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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Las tierras altas de Pangea y los primeros herbívoros.

Primeros herbívoros - Zoo de Fósiles podcast - CienciaEs.com

Hace unos 280 millones de años, en el Pérmico inferior, el bosque de Turingia, en el centro de Alemania, era una meseta de clima tropical en las montañas centrales de Pangea, cuyos vestigios se han conservado en los yacimientos de la formación de Tambach. Estos yacimientos de tierras altas son una rareza; la mayor parte de los yacimientos paleontológicos del mundo corresponden a mares o a tierras bajas.

La vegetación de Tambach recuerda a la de las sabanas actuales, salvo por la ausencia de hierbas, a las que aún les faltaban doscientos millones de años para evolucionar. Durante la estación húmeda, las intensas lluvias forman lagos efímeros, que se evaporan en pocos días o semanas con la llegada de la estación seca, de días calurosos y noches frías debido a la altitud de la región. Sin embargo, la humedad no llega a desaparecer del suelo fangoso, de manera que las plantas no tienen necesidad de desarrollar raíces profundas ni otras adaptaciones a los ambientes secos. Abundan sobre todo las coníferas y los equisetos arbóreos; los helechos son raros. Entre los invertebrados hay insectos, moluscos, gusanos y medusas de agua dulce.

Ya conocemos algunos habitantes de Pangea de esta época, como el anfibio acuático Diplocaulus y el gran depredador con vela Dimetrodon, ambos descubiertos en Norteamérica, aunque muy probablemente se extendieran por gran parte del supercontinente. Pero en la formación de Tambach, debido a la intermitencia de los lagos, los vertebrados acuáticos comunes en otras partes del Pangea están ausentes; los únicos anfibios que viven en la región están adaptados a la vida terrestre. Y los sinápsidos carnívoros como Dimetrodon son más pequeños y menos abundantes que sus parientes norteamericanos. Los vertebrados más abundantes en Tambach son herbívoros.

Uno de estos herbívoros es Eudibamus, un pequeño reptil de unos veinticinco centímetros de longitud y menos de un kilo de peso. Su cabeza es triangular, con el hocico redondeado y pequeños dientes puntiagudos. Pero lo más llamativo son sus patas traseras, mucho más largas y fuertes que las delanteras. Eudibamus es el tetrápodo bípedo más antiguo conocido; era capaz de correr a gran velocidad sobre sus patas traseras para escapar de los depredadores. Sin embargo, este animal no es el ancestro de los dinosaurios; pertenece al grupo de los bolosaurios, que se extinguieron sin dejar descendencia.

Los herbívoros más abundantes de la región pertenecen a dos grupos: los diadéctidos, tetrápodos cercanos a los ancestros de los amniotas, que muestran características tanto anfibias como reptilianas; y los caseidos, animales de cuerpo robusto cercanos a los ancestros de los mamíferos. Ambos grupos estaban muy extendidos por todo el supercontinente de Pangea, y se encuentran entre los primeros tetrápodos herbívoros de la historia.

Los diadéctidos fueron los primeros tetrápodos terrestres que alcanzaron gran tamaño. Tienen el cráneo ancho y corto, con el hocico romo, fuertes mandíbulas dotadas de dientes adaptados para cortar y masticar materia vegetal dura y fibrosa, cuerpo alargado, patas relativamente cortas y cola larga. En la meseta de Tambach viven al menos dos especies. Orobates, un animal semejante a una salamandra, de 85 centímetros de longitud y cuatro kilos de peso, solo se ha encontrado aquí. Además de los huesos, se han hallado también sus huellas. En 2019, un equipo multidisciplinar de científicos y técnicos de varios centros europeos de investigación construyó un Orobates robótico para simular su forma de caminar, que según las conclusiones del estudio se parecía más a la del caimán que a la de las salamandras, con las patas relativamente erectas y ondulaciones laterales del cuerpo. El segundo diadéctido, Diadectes, se conoce también de otros yacimientos de Pangea en Norteamérica. Diadectes es un animal corpulento de metro y medio a tres metros de longitud, con el cráneo grueso y las patas cortas y robustas. Los dientes frontales, con forma de espátula, sirven para cortar la vegetación, mientras que los laterales, más anchos, trituran el alimento. Tiene además un paladar secundario, gracias al cual es capaz de masticar y respirar al mismo tiempo.

Entre los caseidos destaca Martensius. Su nombre es un homenaje al paleontólogo alemán Thomas Martens, del Museo de la Naturaleza de Gotha, el primero que, en 1974, descubrió huesos fósiles en la región. Los caseidos tienen la cabeza pequeña y cuadrada, con un hocico marcado en la mandíbula superior, el cuello corto, el cuerpo grueso con forma de barril y la cola larga. Los orificios nasales son grandes, y probablemente albergan órganos sensoriales o para conservar la humedad. Los dientes son todos iguales, largos y poco especializados, y son visibles con la boca cerrada. El paladar también está cubierto de pequeños dientes. Martensius es un caseido pequeño, de unos setenta centímetros de longitud. Su cabeza es más larga y triangular que la de otros miembros del grupo. Las manos y los pies, relativamente grandes, acaban en largas garras curvadas y puntiagudas.

Entre 1995 y 2006 se han descubierto cuatro esqueletos bien conservados de Martensius, de los que el más grande, un adulto, y el más pequeño, un ejemplar juvenil, están bastante completos. La comparación entre los dos esqueletos ha puesto de manifiesto diferencias sustanciales que indican un cambio en el modo de vida y la alimentación a lo largo del desarrollo del animal. Los dientes juveniles son pequeños y cónicos, adaptados a una dieta insectívora. Los de los adultos, sin embargo, son triangulares y ligeramente curvados, adecuados para cortar y triturar la dura vegetación de su hábitat. Además, la caja torácica y el abdomen se hacen más voluminosos con la edad, lo que les permite albergar un aparato digestivo más grande, necesario para llevar a cabo la fermentación de la dieta vegetal. Las fuertes garras de manos y pies les sirven además para excavar en busca de raíces y tubérculos, y los adultos son capaces de levantarse sobre las patas traseras para alcanzar ramas más altas.

Martensius es uno de los caseidos más primitivos que conocemos. Sólo es más primitivo Eocasea, del Carbonífero superior de Kansas, hace unos trescientos millones de años. Por su dentición, Eocasea no era herbívoro, como los demás caseidos, sino insectívoro, aunque se trata de un ejemplar que no había completado su crecimiento, por lo que no podemos estar seguros de que no sufriera unas transformaciones semejantes a las de Martensius en su desarrollo. También en Diadectes se han descrito cambios parecidos en la dentición durante el crecimiento. Parece que esta transición de insectivoro a herbívoro a lo largo de la vida de los primeros tetrápodos herbívoros fue crucial para obtener la flora intestinal necesaria para digerir la celulosa de las plantas, gracias a los microorganismos que ya estaban presentes en el aparato digestivo de los insectos herbívoros.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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