Desde la atalaya tranquila de nuestro planeta templado y acogedor, José María Campos Cánovas y Daniel Iván Reyes nos invitan a un viaje fascinante. En su compañía observaremos los fenómenos más extraordinarios del Cosmos: visitaremos las estrellas más masivas, los cuerpos más veloces, los lugares más fríos o calientes y los mundos más extraordinarios y diminutos. Ante nuestros frágiles ojos se abre un Universo que bate todos los récords.
Recientemente hemos atravesado la época de exámenes para todos los niveles educativos. En mi caso, y en pleno trabajo de repaso, un alumno vino a quejarse amargamente sobre lo que él consideraba una injusticia, y lo hizo utilizando estas palabras: “profesor, la materia que entra para el examen de matemáticas es inabarcable…” Por unos segundos me quedé sumido en mis propios pensamientos. Al instante volví a la realidad que me rodeaba y, tras unas certeras palabras de ánimo y consuelo hacia mi alumno, volvimos al trabajo de clase.
Esa misma noche, y después de corregir los exámenes de matemáticas, retomé mis pensamientos sobre la expresión de mi alumno. ¿Qué podía ser materia inabarcable?
Me propuse encontrar una aglomeración de materia lo suficientemente grande y con entidad propia que fuera imposible de abarcar para la mente humana, o por lo menos para la mía.
Comencé por nuestro planeta, La Tierra, con sus casi 6.000 trillones de toneladas, o lo que es lo mismo, un 6 seguido de 21 ceros. Pero al poco, y cuando pude a duras penas concienciarme de lo que significa esta cifra, no me pareció tan “inabarcable”.
Entonces pensé en un cuerpo más grande, nuestra estrella, El Sol, con una masa material de 2.000 cuatrillones de toneladas, escrito como un 2 seguido de 27 ceros, y que es la misma cantidad de materia que algo más de 300.000 planetas Tierra. Esto ya empezaba ciertamente a alejarse de mi comprensión aunque todavía no me conformaba porque recordé las enormes nubes de gas y polvo en las que se forman nuevas estrellas incluyendo sus nuevos planetas también.
Pero ya en el siguiente nivel sí que me di por contento. Se trata de una aglomeración de materia de la cual formamos parte y que normalmente siempre pasa desapercibida. Me refiero, claro está, a la galaxia de la cual formamos parte, la Vía Láctea. Aquí se cumplían mis exigencias iniciales: una aglomeración de materia con entidad propia que sea inabarcable.
Comencemos por su forma y dimensiones. Nuestra galaxia tiene una forma de disco que gira en torno a su centro, arrastrando con ello a toda la materia que la forma. Imaginemos por ejemplo un disco de música, pero con una distribución en espiral parecida a la hélice de algunos submarinos. Pero lo sorprendente es el tamaño. Si encendiésemos un foco láser en un extremo, el rayo producido tardaría en llegar al extremo opuesto nada más y nada menos que 100.000 años. Y ya sabemos que la luz viaja a mucha velocidad. Otra comparación. Si tuviésemos una nave que pudiera viajar tan rápido como la luz y hubiera comenzado su viaje en el año 1 de nuestra era, ahora mismo, 2.000 años después, sólo habría recorrido un ridículo 2% de su viaje. Dicho de otra manera, si la galaxia midiera 1 kilómetro, la nave sólo habría recorrido 20 metros por lo que todavía le quedarían por recorrer 980 para terminar.
Nuestro sistema solar completo, como forma parte de esa titánica espiral, es arrastrado, lógicamente en torno al centro recorriendo una circunferencia inimaginablemente grande a una velocidad de 270 km por segundo. Si nos paramos a pensarlo por un momento nos damos cuenta de que, por ejemplo, un fórmula 1 recorre esa distancia también, pero en una hora mientras que nuestro sistema solar lo hace en un segundo. Y para dar una vuelta completa y situarse de nuevo en la misma posición tarda la friolera de 225 millones de años. Si lo pensamos, desde que nacieron el Sol y todos los planetas, sólo han podido dar 20 vueltas en la espiral.
Ahora nos centraremos en la increíble cantidad de estrellas que la forman. Actualmente los estudios demuestran que podría contener entre 200.000 millones y 400.000 millones de estrellas, por lo que tomaremos una cantidad central de 300.000 millones de estrellas, escrito como un 3 seguido de 11 ceros. Esta cantidad es tan colosal que vamos a necesitar comparaciones que nos ayuden a comprenderla. Todos conocemos las canicas de vidrio con las que solíamos jugar de pequeños. Esas curiosas bolitas de, digamos, un centímetro y medio de diámetro. Algún que otro bolsillo rompí yo por el peso de las que llevaba para jugar con mis amigos. Ahora imaginemos la misma cantidad de estrellas de nuestra Vía Láctea, pero en canicas. 300.000 millones de canicas. Para guardarlas todas en una caja, esta caja tendría que medir 100m de largo, por 100m de ancho y 100m de altura, toda llena de canicas. Y para transportarlas de un lugar a otro utilizando camiones grandes, harían falta 40.000 camiones, que en fila india formarían una línea de 750 km de longitud. Entre todas esas canicas habría una que representaría nuestro Sol.
En las anteriores comparaciones sólo hemos tenido en cuenta las estrellas, no así las inmensas nubes de gas y polvo y otros cuerpos como púlsares, planetas, cometas, meteoros, agujeros negros, etc.
¿A que, bien mirada, nuestra Vía Láctea sí que es verdaderamente “materia inabarcable”?
Referencias:
¿Cuánta agua hay?
Tierra
Sol
Universo básico
Vía Láctea
Masa solar
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