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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Los osos chatos de América.

El oso chato - Zoo de fósiles podcast - CienciaEs.com

Hace unos diez millones de años, a finales del Mioceno, vivía en Norteamérica Plionarctos, el primer miembro conocido de la subfamilia de los tremarctinos, los osos de hocico corto. A pesar de su nombre común, el hocico de los tremarctinos no es más corto que el de otros osos; es más grueso, y por eso parece más corto. Plionarctos era un oso relativamente pequeño, con machos de unos ciento ochenta kilos y hembras de solo sesenta kilos. Durante millones de años prosperó en Norteamérica e incluso se extendió por Europa; se extinguió a mediados del Pleistoceno, hace poco menos de dos millones de años, aunque es posible que sobreviviera en Europa hasta hace unos pocos cientos de miles de años.

Plionarctos fue el ancestro de todos los osos de hocico corto, que han vivido en América hasta nuestros días. Hoy, el único representante viviente de esta subfamilia es el oso de anteojos, que habita en la cordillera de los Andes. El oso de anteojos es un oso pequeño, de entre 1,30 y 1,90 metros de largo y alrededor de cien kilos de peso. Su pariente cercano, el oso de Florida, se extendió por todo el sur de los Estados Unidos hasta finales del Pleistoceno, hace unos doce mil años. Desapareció debido al cambio climático tras la glaciación y por la caza a la que fue sometido por los primeros pobladores de América.

Otro pariente cercano del oso de anteojos fue Arctotherium, que vivió en Sudamérica, desde Venezuela hasta Chile y la Argentina, entre el Pleistoceno y principios del Holoceno, hace entre 1,2 millones y once mil años. Los ancestros de todos estos osos sudamericanos llegaron a este continente a finales del Plioceno, cuando se formó el istmo de Panamá. Una especie de Arctotherium regresó más tarde al norte y llegó hasta Yucatán.

Se conocen cinco especies de Arctotherium. La menor pesaba unos trescientos kilos, mientras que la mayor, Arctotherium angustidens, superaba la tonelada de peso y medía más de dos metros de longitud y 1,80 de altura en la cruz; puesto en pie, alcanzaba los tres metros y medio. Aunque las hembras eran mucho menores. En comparación, el mayor oso actual, el oso kodiak, pesa en promedio entre trescientos y quinientos kilos, aunque algunos ejemplares pueden sobrepasar los setecientos. El gran tamaño de Arctotherium angustidens se atribuye a la competición con otros carnívoros sudamericanos, como los jaguares y los tigres de dientes de sable. Se alimentaba de los grandes herbívoros de la época, como los perezosos terrestres y los toxodontes. Estos osos gigantes eran tanto cazadores como carroñeros, y con su gran tamaño podían robar las presas de otros depredadores. Como los osos actuales, también consumían alimentos ricos en hidratos de carbono, como frutas y miel. Hace unos años se encontró en las cercanías del Mar del Plata una hembra de Arctotherium con dos cachorros dentro una cueva, así que es posible que usaran esos lugares como refugio.

Paralelamente, en Norteamérica también evolucionó un oso gigante de hocico corto: Arctodus. Arctodus aparece en el registro fósil hace 1,8 millones de años, a mediados del Pleistoceno, y fue el oso más abundante de Norteamérica. Se conocen dos especies; la menor, Arctodus pristinus, de unos quinientos kilos de peso y tres metros de altura puesto en pie, se extendía desde el este y el sur de Estados Unidos hasta México, mientras que la mayor, Arctodus simus, habitaba desde Alaska hasta el centro y oeste de los Estados Unidos; era muy abundante en California. Arctodus simus compite con Arctotherium angustidens por ser el oso más grande, y quizá el mamífero carnívoro terrestre más grande de la historia. Arctodus era quizá algo más largo, pero Arctotherium era más robusto. Se han encontrado marcas de garras en una cueva de Missouri a 4,60 metros de altura sobre el suelo; el oso que las hizo debía alcanzar 3,70 metros de altura puesto en pie. Las hembras eran más pequeñas, con un peso de unos cuatrocientos kilos. Como su análogo sudamericano, Arctodus simus era un omnívoro oportunista. Con su fuerte mandíbula, dotada de largos caninos, y que se podía abrir como la de los grandes felinos, y la visión binocular que le proporcionaban los ojos separados y dirigidos hacia delante, podía cazar grandes animales, como mamuts, alces, bisontes y bueyes almizcleros. Durante un tiempo se creyó que con sus largas patas era un buen corredor, que podía cazar animales veloces, como ciervos, caballos y antílopes, pero se trata de una ilusión: sus patas no son más largas que las de otros osos, solo lo parecen porque su cuerpo es más corto. Su anatomía no le permitía tampoco cambiar de dirección con rapidez; cualquier herbívoro medianamente ágil le habría dejado atrás con facilidad. Seguramente, Arctodus simus también robaba las presas de otros depredadores, como leones, lobos, pumas y guepardos, y se alimentaba de frutas y otras materias vegetales. Los análisis indican que las poblaciones septentrionales, de Alaska y Canadá, eran más carnívoras que las meridionales. La especie pequeña, Arctodus pristinus, por su parte, era también más herbívora que carnívora.

Ambos osos gigantes, Arctotherium y Arctodus, evolucionaron paralelamente desde osos más pequeños. Otro ejemplo más de evolución convergente. Aunque hay diferencias. En Arctotherium, las especies más antiguas son también las más grandes, y con el paso del tiempo redujeron su tamaño, mientras que en Arctodus es la especie más reciente la más grande. Las condiciones climáticas y ecológicas en las que evolucionaron no fueron las mismas, pero tampoco podemos descartar el efecto del azar; la evolución no está predeterminada.

En cualquier caso, los dos linajes de osos gigantes se extinguieron hace unos once mil años, a principios del Holoceno. Su extinción es posterior a la presencia humana en América, pero no hay pruebas directas de la caza de estos osos por parte de los humanos; aunque la competencia con los humanos por las mismas presas pudo contribuir a su extinción, la causa más probable de su desaparición es la extinción de la megafauna que constituía su principal fuente de alimento al final de la última glaciación y, en el caso de Arctodus, la competencia con el oso pardo, recién llegado de Asia.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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