La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Salvo las esponjas y otras pocas excepciones, todos los animales son simétricos. En la mayor parte de los casos, esta simetría es bilateral: los animales son iguales a un lado y a otro de un plano medio vertical y longitudinal. La razón de que en todos ellos la simetría tenga la misma orientación es que es la única que no está afectada por la relación del animal con su entorno. No puede haber simetría arriba-abajo, porque en esa dirección actúa la fuerza de la gravedad, que condiciona la vida de los animales. Los animales terrestres, por ejemplo, deben tener las extremidades en la parte inferior del cuerpo, y no en la superior, para sostener su peso. Incluso en los animales marinos, aunque el efecto de la gravedad sea menor, el eje vertical sigue siendo importante: la luz, por ejemplo, llega desde arriba. Tampoco hay simetría delante-detrás; se trata de la dirección de movimiento del animal; la boca y los órganos de los sentidos, por ejemplo, se encuentran en la parte delantera, que es la que primero llega al alimento. Así que sólo queda un eje, el transversal, en el que ninguna influencia externa o interna afecta a la anatomía de los animales; por eso, a derecha e izquierda, son simétricos. Es más fácil construir un cuerpo simétrico que uno asimétrico: Basta con tener las instrucciones para construir la mitad del cuerpo, y aplicarlas al revés en el otro lado.
De todos modos, la simetría de los animales no suele ser perfecta. En nuestra propia anatomía interna hay órganos, como el corazón y el hígado, que no están situados simétricamente. Los búhos tienen los canales auditivos asimétricos, aunque esta asimetría queda oculta por el plumaje. Gracias a sus oídos asimétricos los búhos pueden determinar la posición de sus presas con mucha mayor precisión. Otras aves asimétricas son los piquituertos; como su nombre indica, los extremos de su pico están entrecruzados, uno desviado hacia la derecha y el otro hacia la izquierda. Esta forma del pico es una adaptación que les permite extraer de los conos de coníferas las semillas de las que se alimentan. Un caso extremo de asimetría es el de los peces planos, como los lenguados y los rodaballos. Tienen los dos ojos en el mismo lado de la cabeza; así pueden yacer sobre el otro lado en el fondo marino sin perder la visión. En todos estos casos, se trata de adaptaciones evolutivas beneficiosas, rasgos compartidos por todos los miembros de una especie.
Pero también hay otros casos en los que un defecto de nacimiento, una enfermedad o un accidente provocan una asimetría en un individuo en particular. Esto es frecuente en los cuernos de los rumiantes. Todos hemos visto alguna vez una vaca con un asta torcida, o una cabra con uno de los cuernos enrollado de forma extraña. Pero aparte de estas anormalidades individuales, en la actualidad todos los rumiantes tienen la cornamenta simétrica. Todos, menos uno, y se trata de una asimetría sutil, no muy evidente a simple vista. Este rumiante asimétrico es el reno. En algunos renos, la primera punta de una de las dos astas, que en unos individuos es la izquierda y en otros la derecha, se desarrolla en forma de paleta que se extiende verticalmente y hacia delante sobre el hocico. Parece un rascador de nieve, y quizá el reno la utiliza como tal, para retirar la nieve y el hielo cuando busca alimento en invierno. Puede que sea ésta la razón por la que el reno es el único cérvido en el que los dos sexos tienen cuernos. Aunque también hay renos que carecen de esa paleta, y otros que tienen dos, una a cada lado. Son más abundantes los renos con la punta del asta izquierda expandida, e incluso en los que tienen las dos, la izquierda suele ser mayor.
En una especie viviente, cuando tenemos a nuestra disposición muchos ejemplares, es fácil saber si una asimetría es simplemente una deformidad de un individuo aislado o, como en el caso del reno, una característica de la especie. Pero en el registro fósil no siempre se dispone de un gran número de individuos. Sin embargo, existen tres especies de rumiantes extintos de los que sí estamos seguros: tenían los cuernos asimétricos, y la asimetría era mucho más patente que en el caso de los renos.
La primera parada es en los bosques abiertos del Plioceno y el Pleistoceno de Europa y Asia, hace entre diez mil y cinco millones de años. Allí vivía Eucladoceros, un gran cérvido de dos metros y medio de longitud, un metro ochenta de alzada y trescientos o cuatrocientos kilos de peso; más grande que un ciervo o un reno, pero más pequeño que un alce. Eucladoceros se alimentaba de hojas. Su nombre significa “asta muy ramificada”; sus cuernos, sólo presentes en los machos, tenían forma de abanico; con una envergadura de un metro setenta, la cornamenta se ramificaba irregularmente en unas doce puntas por asta, sin seguir ningún patrón aparente. Aunque la forma global de la cornamenta era más o menos simétrica, los detalles de las ramificaciones y las puntas eran diferentes en cada asta y en cada individuo.
Si retrocedemos hasta el Mioceno medio, hace entre diez y dieciséis millones de años, nos encontramos en el centro y oeste de lo que hoy son los Estados Unidos con Ramoceros, un pequeño pariente del berrendo. El berrendo, o antílope americano, es el único superviviente del grupo de los antilocápridos, que fue mucho más floreciente en el pasado. Ramoceros, como todos los antilocápridos, muda la cornamenta anualmente. Los cuernos, cubiertos de piel, son largos y rectos, y se ramifican en su extremo en tres puntas; es una cornamenta parecida a la de los ciervos jóvenes, salvo que uno de los cuernos es el doble de largo que el otro. En unos casos el derecho, y en otros el izquierdo. Si los machos luchaban entre sí por las hembras entrechocando los cuernos, como hacen los berrendos, ¿cómo afectaba esa asimetría a los combates? No sería lo mismo que luchase un zurdo contra un diestro, enfrentando cuerno largo contra cuerno largo y cuerno corto contra cuerno corto, que dos diestros o dos zurdos entre sí; en este caso, el cuerno largo de uno chocaría con el corto del otro. De cualquier manera, parece que el ser zurdo o diestro no representaba ninguna ventaja para los combatientes.
El tercer rumiante con cuernos asimétricos es un poco más reciente que Ramoceros. Se trata de Tsaidamotherium, un pariente del buey almizclero que vivió en el norte de la meseta tibetana en el Mioceno superior, hace entre cinco y diez millones de años. Tsaidamotherium medía dos metros de longitud y noventa centímetros de alzada. Su cuerno derecho, un ancho cono casi vertical, ligeramente inclinado hacia delante, estaba situado en posición central en lo alto de la cabeza. El cuerno izquierdo estaba atrofiado; situado junto al otro, era mucho más corto y estrecho. Visto de lejos, Tsaidamotherium debía parecer un unicornio. Pero es demasiado antiguo. Hace cinco millones de años aún no había humanos en las extensas llanuras asiáticas para verlo.
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