La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En enero de 1983, William J. Walker, un buscador de fósiles aficionado, encontró una enorme uña que sobresalía de un pozo de arcilla en Surrey, en el sureste de Inglaterra. Al excavar, aparecieron también huesos de dinosaurio. Consciente de la importancia del descubrimiento, informó a los paleontólogos Alan J. Charig y Angela C. Milner, del Museo Británico de Historia Natural. Las excavaciones dieron como fruto un esqueleto casi completo de un nuevo dinosaurio, que fue descrito en 1986 y bautizado en honor de su descubridor con el nombre de Baryonyx walkeri ("Uña pesada de Walker"). Se trataba de un dinosaurio carnívoro de ocho metros de longitud y dos toneladas de peso, aunque ciertas características del esqueleto indican que aún no había alcanzado su tamaño máximo.
Ese mismo año, en España, en la localidad riojana de Igea, se encontró un fragmento de mandíbula de la misma especie, pero no fue descrito hasta 1995. Posteriormente, también han aparecido dientes y parte de un cráneo de Baryonyx en Salas de los Infantes, en la provincia de Burgos, y muchas de las huellas fósiles halladas en La Rioja y Teruel se atribuyen a Baryonyx o a un pariente próximo. En la isla de Wight, al sur de Inglaterra, se han descubierto un antebrazo y una uña.
Ya a principios del siglo XIX se habían encontrado dientes de Baryonyx en Surrey, pero se habían identificado erróneamente como pertenecientes a un cocodrilo. Lo mismo sucedió con otros dientes y fragmentos de mandíbula encontrados en Portugal a finales del siglo XIX.
Baryonyx es un dinosaurio carnívoro de la familia de los espinosáuridos. Vivió en Europa Occidental a principios del periodo Cretácico, hace entre 130 y 125 millones de años. Su cuerpo es el típico de un dinosaurio carnívoro, aunque el cuello y las patas delanteras son especialmente robustos, y el primer dedo de la mano termina en una enorme uña curvada en forma de hoz de 30 centímetros de longitud. Pero su cabeza es distinta: Las mandíbulas son largas y estrechas, semejantes a las del gavial, un cocodrilo piscívoro de la India, y tenían 96 dientes, el doble que sus parientes. En la mandíbula inferior hay 64 dientes cónicos, mientras que en la superior, posiblemente adornada con una pequeña cresta, se insertan 32 dientes más largos. La mandíbula se ensancha en su extremo, como una espátula, con la parte superior doblada de la misma manera que en los cocodrilos, lo que ayuda a evitar que una presa escurridiza, como un pez, se escape.
Las características de la mandíbula indican que Baryonyx era un dinosaurio piscívoro: se alimentaba de peces. El descubrimiento de escamas del pez Lepidotes atacadas por ácidos gástricos en la región estomacal del Baryonyx fósil de Inglaterra confirma esa idea. Además, se han encontrado junto a las escamas fragmentos de huesos del dinosaurio herbívoro Iguanodon. Las largas y estrechas mandíbulas de Baryonyx son demasiado frágiles para cazar presas tan grandes, así que es probable que este dinosaurio completase su dieta con carroña.
Algunos paleontólogos consideran que Suchomimus tenerensis, otro espinosáurido de once a doce metros de longitud descubierto en el desierto del Teneré, en Níger, en 1998, puede ser simplemente un ejemplar más grande de Baryonyx.
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