La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En 1871, en una excavación de huesos de moa en la ciénaga de Glenmark, en la región de Canterbury, en la isla Sur de Nueva Zelanda, aparecieron los restos de un águila enorme, desconocida para la ciencia. El año siguiente, el doctor Julius von Haast, primer director del Museo de Canterbury, publicó la descripción de la nueva especie, a la que bautizó con el nombre de Harpagornis moorei (“Ave garfio de Moore”, en honor de George Moore, propietario del lugar). El águila de Haast es la mayor águila que conocemos, con un peso de quince kilos y una envergadura de hasta tres metros.
Un reciente estudio ha utilizado la tomografía de rayos X para reconstruir el tamaño del cerebro, los ojos, los oídos y la médula espinal del águila de Haast. Comparando estos valores con los de aves de presa y carroñeras modernas, han llegado a la conclusión de que el águila de Haast era un depredador activo. Entre sus presas se contaban las aves no voladoras que poblaban antaño Nueva Zelanda, desde los pequeños kiwis hasta las enormes moas de más de doscientos kilos de peso.
El estudio del ADN extraído de los fósiles del águila de Haast ha propiciado un descubrimiento sorprendente. Antes se creía que esta especie estaba emparentada con el águila audaz (Aquila audax) australiana, una de las águilas más grandes del mundo, pero en realidad sus parientes más cercanos son dos pequeñas aguilillas del género Hieraaetus, la aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) y la aguililla australiana (Hieraaetus morphnoides), de un metro de envergadura y un kilo de peso. (Probablemente, el águila de Haast debería ser reclasificada con el nombre de Hieraaetus moorei.) Su antepasado común, que debía de ser también pequeño, vivió hace alrededor de un millón de años, así que en ese periodo de tiempo, muy corto en términos evolutivos, esta rapaz llegó a Nueva Zelanda y creció enormemente gracias a la abundancia de presas de gran tamaño y a la ausencia de depredadores terrestres.
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