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Ciencia EXtrema

Desde la atalaya tranquila de nuestro planeta templado y acogedor, José María Campos Cánovas y Daniel Iván Reyes nos invitan a un viaje fascinante. En su compañía observaremos los fenómenos más extraordinarios del Cosmos: visitaremos las estrellas más masivas, los cuerpos más veloces, los lugares más fríos o calientes y los mundos más extraordinarios y diminutos. Ante nuestros frágiles ojos se abre un Universo que bate todos los récords.

La bóveda del fin del mundo

La bóveda del Fin del Mundo - Ciencia Extrema Podcast - CienciaEs.com

Primavera del año 2077

Fui dejado en esta bóveda subterránea, que funge como un enorme banco de semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo. Mi misión es diseminarlas diez años después del holocausto nuclear. No sé cuantos humanos sobreviven. Pero tal y como nos advirtieron, ninguna especie vegetal sobrevivió, ya que irremediablemente usamos todo nuestro armamento nuclear para repeler la invasión de esos abusivos extraterrestres que pretendían aniquilarnos. Se intentó negociar con ellos, pero nada funcionó. La guerra comenzó y casi todos los miembros de nuestra especie y de la de ellos, fueron exterminados. Supongo que no esperaban que fuéramos tan tontos como para tener armas de destrucción masiva, pero las teníamos.
Esta bóveda es mi casa desde hace diez años, se encuentra enclavada en un extremo del planeta, solían llamarle la Bóveda del fin del mundo, pues es capaz de resistir impactos de bombas nucleares, terremotos y demás fenómenos naturales igualmente destructivos.

No sé cómo es que he sobrevivido en soledad todo este tiempo; me siento como una planta sembrada en una maceta, que se mantiene viva a cuenta gotas, que guarda energías sólo esperando el momento de ser trasplantada para convertirse en un gran árbol robusto de copa amplia. En ocasiones, imagino que puedo escuchar el fuerte viento, el mover de ramas y hojas de árboles que lógicamente ya no existen. Mi única compañía ha sido las miles de semillas que me rodean. En tres días más debo salir y sembrarlas. Qué ironía, ¡Ahora tres días me parecen una eternidad! En este lugar, durante este destierro, trato de contactar con sobrevivientes pero la ionización de la atmósfera provocada por las bombas atómicas interfiere con la señal de radio. Nadie responde. Tan solo setenta y dos horas y las semillas estarán listas para salir de la crío conservación. Desde hace semanas, elevo la temperatura de las semillas en 0.1º C por día, para evitar que se dañen. Mientras tanto, intento captar una señal de radio pero ha sido en vano. Escucho, transmito y cambio de frecuencia en busca de alguna transmisión humana y nada. Hace dos años capté una señal, justo cuando su emisor se despedía y decía que cambiaría a una banda recién citada, aquella a la cual se refirió segundos antes de que yo sintonizara su transmisión. Así que, no oí cuál era; y nunca más lo escuché de nuevo. Moví el dial treinta horas continuas, buscando esa transmisión hasta que el sueño me venció y me dormí. Desde entonces, cuando no estoy cuidando las semillas, estoy en la radio. Y al dormir, trasmito una horrible canción que guardaba en mi equipo. Hasta que dejó de funcionar. Mis esperanzas de que alguien reciba mi señal mientras duermo se esfumaron.

Mañana del 2 de octubre de 20177

-¿Alguien escucha? Trasmito desde… (Estática). -¡Trasmitiré nuevamente en tres horas!…..cambio. (Estática).
Sucedió mientras aún dormía. Desperté con una sonrisa que pronto me reproché, por creer que lo había soñado. Me tomó unos segundos comprender que era real. ¡Alguien transmitía en esa frecuencia!… y luego se marchó. En tres horas lo hará de nuevo, debo estar atento.
Mientras tanto, la alarma que anuncia el fin del proceso de aclimatación térmica de las semillas, anuncia que el proceso ha finalizado.
Me incorporé, luego un suspiro salió de mi boca, como exhalando vida, debía también repasar cada procedimiento a realizar antes de iniciar el ascenso. Y fue justo en ese momento que recordé a mi madre diciéndome:
-¡Ya está listo tu desayuno hijo! No olvides regar tu planta antes de irte a la escuela, éste proyecto debe salirte bien, recuerda lo que te pasó con los tomates; esfuérzate hijo, te amo, nos vemos en la tarde. Solía ser un chico despistado, con grandes ideas, con proyectos en mente, con múltiples ocupaciones, con energía que se desbordaba alrededor, misma que, generalmente, contagiaba a quien me rodeaba; a mi lado nadie permanecía quieto; para los maestros era el alumno incómodo, pero para mis compañeros de escuela alguien atractivo, un verdadero ejemplo a seguir. Después de dejar todo en orden fui en busca de mi traje. Ni siquiera pensé en la posibilidad de que no pudiera quedarme, pues el día en que me medí esta indumentaria, necesaria para protegerme de posibles agentes químicos, biológicos y radiactivos que aún pudieran encontrarse en la superficie, pesaba diez kilos más. Mi forma austera de vida había hecho estragos en mi cuerpo, a pesar de que me había esforzado por ejercitarme, pero aunque lo hubiera deseado, los víveres de los cuales me proveyeron no eran suficientes.
Inmediatamente después desactivé la puerta principal. Era hora de continuar con la segunda fase de mi misión. Ahora debía de llevar las semillas a la superficie.

En la superficie, junto al banco de semillas

-¡Busco sobrevivientes! ¿Alguien escucha?
Un sobresalto me invade y a toda velocidad corro hacia la radio.
-¡Hola! Te escucho.
-Busco sobrevivientes. ¿Alguien escucha?
-¡Si! Aquí estoy. Puedo oírte. ¡Adelante!
Cambiaré a la banda de 27.3 MHz.
-Busco sobrevivientes. ¿Alguien escucha?
-Te copio. ¡Adelante! Una eterna estática de cuatro segundos se oye.
-Voz humana confirmada. Iniciando geolocalización. Por favor trasmita durante diez segundos. Localizaré su ubicación y enviaré ayuda. Extrañado y confundido advierto que ¡se trata de una máquina!
-Debo hablar con un humano. Dije rápidamente.
-Por favor trasmita durante diez segundos. Lo ubicaré y enviaré ayuda. Un brote de adrenalina recorrió todo mi cuerpo. Me dije a mí mismo que esto no estaba bien. Algo andaba mal. Deben ser esos extraterrestres. No puedo arriesgar mi misión revelando mi ubicación. Primero debo esparcir las semillas. ¡He sobrevivido sólo para esto! La radio seguía pidiendo mi ubicación con voz de niño suplicante. Luego con voz de una mujer. Todas provenientes de un procesador de voz. No había tiempo que perder. Activé el sistema y cientos de cajas con semillas fueron enviados a la superficie. Luego subí el resto de mi equipo de supervivencia y las herramientas necesarias para la siembra. Rápidamente abrí las cajas. Desconocía quién estaba detrás de esas voces programadas, pero supuse que debía ser el enemigo. Si localizan mi ubicación intentarán eliminarme. De eso estaba seguro.

Tercera fase de la Misión.

Ahora mi corazón latía como el de un caballo en plena carrera. Recordé esa sensación de correr y alcanzar la meta. Antes de enlistarme en este proyecto yo solía ser un corredor de mediana experiencia, participaba en competencias, ganaba medallas, entrenaba con regularidad hasta que la guerra terminó con todo ello.
El manual indicaba que debía encender un equipo especial dispuesto ya en la superficie. Lo hice y emitió una grabación especial con un sonido muy potente. Esto último le dio al enemigo sus valiosos diez segundos que tanto necesitaba para triangular mi ubicación. Intenté detenerlo pero me fue imposible. En horas llegarán aquí, debía darme prisa. Con esta última señal sonora que trasmití, miles de aves fueron atraídas. Se escuchaba el fuerte aleteo proveniente de los cuatro puntos cardinales. El cielo se vio nublado con miles de aves atraídas por mi transmisión como si esta fuera un canto que los invitaba a venir. Llegaron e instintivamente fueron directo a las cajas con las semillas, era inevitable, comenzaron a devorarlas.

Sí, las aves devoraron todas las semillas. Luego, llegaron aquellos cuya presencia presentía y tan pronto me ubicaron, una de sus naves apuntó directo hacia mí con una de sus armas. Levanté ambas manos, pero no como señal de rendición, sino de absoluta victoria y sonreí…
Una bala ha sido disparada. Viene directo hacia mí mientras sonrío. Sonrío porque mi misión ha sido completada. Las aves han comido las valiosas semillas.
Ahora completarán su última fase de incubación. Las aves lo harán en su interior, tras hidratarlas y fertilizarlas en su intestino las expulsarían tal y como las comieron, sin daño alguno.
El perturbador sonido del disparo ahuyenta las aves al mismo tiempo que mi cuerpo cae sin vida. Yo caigo, ellas vuelan. Yo termino mi misión, ellas comienzan la suya. Esparcir las semillas por todo el mundo.
Tras eliminarme y comprobar que no había más humanos vivos, los extraterrestres se marchan del planeta, suponiendo que la aniquilación total de la especie humana había sido completada y las semillas jamás podrían ser sembradas.
Tres semanas después de todo esto, la vida se abre paso una vez más. Era lo menos que podía hacer por este planeta. Era mi misión… Si aún hay humanos supervivientes que escuchan esta transmisión, aprendan la lección.

Referencia:
La Bóveda Global de Semillas de Svalbard


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