La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hacia 1830, el explorador escocés Thomas Mitchell recogió en las cercanías de la ciudad de Wellington, en Nueva Gales del Sur, dos dientes fósiles, un incisivo y un premolar. Eran unos dientes tan extraordinarios que el famoso paleontólogo inglés sir Richard Owen, creador del término “dinosaurio”, reconoció la imposibilidad de determinar las características del animal sin disponer de otros elementos. Más tarde, el propio Owen pudo examinar dos fragmentos de mandíbula hallados en Queensland, de los que dedujo que se trataba de un mamífero carnívoro, aunque sin establecer aún su parentesco con otros mamíferos. En 1846, tras recibir unos fragmentos de cráneo y de mandíbula encontrados un año antes cerca de Melbourne; Owen emprendió un exhaustivo estudio anatómico, comparando los restos disponibles con una gran variedad de mamíferos. Este estudio comparativo no terminó hasta 1858, año en que Owen presentó el resultado de sus investigaciones a la Royal Society de Londres; se trataba, según sus conclusiones, de una nueva especie de gran carnívoro marsupial, a la que bautizó con el nombre de Thylacoleo carnifex, “león marsupial carnicero”. Owen supuso, acertadamente, que el león marsupial estaba más emparentado con marsupiales herbívoros como los wombats y los koalas que con otros marsupiales carnívoros, como el lobo marsupial y el diablo de Tasmania.
La extraña anatomía del león marsupial, derivada del hecho de que es un carnívoro que desciende de antepasados herbívoros, ha dado pie desde su descubrimiento a las más diversas hipótesis sobre su modo de vida. Si bien ya Owen tenía claro que, como se acepta actualmente, era un depredador, “uno de los más feroces y destructivos”, según sus propias palabras, otros investigadores han propuesto en diferentes momentos que el león marsupial era un carroñero, o que se alimentaba de huevos de cocodrilo, de calabazas o de frutos de cáscara dura, o incluso que utilizaba sus dientes para arrancar la corteza de las palmas cicadáceas y comerse su médula.
Se han descubierto muchos fósiles de león marsupial en cuevas y pantanos por toda Australia y Tasmania, sobre todo cráneos y mandíbulas, pero hasta 1966 no se tuvo una imagen clara de la anatomía del animal. Ese año se encontró un esqueleto casi completo cerca de Moree, en Nueva Gales del Sur. Además, es posible que desde hace pocos años dispongamos de un retrato del león marsupial. Una pintura rupestre descubierta en junio de 2008 en el noroeste de Australia representa a un gran animal de aspecto felino, con grandes garras. Los primeros humanos llegaron a Australia hace unos cuarenta o cincuenta mil años, cuando el león marsupial aún no se había extinguido, y no conocemos ningún otro animal australiano que corresponda al retrato que aquellos humanos plasmaron en la roca. Pero esos mismos humanos, junto con la desertización del continente causada por la última glaciación, pudieron también ser responsables, al menos en parte, de su desaparición hace unos treinta mil años.
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