La Naturaleza nos sorprende cada instante con multitud de fenómenos que despiertan nuestra curiosidad. La Ciencia Nuestra de Cada Día es un espacio en el que Ángel Rodríguez Lozano nos incita a mirar a nuestro alrededor y descubrir fenómenos cotidianos que tienen explicación a la luz de la ciencia.
La madrugada del 12 al 13 de agosto es ideal para disfrutar de un espectáculo astronómico excitante: la caza de estrellas fugaces. Aún recuerdo la expresión de asombro de mis hijas pequeñas la primera vez que salimos al campo de noche para observar la lluvia de estrellas de las Perseidas. Cada meteoro era celebrado con exclamaciones de entusiasmo que invariablemente precedían a un sinfín de preguntas.
¿Qué son las estrellas fugaces? ¿por qué se producen? ¿por qué hay hoy más que otros días? ¿de dónde vienen? Etc.
Desde entonces, cada año, en agosto, sin faltar uno, salvo aquellos en los que las nubes lo impidieron, salimos a cazar estrellas fugaces, y cada año, tengo que volver a contarles la historia.
¡Mira, papá, una estrella fugaz!
Casi al unísono con la exclamación, un rayo luminoso cruzaba el firmamento dejando una estela que se desvanecía rápidamente. Parece mentira que esa línea de luz sea producida por una pequeña mota de polvo, un granito diminuto, que choca con la atmósfera terrestre a velocidades increíbles, tan elevadas, que el roce con el aire lo calientan hasta alcanzar miles de grados, se desintegran y desaparecen.
Es el capítulo final de una larga y excitante vida que hoy vamos a repasar.
Esa mota de polvo convertida en estrella fugaz tiene una vida azarosa. Antes de comenzar su solitario deambular por el espacio interplanetario, perteneció a un cuerpo del tamaño de una enorme montaña de unos 26 kilómetros de ancho que los seres humanos han denominado con los nombres de sus descubridores 109P/Swift-Tuttle.
El cometa Swift-Tuttle es un cuerpo grande que sigue un órbita muy estirada alrededor del Sol, una elongada elipse que tarda 133,3 años en recorrer. Realmente se trata de un viaje alucinante que en unos momentos se aleja mucho más allá de Neptuno, a 51 veces la distancia que separa a la Tierra del Sol y luego cae poco a poco hacia el interior del Sistema Solar ganando velocidad hasta alcanzar la órbita terrestre. Así, cada 133,3 años nos visita y, según algunos, nos asusta con su cercanía porque, aunque la probabilidad sea muy pequeña, si llegara a chocar con nuestro planeta lo haría con tal furia que multiplicaría por 27 la destrucción generada por el asteroide que acabó con los dinosaurios.
Pero no debemos preocuparnos, según los cálculos más recientes, nada debemos temer, al menos en los próximos miles de años. No obstante, cuando se acerca a su punto más cercano al Sol, la cercanía a la órbita terrestre no pasa desapercibida en absoluto. Como sucede con la mayoría de los cometas, a medida que se aproxima a nuestra estrella, una parte de los hielos de su superficie se subliman y, en ocasiones, se producen bolsas de gas que estallan arrancando una nube de partículas que dispersan por el espacio generando la conocida coma cometaria. Esas partículas se mueven alrededor del Sol siguiendo órbitas muy cercanas a la del cometa de manera que forma una especie de donut de partículas en toda su trayectoria. A cada paso del cometa, una nueva nube de partículas es liberada y el espacio se enriquece con diminutos cristales de hielo, partículas de polvo y roca, cuyo tamaño, salvo escasísimas excepciones, apenas supera el de un grano de arena.
Cuando la Tierra, en su deambular alrededor del Sol, atraviesa esa nube de desechos cometarios, algunas partículas chocan con ella y penetran en la atmósfera a velocidades que superan los 60 kilómetros por segundo ofreciéndonos la oportunidad de verlas como estrellas fugaces.
A lo largo de la historia de la Tierra, el cometa Swift-Tuttle ha cruzado la órbita terrestre miles de veces y, a cada paso, ha dejado su legado de polvo cometario. A medida que pasa el tiempo, la nube se va expandiendo de manera que cuanto más antigua es la estela dejada atrás, más amplia y tenue se vuelve. El cometa va y vuelve y cada órbita no pasa exactamente por el mismo lugar, las fuerzas gravitatorias de los planetas desvían ligeramente su paso y las estelas no coinciden exactamente, hay pequeñas diferencias en el camino. La última vez que el cometa nos visitó fue en 1992, esa es la traza más reciente y, por lo tanto, la que es más densa en partículas. Ahora el cometa se encuentra más allá de Neptuno y no volverá hasta el año 2126, quizás nuestros biznietos logren verlo regresar.
Es curioso el juego cósmico que siguen los planetas y los cometas. Sus órbitas siguen caminos concretos y, si son lo suficientemente estables, siempre se cruzan en aproximadamente el mismo lugar. La Tierra se encuentra con los restos del cometa siempre en el mismo momento del año. Así, nuestro planeta pasa por los lugares más densos de las estelas dejadas por el cometa Swift-Tuttle, entre el 11 y el 13 de agosto, entonces es cuando aumenta el número de choques y hablamos de la lluvia de estrellas de las Perseidas. Hay más cometas que proporcionan lluvias de estrellas. Así, la Tierra cruza por las estelas que deja el cometa Tempel-Tuttle, entre el 15 y el 21 de noviembre y hablamos de la lluvia de estrellas de las Leónidas. Al cabo del año, se producen distintas lluvias más o menos vistosas que reciben nombres como las Cuadrántidas, a primeros de enero, las Líridas, en abril, las Gemínidas en diciembre, etc.
La cantidad de estrellas fugaces que vemos depende de muchos factores. Todo depende de la cantidad de partículas que la Tierra encuentre a su paso por la estela del cometa. Es una cuestión de puntería. Si la estela dejada atrás por el cometa es reciente y la Tierra la atraviesa de lleno, el espectáculo puede ser maravilloso. Entonces no hablamos de lluvia sino de “Tormenta de estrellas” El caso más espectacular que se recuerda sucedió el 13 de noviembre de 1833. Aquel día, el mundo fue testigo de un espectáculo sin precedentes, durante algunas horas el cielo se convirtió en un impresionante castillo de fuegos artificiales, se calcula que cayeron entre 100.000 y 200.000 meteoros en una hora. El cometa acababa de pasar y la Tierra barrió literalmente el espacio del polvo dejado por él. Fueron las Leónidas más sonadas.
Ese es un caso excepcional, lo normal es que la Tierra atraviese la estela dejada por el comenta años atrás, cuando la nube se ha dispersado mucho. Aún así, suele ser un espectáculo digno de disfrutar.
Un factor que influye en la cantidad de estrellas fugaces visibles es la contaminación lumínica que exista en el ambiente cercano al observador. La presencia de nubes y polvo atmosférico en suspensión y la contaminación lumínica provocada por fuentes artificiales de luz obviamente perjudicarán la observación, razón por la que conviene escoger lugares alejados de los grandes centros urbanos.
Otro factor importante es la luz que desprende la Luna. Muchas estrellas fugaces son producidas por partículas muy pequeñas que, por lo tanto, dejan estelas poco brillantes, si la Luna está en una fase muy iluminada, cercana a la Luna Llena, no las podremos ver. Este año estamos de suerte. Nuestro satélite nos va a ayudar porque se encuentra en fase de Luna nueva, es decir, no la veremos y por lo tanto su luz no impedirá las observaciones.
¿Cuándo y cómo debemos escoger el mejor momento para ver las Perseidas?
Como he dicho, los sucesivos pasos del comenta ha ido sembrando el espacio de partículas cuyo rastro está muy extendido, así que prácticamente se pueden observar perseidas durante varias semanas, pero el momento culminante estará en la noche del 11 al 12 de agosto y, según dicen los expertos, mejor aún durante la noche del 12 al 13 de agosto.
¿Dónde mirar?
Cualquier lugar del cielo puede ser cruzado por una estrella fugaz, así pues, abrid bien los ojos y procurad abarcar el mayor firmamento posible. La Perseidas reciben el nombre porque sus estelas, cuando se prolongan imaginariamente, parecen unirse en un único punto del firmamento situado en la constelación de Perseo. Sin embargo, eso no significa que haya que mirar a Perseo para verlas, pueden aparecer en cualquier lugar del firmamento. Equivale a ponernos en medio de una autopista con muchísimos carriles. Observaremos que todos los coches parecen venir de un punto lejano común, pero en cualquier momento vemos coches al frente, pasando a los lados y hacia atrás. Sus trayectorias parecen venir del mismo punto, pero una fotografía aérea tomada sobre nuestras cabezas captura coches a todo nuestro alrededor, en cada momento. Así sucede con las estrellas fugaces, pueden pasar por cualquier lugar del firmamento.
Y, una última recomendación. Mirar al firmamento nocturno es siempre un ejercicio apasionante. Entre estrella fugaz y estrella fugaz, aprovechad para estudiar el cielo, las constelaciones y los planetas. En estos momentos, de Oeste a Este, se pueden observar Venus, Júpiter, Saturno y Marte. Para identificarlos os recomiendo bajar en el móvil alguna aplicación que muestre el mapa estelar. Yo utilizo SkyPortal, una aplicación gratuita que nos ofrece información muy interesante de todo lo que brilla encima de nuestras cabezas. Ánimo y disfrutad del espectáculo.
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