La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace unos años hablábamos en Zoo de fósiles de los simiosaurios, esos reptiles arborícolas que vivieron en el periodo Triásico. En aquel episodio, centrado en tres especies procedentes de un archipiélago en el mar de Tetis, en la actual Italia, Drepanosaurus, Megalancosaurus y Vallesaurus, ya decíamos que otras especies habitaban al mismo tiempo en otros lugares del mundo. La que traemos hoy, Hypuronector, vivió en el Triásico superior, hace unos 215 millones de años, más al oeste, en pleno continente de Pangea, en lo que hoy es Nueva Jersey.
Hypuronector es un reptil cuadrúpedo de unos doce centímetros de longitud, esbelto y ligero, con el cuello largo y flexible y patas largas y gráciles, con dedos prensiles terminados en uñas largas, estrechas y afiladas. La cabeza, como la de los demás simiosaurios, es triangular, parecida a la de las aves. Pero además, Hypuronector no tiene dientes como los otros simiosaurios, sino un pico puntiagudo, como el de los pájaros.
Se han encontrado docenas de especímenes de esta especie fósil, pero ninguno completo. Su aspecto y modo de vida está sujeto a polémica. Aunque estos restos fósiles se conocían desde hace décadas, la especie no fue descrita hasta 2001.
La diferencia más importante entre Hypuronector y el resto de los simiosaurios es la cola. La cola de Hypuronector es muy larga y ancha, aplanada en el plano vertical, con forma de hoja o de remo, e inclinada hacia arriba. Los cheurones, unos huesos especiales que se proyectan desde las vértebras de la cola hacia abajo y le proporcionan rigidez, al tiempo que protegen los nervios y los vasos sanguíneos, son especialmente grandes.
Hypuronector significa “nadador de cola alta”, porque en un principio se pensó, por la forma de la cola y porque sus restos fósiles se encontraron en el fondo de un antiguo lago, que era un reptil acuático que nadaba con movimientos laterales de la cola, como las salamandras y los cocodrilos. Pero hay muchos problemas con esta hipótesis. La cola es demasiado rígida y sus vértebras son demasiado delicadas para soportar la fuerza precisa para desplazarse por el agua, y no parece que la potente musculatura caudal necesaria para moverla estuviera presente. Las patas no son cortas y anchas, como en otros animales acuáticos o semiacuáticos, sino largas y gráciles. Además, las delanteras son más largas que las traseras. Probablemente, Hypuronector era arborícola como sus parientes.
Quizá la cola era sólo un adorno, sin ninguna implicación en el modo de vida del animal. O quizá no. Las proporciones de las patas, sobre todo las largas patas delanteras, sugieren que podría tratarse de un animal planeador, semejante a una ardilla voladora, con membranas entre las patas. En este caso, la cola larga y plana podría servir de timón, para estabilizar el planeo e incluso modificar hasta cierto punto la trayectoria.
Pero la anatomía de Hypuronector no es tan distinta de la de los otros simiosaurios. Los simiosaurios tenían muchas características que habrían sido útiles para el vuelo: un cerebro relativamente grande, visión binocular, esqueleto ligero, cuerpo rígido y patas móviles y musculosas. Quizá alguna otra especie del grupo también era capaz de planear; de hecho, se ha propuesto esta posibilidad en la literatura científica en el caso de Megalancosaurus. Aunque en ambas especies se trata de hipótesis, sabemos que bastantes animales trepadores son capaces de planear: ranas, lagartos, marsupiales, ardillas, colugos… Si tantos grupos diferentes lo han logrado, no parece un paso evolutivo muy difícil de dar. Ahora sólo falta encontrar las pruebas definitivas en los fósiles. Así funciona la ciencia.
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