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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Deinonychus, la garra terrible.

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Hace unos 110 millones de años, en el Cretácico Inferior, vivía en los Estados Unidos Deinonychus, un dinosaurio depredador de hasta tres metros y medio de largo emparentado con el velocirraptor. Sus fósiles se han encontrado en los estados de Montana, Utah, Wyoming, Oklahoma y Maryland. Deinonychus vivía en bosques tropicales y subtropicales pantanosos, semejantes a los pantanos de la actual Luisiana. Allí habitaban también cocodrilos y dinosaurios, como el gran depredador Acrocanthosaurus y varias especies de herbívoros: el acorazado Sauropelta, el enorme Sauroposeidon y Tenontosaurus, del que ya hemos hablado en Zoo de fósiles.

Deinonychus es bípedo, y camina con el cuerpo y la cola en posición horizontal; tiene una altura hasta la cadera de unos noventa centímetros, y pesa unos setenta y cinco kilos. La cabeza, de unos cuarenta centímetros de largo, es ancha, con el hocico estrecho y los ojos bien separados, lo que le proporciona una buena visión binocular. Las mandíbulas son fuertes, con unos setenta dientes planos, curvos y afilados. Se calcula que cada uno de estos dientes se reemplazaba cada 290 días. El cuello se dobla en forma de S, de manera que la cabeza está más alta que el cuerpo.

Las patas delanteras son bastante largas; aunque, como en muchos dinosaurios carnivoros, su movilidad es reducida, le permiten agarrar objetos. Las manos son grandes, con tres dedos con garras en cada una; de ellos, el primero es el más corto y el segundo, el más largo. Las palmas de las manos no se dirigen hacia abajo, como se suelen representar incorrectamente, sino que están enfrentadas.

Las patas traseras son largas y fuertes. Los pies tienen cuatro dedos; el primero está atrofiado, pero el segundo está equipado con una enorme garra curvada en forma de hoz. Esta garra, que con su cubierta córnea hoy desaparecida debía de medir unos doce centímetros, es la que da nombre al animal: Deinonychus significa “garra terrible”, de los términos griegos deinós, “terrible”, y ónyx, “garra”. La curvatura de esta garra es variable entre individuos, pero no está claro si depende del sexo, de la edad o de otros factores. Al caminar, la garra se mantiene levantada, sin tocar el suelo; solo se apoyan los dedos tercero y cuarto.

La cola es larga. Las apófisis de sus vértebras son muy largas, de forma que las vértebras caudales son más de trece veces más largas que anchas; esto, unido a la osificación de los tendones, hace que la cola sea bastante rígida.

Aunque no se han encotrado plumas asociadas a Deinonychus, sí las tienen muchos de sus parientes, incluido el velocirraptor, así que es probable que Deinonychus estuviera cubierto de plumas. Se ha encontrado un fósil de un adulto, de unos trece o catorce años, incubando huevos, lo que significa que tenía la sangre caliente. Los huevos, de unos siete centímetros de diámetro, eran de color azul, no blanco, probablemente para camuflarse mejor en el suelo, que es donde estos animales hacían sus nidos.

Entre las presas de Deinonychus se encontraba el tenontosaurio, un dinosaurio herbívoro de unos ocho metros de longitud. Dado el enorme tamaño del tenontosaurio, se ha propuesto que Deinonychus cazaba en manada, aunque también es posible que fuera carroñero, y que los esqueletos parciales de este depredador descubiertos junto a los de sus presas, que suelen corresponder a ejemplares jóvenes, pudieron ser muertos y devorados por sus congéneres en la competición por la carroña, como se observa en la actualidad entre los cocodrilos y entre los dragones de Komodo. Aunque también se han descrito rastros de huellas paralelas que indican al menos un comportamiento gregario entre los Deinonychus.

La anatomía de las patas traseras es muy parecida a la de águilas, halcones y búhos. Se ha propuesto que, como esas rapaces, Deinonychus usaba más las patas que los dientes para matar. Saltaba sobre su presa, la sujetaba con sus largas garras, que se clavaban profundamente en la carne, y la inmovilizaba con el peso de su cuerpo, manteniéndose en equilibrio gracias a la larga cola y al aleteo de sus brazos cubiertos de plumas. Entonces, con la presa aún viva, empieza a devorarla hasta que muere por hemorragia masiva y fallo multiorgánico. El hallazgo de marcas de dientes de Deinonychus en huesos de tenontosaurio ha permitido calcular la fuerza de su mordedura, que resulta ser mayor que la de cualquier mamífero viviente, y a la altura de la de un aligator de tamaño similar. Del estudio de las huellas fosilizadas se ha calculado una velocidad de marcha de unos diez kilómetros por hora. En cuanto a su velocidad en carrera, se estima que alcanzaba los cuarenta kilómetros por hora; eran corredores rápidos, pero no tanto como otros dinosaurios o como un avestruz, por ejemplo.

Los brazos son más largos en los ejemplares jóvenes que en los adultos, y la articulación del hombro es más móvil. Además, es posible que las garras más curvadas correspondan también a los jóvenes. Estas diferencias pueden ser indicios de distintos modos de vida. Se ha propuesto que los jóvenes eran animales trepadores e incluso que podían volar, mientras que los adultos vivían exclusivamente en el suelo y habían perdido la capacidad de vuelo. Esta hipótesis abre nuevas perspectivas sobre el origen del vuelo de las aves. El estudio de los isótopos de los dientes indica que jóvenes y adultos tenían además dietas diferentes: los jóvenes comían sobre todo presas pequeñas, mientras que los adultos se alimentaban de presas grandes. Esto hace menos verosímil la hipótesis de que estos animales cazaban en grupo, a no ser que las manadas estuvieran formadas exclusivamente por adultos, y los jóvenes vivieran al margen de sus progenitores.

Los primeros dientes de Deinonychus fueron descubiertos por el paleontólogo Barnum Brown en el sur de Montana en 1931, pero no fueron estudiados adecuadamente hasta tres décadas más tarde, cuando ya se disponía de fósiles más completos. A finales de los años 60 del pasado siglo, el paleontólogo John Ostrom revolucionó con el estudio de Deinonychus la imagen de los dinosaurios, al mostrarlos por primera vez como depredadores ágiles y activos, y puso en evidencia las semejanzas de esta especie con las aves. Deinonychus es hoy uno de los dinosaurios depredadores mejor conocidos y, en realidad, uno de los más populares, aunque no lo sospechemos. Según ha confesado él mismo, Michael Crichton se basó en este dinosaurio para crear los velocirraptores de su novela “Parque Jurásico”. Les cambió el nombre simplemente porque “velocirraptor” le parecía más dramático… Los velocirraptores reales son mucho más pequeños, del tamaño de un pavo. Así que, la próxima vez que veas un velocirraptor en una película, recuerda que seguramente se trate en realidad de un Deinonychus. Y que debería tener plumas.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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