La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace unos 245 millones de años, a mediados del Triásico, los continentes estaban unidos formando el supercontinente de Pangea. La India se encontraba en las latitudes medias del hemisferio sur, y su clima era cálido y seco. En el centro de la India existía una llanura atravesada por un río, que en sus crecidas iba depositando capas de fango que con el tiempo se endurecieron y formaron un yacimiento donde se han conservado los fósiles de animales y plantas de aquella época. Se trata de la formación Denwa, llamada así por el río del mismo nombre que hoy riega la región.
En el río viven peces pulmonados, que sirven de presa a varios anfibios enormes de cuerpo aplanado semejantes a cocodrilos, como Cherninia, de dos metros de largo, y Paracyclotosaurus, que alcanza los dos metros treinta de longitud. La cabeza de este último, con grandes ojos saltones en la parte superior, mide casi sesenta centímetros de largo y su boca está dotada de dientes afilados. Paracyclotosaurus pasa casi todo el tiempo sumergido en el agua, al acecho. Cuando un pez se aproxima, abre la boca de golpe y succiona a su presa, como hacen hoy en día muchos cocodrilos.
La llanura, poblada de arbustos, está habitada por reptiles herbívoros del grupo de los rincosaurios, y por una gran variedad de dicinodontos, animales que pertenecen al grupo de los terápsidos, el mismo del que surgieron los mamíferos. Por aquella época, los arcosaurios, los reptiles que dieron origen a los dinosaurios, aves y cocodrilos, estaban empezando a diversificarse. Los dinosaurios todavía no eran más que pequeños animales insignificantes, pero unos parientes próximos, los alokotosaurios, habían desarrollado formas grandes, como Shringasaurus.
Shringasaurus, descrito este mismo año de 2017 por científicos de la India y Argentina, es un cuadrúpedo herbívoro corpulento de tres a cuatro metros de longitud. Su nombre procede del sánscrito shringa, “cuerno”, y del griego sauros, “lagarto”. El cráneo, de forma rectangular, es relativamente pequeño, con el hocico corto y redondeado. Los dientes tienen forma de hoja. El cuello es relativamente largo y musculoso. Los hombros también son musculosos. El cuerpo es rechoncho, con forma de barril. Las patas son relativamente cortas, y la cola es larga y gruesa.
Hasta ahora se han encontrado los restos de al menos siete individuos en diferentes etapas de crecimiento en una pequeña área de veinticinco metros cuadrados del yacimiento. De estos, al menos seis individuos presentan un par de cuernos de hueso anchos y cortos, de forma cónica, que se proyectan hacia arriba y hacia adelante desde la parte superior del cráneo, sobre los ojos, y que en vida debían de estar cubiertos de una funda córnea. Los cuernos crecen en longitud y en grosor con la edad. En los ejemplares jóvenes son rectos, y con la edad se van curvando hacia delante.
Los cuernos de Shringasaurus se parecen en forma y estructura a los de los dinosaurios ceratopsios, y a los de algunos bóvidos y camaleones actuales. La evolución convergente de estos cuernos en tantos grupos diferentes a lo largo del tiempo se explica por su utilidad en los combates entre machos por el favor de la hembras, y como elemento de exhibición ante estas. De hecho, dos de los individuos descubiertos, adultos, carecen de cuernos, lo que nos indica que estos estaban presentes solo en uno de los sexos, probablemente los machos. La ausencia de cuernos en uno de los sexos sólo se conocía hasta ahora en los bóvidos; este es el primer caso confirmado entre los arcosaurios. Esta ausencia confirma que la principal utilidad de los cuernos era el cortejo, y no la defensa frente a los depredadores. La evolución funciona por un equilibrio entre los costes y los beneficios. Los cuernos tienen un coste, hace falta un gasto de energía tanto para su crecimiento como para transportar después durante toda la vida el peso adicional que representan. Este coste se compensa en el caso de los machos por las ventajas que ofrecen de cara al apareamiento pero no en el caso de las hembras; si las hembras no tienen cuernos es porque no les sirven para el apareamiento, y porque la posesión de los cuernos no incrementa la supervivencia de estos animales de manera apreciable ante los ataques de depredadores. Así que representan un gasto inútil para ellas.
A finales del Triásico, justo antes de que el supercontinente de Pangea comenzara a fragmentarse, una extinción masiva barrió del mapa la mitad de las especies vivientes. No están claras sus causas. Pudo ser por un cambio climático, por variaciones en el nivel del mar o por una acidificación de los océanos, pero esto no explica la rapidez de la extinción, que ocurrió en menos de diez mil años. Pudo ser el impacto de un asteroide, pero no se ha encontrado un cráter lo bastante grande que coincida con la época. O pudo estar provocada por las enormes erupciones volcánicas que desencadenaron la apertura del océano Atlántico. O por una combinación de factores. Aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Shringasaurus y sus parientes desaparecieron, y dejaron el campo libre a los animales que dominarían el mundo durante el periodo siguiente, el Jurásico: los dinosaurios.
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.
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