La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Uno de los dinosaurios más populares desde que estos grandes animales extinguidos empezaron a poblar el imaginario colectivo es Triceratops, ese gran herbívoro cuadrúpedo dotado de una gola de hueso que le protegía el cuello y tres largos cuernos con los que se defendía de su gran enemigo, el tiranosaurio. Triceratops, que significa “cara con tres cuernos”, pertenece al grupo de los ceratopsios, o dinosaurios con cuernos, y fue descrito en 1889 por el paleontólogo estadounidense O.C. Marsh, aunque más tarde se supo que los primeros restos de Triceratops descubiertos fueron un par de cuernos hallados en 1887, y erróneamente atribuidos a un bisonte extinto.
Pero no todos los ceratopsios tenían cuernos. Los más primitivos eran animales bípedos y esbeltos, relativamente pequeños, y carecían de gola y de cuernos. Lo que sí tenían, y es la razón por la que se les incluye en el grupo de los ceratopsios, es un hueso, llamado rostral, en el extremo de la mandíbula superior. Este hueso no se encuentra en ningún otro grupo de vertebrados, y forma la mitad superior de un pico parecido al de los loros, con el que los ceratopsios arrancaban las partes más nutritivas de las plantas de las que se alimentaban.
Los primeros ceratopsios aparecieron en Asia a finales del Jurásico, hace más de 150 millones de años. Desde allí migraron, millones de años más tarde, en el Cretácico, hacia el oeste de Norteamérica, donde crecieron y se convirtieron en los grandes dinosaurios cornudos como Triceratops. En ese largo periodo de evolución apareció la gola ósea, una prolongación de los huesos de la parte porterior del cráneo que sirve de soporte a los fuertes músculos de las mandíbulas, necesarios para cortar y triturar las duras hojas de las cícadas y otras plantas que les sirven de alimento. Con el paso del tiempo, la gola, que estaba cubierta de piel, fue creciendo, y probablemente se adornó de vivos colores para su exhibición, tanto para atraer a los miembros del otro sexo como para ahuyentar a los competidores y a los depredadores y para distinguir a los individuos de especies semejantes y quizá incluso a los individuos de distinto sexo dentro de una misma especie. Al extenderse sobre la nuca, la gola se convirtió en una coraza defensiva que protegía una de las zonas más vulnerables de estos animales, aunque en algunas especies presentaba huecos que aligeraban su peso, huecos que sin embargo quedaban ocultos por la piel y los músculos que cubrían la gola.
Por la abundancia de sus fósiles, los ceratopsios debían de ser los grandes herbívoros más comunes en el oeste de Norteamérica durante el periodo Cretácico. Se han conservado sobre todo sus enormes cráneos, que muestran una gran variedad de diseños en cuanto a tamaño y forma de las golas y número, longitud y posición de los cuernos. A finales del Cretácico, el más abundante era Triceratops, que también era uno de los más grandes. Sus restos fósiles se han encontrado en los estados de Colorado, Wyoming, Dakota del Sur y Montana, y en las provincias canadienses de Saskatchewan y Alberta.
Sólo se han descubierto dos impresiones de piel de grandes ceratopsios, una de la cadera de un centrosaurio, y otra de un Triceratops. La primera está formada por pequeñas escamas de un centímetro de diámetro con hileras irregulares de placas redondeadas de cinco centímetros de diámetro separadas a cinco centímetros de distancia unas de otras, y la segunda muestra restos de estructuras semejantes a cerdas. También se han encontrado rastros de huellas, que nos permiten saber cómo caminaban estos dinosaurios.
Triceratops tiene una importancia especial para los paleontólogos, ya que ha sido elegido como una de las especies de referencia para definir el grupo de los dinosaurios. En la moderna taxonomía filogenética, se consideran dinosaurios todos los descendientes del más reciente antepasado compartido por Triceratops y… el gorrión común.
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