto al chocar, penetra con facilidad en la carne. Así fue como el uranio empobrecido encontró una salida: la guerra. Su empleo planteaba algunos problemas pero no demasiados, al menos para las tropas amigas- al enemigo “ni agua”.

Construir munición antitanque con uranio empobrecido tiene algunos problemas, por supuesto, aunque no demasiados. El Uranio es débilmente radiactivo – recordemos que por mucho que se intente, aun contiene una pequeña proporción de uranio 235- así pues, cada vez que revienta un átomo, libera partículas que salen disparadas como proyectiles. Esas partículas pueden ser de tres clases llamadas alfa, beta y gamma.

Partículas alfa, beta y gamma.

Las partículas alfa son las más gordas y, por lo tanto, muy dañinas pero, a cambio, tienen poca capacidad de penetración. Si uno sujeta con las manos un pedazo de uranio empobrecido las partículas alfa serían detenidas por la piel. Las partículas beta son más pequeñas –son electrones- pero pueden ser detenidas por unos guantes y en cuanto a la radiación gamma, que es mucho más penetrante, se emite en poca cantidad y aumenta en poco la radiación natural absorbida por los soldados que manipulan la munición. Además, cuando se fabrica un proyectil de Uranio empobrecido, se coloca el uranio dentro de una carcasa metálica que es impenetrable para la radiación alfa y beta, así pues, su manipulación es segura.

Para el enemigo, como podéis imaginar, las cosas no son tan fáciles. Cuando el proyectil impacta contra un carro de combate se parte en esquirlas puntiagudas que, debido a su extrema densidad, abren un boquete en el más duro blindaje. El calor generado en el impacto hace que el uranio arda y se formen gases extremadamente calientes que, para colmo de males, son muy tóxicos. Los que hay en el interior del blindado mueren abrasados. Se calcula que un 70 por ciento del uranio del proyectil se vaporiza tras el impacto y se crea una nube de partículas que rellenan el interior del vehículo blindado y escapan al ambiente exterior. Las consecuencias a largo plazo son difíciles de determinar. Lo que sí está claro es que, en la guerra, nadie sale ganando.


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