La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En 1909, la paleontóloga británica Dorothea Bate descubrió en la isla de Mallorca los restos fósiles de una cabra enana, a la que bautizó con el nombre de Myotragus balearicus (cabra-ratón balear). Se trata de un animal de sólo cincuenta centímetros de alzada y entre doce y quince kilos de peso, con la cabeza pequeña, el hocico corto y dos cuernos cortos y rectos. Es un ejemplo del fenómeno denominado enanismo insular, por el que los animales grandes disminuyen de tamaño para adaptarse a la limitación de recursos de las islas.
Los antepasados de este animal, más próximos a las ovejas que a las auténticas cabras, habían llegado a Mallorca hace unos cinco millones y medio de años, cuando el estrecho de Gibraltar se cerró y el mar Mediterráneo se secó y quedó reducido a unos pocos lagos salados. Cuando el Mediterráneo volvió a llenarse, estos animales quedaron aislados. A lo largo del tiempo, las praderas subtropicales donde pastaban fueron sustituidas por una vegetación arbustiva más seca, y la cabra balear tuvo que adaptarse al ramoneo. Del estudio de los pólenes presentes en sus excrementos fósiles, se ha determinado que la base de la dieta de la cabra balear era el boj balear, una planta tóxica para los demás herbívoros. Además, se ha descubierto que los huesos de este rumiante presentan anillos de crecimiento similares a los de los reptiles, un caso único entre los mamíferos. Esto significa que el crecimiento de la cabra balear no era constante, sino que pasaba por fases más o menos lentas, e incluso llegaba a detenerse. Así, a pesar de su pequeño tamaño, su metabolismo era muy lento, y tardaba unos doce años en alcanzar la madurez.
Hace unos dos millones y medio de años, con el descenso del nivel del mar provocado por las glaciaciones, la cabra enana balear colonizó Menorca, lo que provocó la extinción de una especie de conejo gigante, de hasta 20 kilos de peso, endémico de aquella isla.
Hacia el año 2.500 a.C., cuando los primeros seres humanos llegaron a la isla de Mallorca, los animales autóctonos, entre los que se contaban, además de la cabra, lirones, musarañas y lechuzas gigantes, no pudieron adaptarse a las alteraciones que el hombre introdujo en el ecosistema, y se extinguieron.
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