La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace entre 16 y 19 millones de años, a finales del Mioceno Inferior, gran parte de la llanura de Maniototo, en el centro de la región de Otago, en el sudeste de la isla sur de Nueva Zelanda, estaba ocupada por un lago poco profundo de unos 5600 kilómetros cuadrados, el doble de la extensión de Luxemburgo, al que se le ha dado el nombre de uno de los ríos de la región, el Manuherikia, que en maorí significa “grito de pájaro atado”. Hay dos explicaciones diferentes sobre el origen de este nombre tan extraño. Según la primera, cuando un grupo de maoríes se desplazaba, los exploradores, que iban delante reconociendo el camino, ataban un pájaro a una estaca para marcar con su canto el vado del río. La segunda dice que, en las épocas de crecidas, en la confluencia del Manuherikia con el río Clutha, mucho más caudaloso, las aguas claras del primero quedan retenidas, como un pájaro atado, por las aguas fangosas y oscuras del segundo. El lago Manuherikia estaba rodeado por un humedal, que en unas zonas estaba cubierto de hierba y en otras era más arbolado y pantanoso, con especies típicas del hemisferio sur, como casuarinas, eucaliptos, palmeras, mañíos, araucarias y hayas meridionales. El clima era cálido y subtropical.
La fauna que habitaba en la región se conoce con el nombre de “fauna de Saint Bathans”, porque los primeros fósiles salieron a la luz en las cercanías de las minas históricas de oro de ese nombre. La mayor parte de los fósiles son de peces de agua dulce, como el Prototroctes oxyrhynchus, un endemismo de Nueva Zelanda que sobrevivió hasta 1927. En el lago también hay mejillones y cangrejos.
Entre los anfibios que viven en las orillas del lago hay ranas leiopelmátidas, un grupo primitivo que aún existe, y que solo se ha encontrado en Nueva Zelanda, salvo una especie que habitó en el Jurásico en Argentina, Vieraella herbsti, que es la rana verdadera más antigua conocida. Estas ranas se caracterizan por sus torpes saltos: no aterrizan sobre sus patas, sino que lo hacen sobre el tronco.
Hay reptiles emparentados con los que habitan en la actualidad en Nueva Zelanda, como gecos, eslizones y un esfenodóntido semejante al tuátara, y otros que ya no existen en las islas: cocodrilos de hasta tres metros de largo, tortugas de cuello de serpiente y tortugas acorazadas de la familia de los meiolánidos.
La avifauna es muy variada. Hay gran cantidad de aves acuáticas, y en los árboles viven loros y, en mucha menor proporción, palomas. También encontramos los ancestros de los actuales kiwis y las recientemente extintas moas. Se han identificado algunos huesos y cáscaras de huevo de una gran moa no voladora, y los kiwis están representados por Proapteryx, una pequeña ave de entre 250 y 350 gramos de peso, menos de la mitad que el kiwi viviente más pequeño. Es muy probable que Proapteryx pudiera volar, lo que avalaría la hipótesis, apoyada en datos anatómicos y genéticos, de que los antepasados de los kiwis y las moas llegaron a Nueva Zelanda por separado. Se piensa que las moas están emparentadas con los tinamúes, y los kiwis con los emúes y casuarios, o con las aves elefante de Madagascar.
Parecidas a las moas eran las aptornítidas, del género Aptornis, aunque estaban emparentadas con las sarotrúridas, un grupo de rascones y polluelas africanos, o con los trompeteros del Amazonas, o con el kagú de Nueva Caledonia y la tigana del Amazonas. Las aptornítidas, llamadas pico de azuela (“adzebill”) en inglés, medían menos de un metro de altura y pesaban menos de veinte kilos. Se caracterizan por su enorme pico, curvado hacia abajo y terminado en punta, por sus alas atrofiadas y por sus fuertes patas. Eran aves omnívoras adaptadas a ambientes secos, que podían cazar grandes invertebrados, lagartos y pájaros. La especie de Saint Bathans, Aptornis proasciarostratus, es la más antigua conocida, y también la más pequeña.
Entre las aves acuáticas hay garzas, avetoros y dos especies de calamones no voladores; de estas, la más abundante tiene el tamaño de un gorrión. También hay un representante del extinto grupo de las palaelódidas, intermedio entre los flamencos y los somormujos. Pero las más abundantes son las anseriformes: se han encontrado fósiles de dos especies de gansos, cinco de malvasías, una de pato y una de tarro.
En los árboles revolotean las palomas y, sobre todo, los loros. Hay cuatro especies de loros nestóridos del género Nelepsittacus, emparentados con los loros kea y kaka actuales, del género Nestor. El género Nelepsittacus toma su nombre del semidiós griego Neleo, padre del rey Néstor, para enfatizar su relación con el género de ese nombre. Estos loros eran bastante grandes; la especie mayor tenía el tamaño del loro kea, alrededor de medio metro de largo. Pero había un loro aún más grande. De hecho, es el loro más grande conocido. Tan grande que, cuando en 2008 se descubrieron sus restos, se confundieron con los de un águila. No fue hasta 2019 que se publicó la descripción de esta nueva especie de loro, que recibió el nombre de Heracles, el héroe griego que, afrentado por Neleo, mató a este y a todos sus hijos, excepto a Néstor. El loro Heracles medía un metro de longitud y pesaba unos siete kilos, casi el doble que el kakapo, el loro viviente más pesado. Como este, Heracles no podía volar, pero podía servirse de su fuerte pico para trepar a los árboles.
Se han descrito dos especies de paloma en Saint Bathans. Rupephaps taketake es una paloma grande que se alimenta de frutas; quizá está emparentada con la paloma maorí. La otra especie, Deliaphaps zealandiensis, sin embargo, está relacionada con la paloma de Nicobar, el pariente vivo más próximo del extinto dodo.
La fauna de aves de Saint Bathans se completa con un pequeño halcón, un águila del tamaño del águila imperial, y con Kuiornis indicator, un pájaro emparentado con el acantisita verdoso, el ave más pequeña de Nueva Zelanda.
En Saint Bathans también hay murciélagos; entre ellos, un murciélago gigante, emparentado con el murciélago de cola corta de Nueva Zelanda, que alcanzaba los veinte centímetros de longitud. Estos murciélagos pasan gran parte del tiempo en el suelo, donde se alimentan de invertebrados, fruta, polen, néctar y carroña, y excavan sus madrigueras en troncos podridos o utilizan grietas en rocas o madrigueras de aves marinas. Hoy en día, los únicos mamíferos terrestres nativos de Nueva Zelanda son murciélagos. Pero en Saint Bathans se han encontrado los restos de un mamífero primitivo no volador, lo que echa por tierra la teoría de que los mamíferos no voladores nunca colonizaron Nueva Zelanda. Este pequeño animal, del que solo conocemos un fémur y un fragmento de mandíbula, se situaría en el árbol evolutivo de los mamíferos entre los monotremas, el orden al que pertenece el ornitorrinco, y los marsupiales, sin pertenecer a ninguno de los dos grupos.
¿Qué pasó con este mamífero, y con toda esta fauna de Saint Bathans? A lo largo del Mioceno, el clima se hizo más frío y seco, y la especies que no fueron capaces de adaptarse a las nuevas condiciones desaparecieron.
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.
Apoya a CienciaEs haciéndote MECENAS con una donación periódica o puntual.
35,9 millones de audios servidos desde 2009
Agradecemos la donación de:
Alfredo Diaz Miranda
“Mi profundo y sincero agradecimiento para todos en CienciaEs pero en especial para Angel Lozano y Jorge Laborda por la esmerada labor que realizan.”
Mecenas
Jorge Valencia Jiménez
Mecenas
Anónimo
“Tarde pero sin sueño, mis admirados divulgadores. Un abrazo agradecido desde el otro lado del Atlántico.”
Mecenas
María del Carmen Colodrero
Joaquín Méndez Colodrero
Mecenas
Carlos Fernández
Mecenas
Carlos Garcia Gutiérrez
Mecenas
Marian y Miguel Ángel
“Muchas gracias por tu trabajo. La Ciencia al alcance de todos.”
Mecenas
Carlos Serrano
“Un placer cooperar un poco con su proyecto. Buen trabajo!”
Mecenas
Francisco Javier Aguilar
Mecenas
Francisco J. García Pato
Mecenas
Jesús López Tapia
“Querido Ángel. Me siento muy honrado de pertenecer a esta comunidad. Gracias por vuestro trabajo.”
Mecenas
Javier Olveira
“Gracias por seguir realizando divulgación de calidad.”
Mecenas
Sara Carrero
“Aprovecho para daros la enhorabuena por el espacio “Hablando con Científicos”, que me gusta especialmente.”
Mecenas
Mariano Redondo de la Villa
Mecenas
Javi Zumaia
“En plena era de la desinformación, vuestra labor dedicada a la divulgación científica no hace sino aportar un balón de oxígeno a todos los amantes de la ciencia.”
Mecenas
Alberto Hernando
“A seguir bien:)”
Mecenas
Donación anónima
“Muchas Gracias”
Mecenas
Juan Luján
“Gracias por el placer del saber”
Mecenas
Javier Calpe
Mecenas
Fernando Bayon
Mecenas
Luis M Barreiro
Mecenas
Eduard Capell
Mecenas
Fernando Antonio Navarrete
Mecenas
Anónimo desde México
“Deseando que el 2021 nos encuentre fuertes para – apoyados en la ciencia – tratar de mejorar al mundo y a nuestra especie, les envío un abrazo agradecido por su esfuerzo y dedicación. Muchas gracias, Ángel y todo el equipo.”
Mecenas
Anónimo de Granada
Mecenas
Philip Schlup
Mecenas
Josep Pau Canal
Nuevo mecenas de Paypal
Angels Santesmasses
Mecenas
Peter O’Donovan
Mecenas
Oscar Greggio Ochoa
Nuevo mecenas de Patreon
Jordi Pardo Mani
“Mi contribución es modesta pero mi ánimo hacia vosotros enorme. “
Mecenas
Daniel Alfredo Tenorio
Mecenas
Santiago Machín Hamalainen
Mecenas
Juan Agustín Esteban Jiménez
Mecenas
Javier
Nuevo mecenas de Patreon
Oscar Eduardo Trujillo
Mecenas
Belén Rial Franco
Mecenas
Eduardo Hector Fernández
Mecenas
Norman Vasquez
Mecenas
José Luis Sanchez Lozano
Mecenas
David Valentín
Mecenas