La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace casi doscientos años, en diciembre de 1828, la recolectora de fósiles y paleontóloga aficionada Mary Anning descubrió en Lyme Regis, en la costa inglesa del Canal de la Mancha, los primeros restos hoy atribuidos a Dimorphodon, un esqueleto parcial al que le faltaba la cabeza. El reverendo William Buckland, que unos años antes había descrito el primer dinosaurio, el megalosaurio, adquirió los fósiles y, el 5 de febrero de 1829, los presentó ante la Sociedad Geológica de Londres. Tras un estudio concienzudo por parte de los naturalistas William Clift y William John Broderip, la descripción científica de la especie fue publicada en 1835. Buckland llamó a la nueva especie Pterodactylus macronyx. El nombre específico, macronyx, significa “garra grande”, y hace alusión a las grandes garras de las manos de este animal.
En 1858, el célebre anatomista Richard Owen examinó dos nuevos esqueletos; estos tenían cabeza, y Owen pudo constatar que eran muy diferentes de la de otras especies de Pterodactylus, de modo que asignó la especie a un nuevo género, Dimorphodon, que significa “dientes de dos formas”.
Aunque sus restos no son muy abundantes, y solo se han encontrado en Dorset, en el sur de Inglaterra, Dimorphodon es uno de los pterosaurios primitivos mejor conocidos. Vivió en el Jurásico inferior. Es el pterosaurio más antiguo del que tenemos algunos fósiles tridimensionales.
Dimorphodon es un pterosaurio de tamaño medio, con un metro de longitud y 1,45 de envergadura. La cabeza es grande, de unos 23 centímetros de longitud, aunque muy ligera. Los huesos están separados por grandes aberturas, que recuerdan a los arcos de un puente. El cuello es corto pero fuerte y flexible, quizá con una bolsa membranosa en la garganta.
Los dientes de Dimorphodon, como su nombre indica, son de dos formas: La mayor parte son largos y afilados, con superficies cortantes en los bordes anterior y posterior; están colocados verticalmente en ambas mandíbulas. El segundo tipo de dientes está limitado a la parte posterior de la mandíbula; son más pequeños y puntiagudos, y están colocados a intervalos regulares, de forma que la mandíbula parece una sierra.
Las manos y los pies acaban en fuertes garras. Los dedos de las alas representan la mitad de la longitud del brazo. Las alas son cortas para el tamaño del cuerpo; es posible que fuera un animal reacio a volar, y que sólo lo hiciera, en cortos trechos, cuando no tenía más remedio, como los faisanes y los tinamúes.
Las patas traseras son fuertes, y se situan verticalmente bajo el cuerpo. La cola es larga, con las primeras vértebras cortas y flexibles, y el resto progresivamente más largas y rígidas.
Dimorphodon es un pterosaurio que se ha adaptado a vivir en el suelo. Es un corredor rápido que se alimenta de insectos, carroña y pequeños vertebrados. Con sus garras largas y curvas es capaz de trepar a los árboles, donde se mueve a saltos, como las modernas ardillas.
Lo que seguro que no podía hacer con las garras era atrapar a sus presas, y menos llevarselas por los aires, siendo tan mal volador como era. No hay que creerse todo lo que se ve en el cine, por muy “jurásico” que sea.
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
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Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.
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