La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En los años 20 del pasado siglo, una serie de expediciones del Museo Americano de Historia Natural, dirigidas por el paleontólogo Roy Chapman Andrews, descubrieron en el desierto de Gobi (Mongolia) los primeros huevos de dinosaurio, que se atribuyeron a Protoceratops, el dinosaurio más abundante en el yacimiento. Así, cuando en 1924 George Olsen descubrió el esqueleto parcial de una nueva especie de dinosaurio que había quedado sepultado junto a uno de esos nidos por una tormenta de arena, se supuso que el animal había asaltado el nido para alimentarse de los huevos.
El año siguiente, Henry Fairfield Osborn bautizó a la nueva especie con el nombre de oviraptor (“ladrón de huevos”). Pero en la década de los 80 se descubrieron más nidos, y en uno de ellos había un oviraptor sentado, en actitud de incubar; además, en los años noventa se descubrió un embrión de oviraptor en uno de los huevos, lo que acabó por demostrar que el apelativo de “ladrón de huevos” era inmerecido o, al menos prematuro. Porque no se sabe con seguridad de que se alimenta el oviraptor.
Su fuerte pico parece especializado en romper nueces, huesos, crustáceos o moluscos, pero también se han encontrado en sus nidos y en el interior de los esqueletos huesos de lagarto y de una cría de velociraptor.
El oviraptor vivió a finales del Cretácico, hace unos 80 millones de años. Medía dos metros y medio de longitud y 1,70 de altura, y pesaba entre 35 y 40 kilos. Su anatomía tiene muchos puntos en común con la de las aves: estaba cubierto de plumas, tenía las clavículas robustas y fusionadas, la caja torácica rígida y pico en lugar de dientes.
Las hembras de las aves, al igual que las de algunos dinosaurios, tienen un tipo especial de tejido óseo que les sirve de reserva de calcio para construir los huevos. De la ausencia de este tejido en los fósiles de oviraptor y de otras especies próximas que se han encontrado incubando huevos, se deduce que en todos los casos se trataba de machos.
Además, comparando la relación entre el número de huevos de la nidada y el tamaño del animal adulto con la misma medida en diferentes especies de aves y reptiles actuales, cuyo comportamiento de nidificación se conoce, se infiere que el oviraptor era un animal polígamo; un solo macho incubaba en su nido la puesta de varias hembras. Éstas dedicaban su tiempo a alimentarse, ya que la producción de los huevos, de tamaño relativamente grande, requería una gran cantidad de nutrientes.
Vídeo de la Exposición Dinosaurios. Tesoros del desierto de Gobi en Cosmocaixa Madrid
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