La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Tras la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años, el clima de la Tierra era cálido y húmedo, y grandes extensiones de bosques y selvas cubrían gran parte del planeta. Pero durante el Mioceno, hace entre veintitrés y cinco millones de años, el enfriamiento de la Tierra, debido entre otros factores al crecimiento del casquete de hielo de la Antártida, provocó una pérdida de humedad que favoreció la extensión de las hierbas en detrimento de los árboles. Así aparecieron las primeras sabanas.
La sabana es un ecosistema muy rico. La hierba es un recurso natural de gran productividad. La hierba, al contrario que la gran mayoría de las plantas, no crece desde su extremo, sino desde su base; de esa forma, su crecimiento no se ve interrumpido por el consumo que de ella hacen los herbívoros. Una gran cantidad de especies animales viven de la hierba. Pero la hierba contiene sílice, un mineral muy abrasivo, por lo que los animales que pacen deben desarrollar dientes gruesos para compensar el desgaste que sufren.
En cada continente, los mamíferos presentes antes del cambio climático evolucionaron de forma paralela para adaptarse al nuevo ecosistema. Así aparecieron rápidos pacedores, como las gacelas y los caballos modernos, mamíferos de gran tamaño como los elefantes y los rinocerontes, y mamíferos de elevada estatura, como las jirafas, adaptados a alimentarse de las ramas más altas de los árboles que salpican las sabanas.
En América del Norte, muchos de esos animales evolucionaron a partir de caballos y camellos primitivos, originarios de este continente, así como de los antilocápridos, antepasados del berrendo, el único antílope norteamericano.
Pero hacia finales del Mioceno el clima se volvió más frío y seco, y las sabanas fueron sustituidas por praderas y estepas, y muchas de esas especies desaparecieron. Así, los camellos y los caballos desaparecieron de su continente de origen, Norteamérica. Los caballos sobrevivieron en las grandes llanuras de Eurasia y, en forma de cebras, en África, y los camélidos quedaron restringidos a zonas desérticas del Viejo Continente (camello y dromedario) y a zonas montañosas de Sudamérica (llamas, guanacos…)
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