La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace unos treinta millones de años, en el periodo Oligoceno, los indricoterinos, parientes de los rinocerontes desprovistos de cuernos, florecieron en las llanuras boscosas de Eurasia, desde los Balcanes, pasando por Kazajistán y Pakistán, hasta China y Mongolia. Los primeros indricoterinos, que habían aparecido durante el Eoceno medio, hace unos cuarenta y siete millones de años, eran pequeños, del tamaño de un perro o de una vaca, pero en el Oligoceno algunas especies alcanzaron tamaños enormes, y se convirtieron en los mayores mamíferos de la historia.
Fue un soldado británico llamado Vickary, en 1846, el primero que encontró restos fósiles de estos animales, en Baluchistán, en el suroeste de Pakistán. Pero eran solo fragmentos, que no pudieron ser identificados en la época. Entre 1907 y 1908, el paleontólogo británico Guy Ellcock Pilgrim, del Servicio Geológico de la India, recolectó en la formación Chitarwata del distrito de Dera Bugti, en Baluchistán, una mandíbula superior, un fragmento de mandíbula y varios dientes inferiores, con los que describió una nueva especie de rinoceronte, Aceratherium bugtiense. Aceratherium, que significa “animal sin cuernos” era en realidad un cajón de sastre en el que se habían reunido especies de rinocerontes sin cuernos que más tarde se ha sabido que no estaban estrechamente emparentadas.
En 1910, una expedición del paleontólogo inglés Clive Forster-Cooper, que más tarde llegó a ser director del Museo de Historia Natural de Londres, descubrió más restos en Dera Bugti, con los que el paleontólogo decidió el año siguiente mover la especie a un nuevo género, Paraceratherium, “cercano al Aceratherium”. En 1913, a partir de fósiles más grandes del mismo yacimiento, Forster-Cooper describió una nueva especie, Thaumastotherium osborni, “el animal maravilloso de Osborn”, en honor del paleontólogo estadounidense Henry Fairfield Osborn. Pero tuvo que cambiarlo más tarde por Baluchitherium osborni, porque el género Thaumastotherium ya se había utilizado para un insecto. Baluchitherium significa “animal de Baluchistán”.
En 1916, el director del Instituto Paleozoológico de Leningrado, Alekséi Alekséievich Borissiak, recibió el esqueleto más completo de indricoterino descubierto, aunque le faltaba la cabeza, y creó para él el género Indricotherium, del “indrik”, un monstruo del folclore ruso, el rey de los animales, un toro gigante con patas de ciervo, cabeza de caballo y un enorme cuerno en el hocico, que vive en una montaña sagrada que nadie puede hollar y que hace temblar la tierra cuando se mueve. El esqueleto había sido excavado en la costa norte del mar de Aral por una expedición del Museo Geológico de la Academia Rusa de Ciencias dirigida por M.V. Bayuranas. Borissiak no asignó un nombre específico a los restos, Indricotherium asiaticum, hasta 1923, pero para entonces se le había adelantado la paleontóloga Maria Vasilievna Pavlova, que en 1922 le había dado el nombre de Indricotherium transouralicum. El nombre específico, transouralicum, significa “de más allá de los Urales”.
En aquella época, en los años siguientes a la Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial, la comunicación entre los investigadores de distintos países no era tan fácil como en la actualidad, y cada uno publicaba en su idioma y en su país. En la actualidad se considera que todos esos fósiles, y otros que se han descubierto después, pertenecen al mismo género, que por prioridad es el Paraceratherium de Forster-Cooper, el más antiguo. Indricotherium y Baluchiterium se consideran sinónimos más modernos y no deben usarse. Es una lástima, porque estos nombres eran más sugerentes, pero así funciona la nomenclatura zoológica. Por suerte, las reglas de prioridad no se aplican a las categorías de rango superior, así que la subfamilia de los indricoterinos conserva este nombre, y podemos utilizar el nombre común de “indricoterios” para referirnos a todos estos animales.
Los fósiles del mar de Aral, y otros encontrados más tarde en Mongolia y el norte de China, pertenecen por tanto a la especie Paraceratherium transouralicum. Esta especie, con un peso de quince a veinte toneladas, es el mayor mamífero terrestre de toda la historia. Al menos, el conocido por restos fósiles más o menos completos. Otra especie descrita en 1973, Paraceratherium orgosensis, se conoce casi exclusivamente por sus dientes, unos dientes que son un 25 % más grandes que los de Paraceratherium transouralicum.
Paraceratherium transouralicum es un animal más esbelto que un rinoceronte, aunque más corpulento que un tapir o un caballo. Alcanza una longitud de unos siete metros y medio, y una altura en la cruz de casi cinco metros. Más alto que cualquier mamut o elefante. Una persona de talla media podría haber pasado por debajo de su vientre sin agacharse. Solo el cráneo mide 1,3 metros de largo y sesenta centímetros de ancho. A pesar del tamaño de la cabeza, el cerebro es pequeño; mide solo unos diez centímetros.
La estructura de los huesos de la cara indica que Paraceratherium tenía una pequeña trompa, como los tapires. Los dientes delanteros se reducen a un par de incisivos en cada mandíbula, largos y cónicos, como colmillos. Los superiores apuntan hacia abajo, mientras que los inferiores, más pequeños, se dirigen hacia delante. Es posible que fueran más largos en los machos. Los molares tienen el tamaño de un puño.
El cuello es largo y musculoso, de 2 a 2,5 metros de longitud. Los músculos y ligamentos que soportan el cuello y la cabeza forman una joroba en el lomo. Las patas son largas y robustas, con forma de columna, como las de los elefantes, aunque sus articulaciones son más flexibles, lo que probablemente le permitía galopar. Tiene tres dedos en cada pata. No se sabe nada sobre la cola, puesto que nunca se ha encontrado esta parte del esqueleto.
Paraceratherium es un ramoneador. Se alimenta principalmente de hojas, que arranca con su corta trompa. Vive en zonas arboladas, desde semidesiertos áridos hasta selvas subtropicales. Probablemente utiliza una estrategia similar a la de la jirafa: se alimenta en las ramas más altas de los árboles, donde otros herbívoros más pequeños no alcanzan. Con su enorme tamaño, su tasa de reproducción es baja, y tiene pocos depredadores. Solo se han encontrado, en algunos fósiles de Pakistán, mordeduras de un cocodrilo extinto, Crocodylus bugtiensis que podía alcanzar los diez u once metros de longitud.
Tras once millones de años de prosperidad, los indricoterios se extinguieron hace unos 23 millones de años, a principios del Mioceno. No están claras las razones de su extinción. Seguramente fueron varias: la llegada desde África de nuevos carnívoros y herbívoros, el cambio climático provocado por la colisión de la India con Asia, que convirtió los bosques en praderas y dejó a los animales sin árboles para alimentarse, y la invasión de proboscídeos primitivos desde África a finales del Oligoceno, que, como los elefantes actuales, también pudieron contribuir, mediante la destrucción de los árboles, a la transformación de las arboledas en praderas.
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