La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
El brontoterio era un mamífero ungulado semejante al rinoceronte que vivió en los bosques que cubrían las llanuras del centro de los Estados Unidos a finales del Eoceno, hace 35 millones de años. Con dos metros y medio de altura, cinco de longitud y dos toneladas de peso, su tamaño era intermedio entre el del elefante y el del rinoceronte.
La cabeza y el cerebro eran pequeños, pero los huesos frontal y nasal se prolongaban en el extremo del hocico en un cuerno con forma de "Y" con los extremos redondeados. El cuello era grueso y muy musculoso. Los brontoterios vivían en mandadas; los machos, con los cuernos más grandes, se enfrentaban probablemente en combates de topetazos, como los ciervos.
En la época de los brontoterios, la actividad volcánica en las vecinas Montañas Rocosas era intensa. De cuando en cuando, una erupción sepultaba en ceniza manadas enteras de brontoterios. Así, sus huesos fósiles son bastante abundantes. Los indios sioux, que vivían en Dakota del Sur y Nebraska, asociaban sus huesos con los caballos mitológicos que galopan por las nubes y producen las tormentas; de ahí nació su nombre: "brontoterio" significa "bestia del trueno".
Los brontoterios, con su enorme tamaño, no tenían nada que temer de los depredadores. Sin embargo, cuando, a principios del Oligoceno, el clima se hizo más seco y los bosques fueron sustituidos por praderas, los brontoterios se extinguieron; sus dientes, adecuados para masticar brotes y hojas tiernas, no eran apropiados para la vegetación más dura, como la hierba. Unos parientes cercanos, los caballos y los rinocerontes, los sustituyeron.
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