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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Kongonaphon y Azendohsaurus

Kongonaphon y Azendohsaurus. - Zoo de Fósiles podcast - Cienciaes.com

Hace unos años hablábamos en Zoo de fósiles de Scleromochlus, el pequeño saltador bípedo, un miembro del grupo llamado Avemetatarsalia, que incluye a todos los arcosaurios más emparentados con los dinosaurios que con los cocodrilos. A este grupo pertenecen los pterosaurios, los propios dinosaurios y, claro, las aves, además de otros animales menos conocidos. Este año 2020 se ha publicado la descripción científica de otro miembro primitivo del grupo, Kongonaphon, descubierto en 1998 en la formación Isalo II, en el sudoeste de Madagascar, por un equipo de paleontólogos del Museo Americano de Historia Natural y de la Universidad de Antananarivo. Su nombre, una mezcla de malgache y griego, significa “asesino de bichos”, de kongona, término malgache que designa los insectos parásitos, como las chinches, los piojos y las garrapatas, y fon, variante del griego antiguo foneós, “asesino”.

Kongonaphon, aún más pequeño que Scleromochlus, vivió a mediados del Triásico, hace unos 230 o 240 millones de años. Por aquel entonces, casi todas las tierras emergidas estaban unidas en el supercontinente Pangea, y Madagascar, que se encontraba en su interior, era una región cálida y seca. La fauna de mediados del Triásico no nos resulta tan familiar como las de periodos posteriores. Aunque los restos fósiles encontrados en la formación Isalo II son por lo general bastante fragmentarios, podemos hacernos una idea de los vertebrados que convivían con Kongonaphon. Había varias especies de anfibios, distintos de los actuales; aquellos eran animales grandes, semejantes a cocodrilos, a veces con la cabeza más ancha y el hocico más corto. También se ha encontrado el esqueleto parcial de otro miembro primitivo del grupo Avemetatarsalia, un animal acorazado que aun no se ha descrito. Hay rincosaurios, herbívoros de cuerpo cilíndrico rechoncho con un fuerte pico; fitosaurios, semejantes a cocodrilos acorazados; procolofónidos, lagartos robustos de cráneo similar al de las tortugas; cocodrilos primitivos; cinodontes, ancestros de los mamíferos, y dicinodontes, sus parientes cercanos; silesaurios, parientes de los dinosaurios; y rincocéfalos, grupo de reptiles cuyo único representante viviente es el tuátuara de Nueva Zelanda.

Kongonaphon pertenece a la familia de los lagerpétidos, y es el primer miembro de este grupo del que conocemos sus mandíbulas y dientes, y el primero que se encuentra en África. Hasta ahora, los fósiles de lagerpétidos solo se habían encontrado en América: Lagerpeton en Argentina, Ixalerpeton en Brasil, y Dromomeron en Argentina y el sur de los Estados Unidos. Los lagerpétidos, de patas largas y cuerpo esbelto, no son los antepasados directos de los dinosaurios, sino parientes muy cercanos, puesto que algunos convivieron con dinosaurios primitivos. Son un grupo poco conocido, debido a la escasez de sus restos fósiles. Lagerpeton, que significa “lagarto conejo”, medía unos setenta centímetros de longitud. Aunque por la mayor longitud de sus patas traseras se le considera bípedo, un rastro de huellas cuadrúpedas más antiguo encontrado en Polonia cuadra perfectamente con las características anatómicas de este animal. Ixalerpeton significa “lagarto saltador”, aunque no parece que lo fuera. Medía unos ochenta centímetros de longitud, y no está claro si era bípedo o cuadrúpedo. El tercer género, Dromomeron, “fémur corredor”, era el más grande, con una longitud de hasta un metro.

Solo conocemos un esqueleto parcial de Kongonaphon, que apareció desarticulado, repartido entre dos bloques de arenisca: parte de una mandíbula, un fémur casi completo con una vertebra caudal, los huesos del pie, y fragmentos de la tibia, el peroné y el húmero. Kongonaphon se caracteriza por sus patas largas y delgadas, y se calcula que su altura total no pasaba de diez centímetros. La mandíbula es ancha y alta, semejante a la de los primeros pterosaurios. Los pocos dientes conservados son cónicos y lisos, con hendiduras irregulares, lo que sugiere que era insectívoro.

A veces parece increíble todo lo que pueden averiguar los paleontólogos a partir de un trozo de hueso. Es el caso del fragmento de tibia de Kongonaphon: por un lado, la desorganización de las fibras de hueso en el interior de la tibia indica que el crecimiento inicial del animal fue rápido, pero por otro, la orientación concéntrica de esas fibras en la parte más externa muestra que el crecimiento se hizo más lento con el tiempo; era de hecho más lento que el de los primeros pterosaurios y dinosaurios. Además, hay líneas en el hueso, análogas a los anillos de los árboles, que muestran que el crecimiento era estacional, relacionado con la mayor o menor abundancia de alimento a lo largo del año. Todo esto indica que no se trata de una cría, sino de un adulto de varios años de edad, como confirma la presencia de suturas fusionadas en las vértebras y la textura suave de los huesos de las patas. Sin embargo, la abundancia de canales vasculares en los huesos significa que el animal aún estaba creciendo y, de no haber muerto, podría haber alcanzado un tamaño algo mayor.

En cualquier caso, el pequeño tamaño de Kongonaphon y de Scleromochlus sugiere que los antepasados de dinosaurios y pterosaurios sufrieron en su evolución una miniaturización que favoreció su diversificación y la explotación de nuevos nichos ecológicos, y que explicaría la escasez de sus fósiles. Esta reducción de tamaño también pudo facilitar la evolución del vuelo en los pterosaurios y la del bipedismo, que se mantuvo en muchos dinosaurios. Además, los animales tan pequeños pierden calor muy deprisa, y las frías noches de mediados y finales del Triásico debieron de ser un acicate para la adquisición de un aislante térmico, que evolucionó hasta llegar a los filamentos llamados picnofibras de los pterosaurios y a las plumas de los dinosaurios.

En Isalo II también se han descubierto los restos fósiles de Azendohsaurus, un reptil arcosauromorfo herbívoro de dos o tres metros de longitud. Los arcosauromorfos son un grupo mucho más amplio, que incluye, además de Avemetatarsalia, cocodrilos, tortugas y muchos grupos extintos. Azendohsaurus, pariente de Shringasaurus, del que también hemos hablado en Zoo de fósiles, tenía la cabeza pequeña, dientes cortadores en forma de hoja, el cuello largo levantado sobre los hombros, el cuerpo rechoncho, más alto en los hombros que en las caderas, y la cola corta. Las patas son cortas y gruesas, con dedos anchos y cortos y garras largas y curvadas. Las patas delanteras se mantienen verticales bajo el cuerpo, mientras que las traseras se abren a los lados. La estructura interna de sus huesos indica que era un animal de sangre caliente y de crecimiento rápido; así que estas características ya habían evolucionado antes de la aparición de los dinosaurios.

La anatomía de Azendohsaurus, sobre todo en la parte delantera del cuerpo, y su modo de vida eran parecidos a los de los dinosaurios saurópodos y prosaurópodos. De hecho, las mandíbulas y los dientes se parecen tanto a los de esos dinosaurios que los primeros fósiles de Azendohsaurus que se encontraron, un fragmento de mandíbula y algunos dientes descubiertos en el Atlas marroquí, se atribuyeron a un prosaurópodo. Hasta que no se hallaron restos más completos en Madagascar no se desveló la verdadera identidad del animal. Es un ejemplo de evolución convergente: dos especies no emparentadas que se parecen porque tienen modos de vida semejantes. Azendohsaurus debió de ser uno de los primeros animales grandes que se alimentaba de hojas y otro material blando de las copas de los árboles. Sin embargo, los saurópodos tuvieron más exito evolutivo, y Azendohsaurus se extinguió pronto.
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OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

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Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

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