La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Los estegosaurios se encuentran entre los dinosaurios más conocidos y más reconocibles. Son herbívoros de tamaño medio que vivieron principalmente en el Hemisferio Norte desde el Jurásico medio hasta el Cretácico inferior, hace entre 176 y 100 millones de años. Su característica más llamativa es la doble hilera de placas o espinas óseas que recorre su lomo, desde el cuello hasta la cola.
Los estegosaurios se encuentran entre los primeros dinosaurios conocidos, y su aspecto, o más bien la imagen que de estos dinosaurios nos hacemos, ha cambiado mucho desde su descubrimiento. La especie que da nombre al grupo, Stegosaurus armatus, fue descrita por el paleontólogo estadounidense Othniel Charles Marsh en 1877 a partir de los restos fósiles hallados en Colorado. En principio, Marsh creyó que se trataba de un reptil acuático parecido a una tortuga, con el cuerpo cubierto por placas superpuestas como las tejas de un tejado. De ahí el nombre científico del animal, Stegosaurus, que significa “lagarto con tejado”. Más tarde, con el descubrimiento de más ejemplares, quedó claro que las placas no formaban un caparazón, sino que se alineaban verticalmente sobre la columna vertebral del animal. Así apareció la imagen tradicional de estos dinosaurios, con la cabeza a ras de suelo, la espalda arqueada en forma de semicírculo, las patas dobladas hacia los lados, como en los lagartos, y arrastrando la cola. Pero los estudios más recientes indican que las patas de los estegosaurios sostenían el cuerpo como columnas, y la cabeza y la cola se mantenían más altas de lo que se creía.
El estegosaurio también contribuyó en gran medida a la antigua idea de que los dinosaurios eran animales lentos, torpes y estúpidos. Su cerebro era de los más pequeños entre los dinosaurios, no más grande que el de un perro, lo que resulta minúsculo para un animal de varias toneladas de peso. Además, se le atribuyó un segundo cerebro, situado en la cadera, que se encargaba de controlar las patas traseras y la cola. Los estegosaurios, como otros dinosaurios, presentan un engrosamiento a la altura de la cadera en el canal que alberga la médula espinal; un engrosamiento hasta veinte veces más grande que su propio cerebro. Pero actualmente se piensa que ese hueco no albergaba un segundo cerebro, sino de un cuerpo glucogénico, una estructura que también está presente en las aves, cuya función no está clara, aunque se supone que sirve para suministrar energía en forma de glucógeno al sistema nervioso.
Actualmente se conocen alrededor de dos docenas de especies de estegosaurio, aunque algunas de algunas de ellas sólo se han hallado restos muy fragmentarios. Se han encontrado fósiles de estegosaurio en Estados Unidos, China, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Tanzania y Sudáfrica. También se han descubierto huevos en Portugal, huellas en Estados Unidos e impresiones de la piel en China.
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