La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Tanystropheus es un reptil fósil que vivió hace 240 millones de años, en el Triásico medio. Pertenece al extinto grupo de los prolacertiformes, y aunque por su aspecto general era semejante a los lagartos actuales, estaba más emparentado con los cocodrilos y con los dinosaurios.
La característica más llamativa de Tanystropheus era su cuello. El cuello de Tanystropheus medía tres metros, la mitad de la longitud total del animal, y sin embargo estaba formado por sólo doce largas vértebras, que además estaban unidas unas a otras mediante costillas cervicales. Era un cuello muy rígido, que se mantenía en posición horizontal y tenía muy poca movilidad.
Tanystropheus vivía en las costas de un mar interior llamado mar de Tetis, que ocupaba lo que hoy es el sur de Europa. Se han encontrado sus huesos en Inglaterra, Alemania, Suiza, Italia e Israel. Con su hocico estrecho y sus dientes largos y afilados, Tanystropheus era un pescador, pero raramente se aventuraba en el agua. Desde la orilla, utilizaba su larguísimo cuello como una caña de pescar: : con el cuello situado horizontalmente sobre la superficie del agua, esperaba a que algún pez o cefalópodo se pusiera a su alcance; en ese momento, lanzaba la cabeza hacia abajo y lo atrapaba con sus afilados dientes.
Otra característica curiosa de Tanystropheus eran sus cuartos traseros. Las patas traseras y la base de la cola tenían unos enormes músculos que le servían como contrapeso del cuello, para mantener el equilibrio. Pero, además, algunos ejemplares tenían en la base de la cola unos grandes huesos cuya función se desconoce. Si los individuos con esos huesos eran los machos, podía tratarse de un órgano copulatorio, aunque son demasiado grandes y complejos comparados con los que poseen algunos lagartos, casi tan grandes como la pelvis. Por el contrario, si se trataba de las hembras, los huesos podían ser el soporte de una bolsa como la de los marsupiales, donde transportaban los huevos hasta que eclosionaban. No se sabe.
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