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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Dilophosaurus, el dinosaurio con dos crestas.

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Hace 193 millones de años, a principios del Jurásico, el clima del centro-oeste de los Estados Unidos, por entonces en el interior de Pangea, era cálido y seco. En las orillas de los ríos crecían bosquetes de coníferas rodeados de desiertos arenosos. En estos oasis encontramos moluscos, crustáceos, tiburones y otros peces, ranas, salamandras, cecilias, tortugas, lagartos, cocodrilos, cinodontos parecidos a castores y mamíferos primitivos semejantes a ratas, pterosaurios y dinosaurios. Entre estos últimos, hay herbívoros, como el sauropodomorfo Sarahsaurus, de cuatro metros de longitud, y el bípedo acorazado Scutellosaurus, de poco más de un metro; y carnívoros como Megapnosaurus y Kayentanator, de unos tres metros de largo. En la cúspide de la pirámide ecológica se encuentra Dilophosaurus, un dinosaurio de unos siete metros de longitud, algo menos de dos metros de altura, y cuatrocientos kilos de peso. Era el animal terrestre más grande de Norteamérica en su época.

Dilophosaurus es un terópodo, un dinosaurio bípedo carnívoro. De cuerpo esbelto, tiene la cabeza relativamente grande, de hasta sesenta centímetros de longitud. El hocico es ancho en la base, y se estrecha en el extremo, con fuertes músculos en las mandíbulas. Los dientes son largos, estrechos, curvos y aplanados lateralmente; muchos tienen los dos bordes serrados. Los dientes de la mandíbula superior son mucho más grandes que los de la inferior. Los orificios nasales se encuentran muy atrás en comparación con otros dinosaurios terópodos. El rasgo más distintivo de esta especie es el par de crestas longitudinales que recorren la parte superior del cráneo. Estas crestas semicirculares, formadas por hueso muy delgado, no se han conservado completas en ningún espécimen, y probablemente estaban recubiertas de queratina, asi que no conocemos su aspecto ni su tamaño real. Tampoco sabemos qué función tenían; parecen débiles para usarlas en combates, y posiblemente eran reclamos visuales para el reconocimiento de la especie o para atraer pareja.

El cuello es largo y flexible, con vértebras huecas muy ligeras. Los brazos son largos y fuertes, con cuatro dedos: el primero, corto y grueso, está equipado con una gran garra; el segundo y el tercero son más largos y delgados, con garras más pequeñas; el cuarto está atrofiado. Todas las garras de las manos son curvas y afiladas. Las patas son largas y muy robustas, con grandes garras en los pies, menos curvadas que las de las manos. El dedo más grueso es el tercero, y el primero se mantiene levantado sobre el suelo.

Los primeros esqueletos de Dilophosaurus se encontraron en Arizona. En el verano de 1942, el Museo de Paleontología de la Universidad de California organizó una excavación en el Condado de Navajo, en el norte de Arizona, dirigida por el paleontólogo Charles Lewis Camp. La voz se corrió entre los nativos, y el navajo Jesse Williams mostró a los científicos unos huesos que había descubierto dos años antes. La expedición desenterró tres nuevos esqueletos en las tierras de la reserva de los navajos, cerca de Tuba City; hicieron falta diez días de trabajo para extraer el mejor conservado de los tres, y dos años para montar el esqueleto en el Museo, bajo la supervisión del paleontólogo Wann Langston. En 1954, el paleontólogo Samuel Paul Welles, que había participado en las excavaciones, describió la nueva especie con el nombre de Megalosaurus wetherilli en honor de John Wetherill, un ranchero y explorador de la región. El género Megalosaurus era por aquel entonces un cajón de sastre donde se clasificaban muchas especies de dinosaurios terópodos de distintas épocas y lugares. En 1964, Welles regresó a Tuba City para datar los estratos en los que se habían encontrado los fósiles, y descubrió un nuevo esqueleto casi completo a solo cuatrocientos metros de la excavación original. Este ejemplar era más grande, y tenía dos crestas en la parte superior del cráneo, zona que en los otros fósiles estaba en muy mal estado, lo que no había permitido su identificación. Quedó claro que los ejemplares de 1942 eran jóvenes, y el nuevo esqueleto era un adulto, así que en 1970 Welles creó el nuevo género Dilophosaurus, que significa “lagarto de dos crestas”. Fue el primer terópodo bien estudiado de principios del Jurásico, y uno de los mejor conservados de esa época.

Desde entonces se han encotrado más ejemplares, entre ellos una cría, y se le atribuyen diversos rastros de pisadas. En uno de ellos, descubierto en el suroeste de Utah, hay uno de los escasos ejemplos de la huella que deja un dinosaurio al descansar en el suelo. Es un conjunto de rastros que nos muestra unos minutos en la vida de este dinosaurio: El animal camina en paralelo a la orilla del agua, se detiene y se agacha, apoyando los metatarsos y el isquion en el suelo. La base de la cola se quedó levantada, pero el extremo también se apoyó en el suelo. Como el suelo estaba inclinado, en cuesta, las dos manos se apoyaron también, cerca de los pies. Después, el animal se revolvió y pisó la huella de la mano derecha, y más tarde se levantó y siguió caminando arrastrando la cola. Este rastro indica que los dinosaurios se acostaban en una postura muy parecida a la de las aves, y muestra que los terópodos mantenían las palmas de las manos enfrentadas, y no hacia abajo como se suelen representar. Además, se han identificado marcas en las impresiones de las zonas del vientre y los pies que algunos paleontólogos han interpretado como plumón.

Los sacos aéreos que extienden el sistema respiratorio por las vértebras y el cráneo, incluso hasta la cresta, indican que su respiración era bidireccional, como la de las aves y los cocodrilos; esto permite absorber el oxígeno del aire tanto durante la inhalación como en la exhalación, lo que facilita un metabolismo elevado. Dilophosaurus era un animal ágil y rápido, que cazaba animales grandes, aunque también pudo alimentarse de presas más pequeñas, incluso de peces. Se calcula que podía alcanzar una velocidad de unos cuarenta y seis kilómetros por hora. El primer contacto con las presas lo hacía con la boca, ya que la movilidad de los brazos era reducida. Las mandíbulas son lo bastante fuertes como para perforar el hueso, y de hecho se han encontrado marcas de dientes compatibles con Dilophosaurus en un esqueleto del sauropodomorfo Sarahsaurus. Dilophosaurus es un animal de crecimiento rápido, con un aumento de alrededor de treinta kilos de peso al año en sus primeros años de vida.

En los esqueletos de Dilophosaurus se han observado varias patologías. El ejemplar mejor conservado de 1942 tiene una lesión en una vértebra cervical, y lo que parecen abscesos en el brazo derecho. Además, el húmero izquierdo es más pequeño que el derecho, mientras que ocurre lo contrario con los huesos de los antebrazos; se trata de una anomalía llamada asimetría fluctuante, que provoca variaciones aleatorias en el desarrollo de rasgos normalmente simétricos, y que puede originarse por un suceso traumático en el desarrollo temprano del animal o por estrés continuado. El esqueleto de 1964 tiene fracturas remodeladas en el radio y la escápula izquierdos, y abscesos en el cúbito y el pulgar de ese mismo lado; y en el lado derecho tiene tumores en el radio, lesiones en la muñeca y deformaciones en el húmero y en el tercer dedo, que no se podía doblar. Algunas de estas lesiones pueden indicar osteodisplasia, enfermedad que no se ha documentado entre los dinosaurios, pero sí en las aves, donde afecta a los polluelos que sufren malnutrición. No sabemos si todas las lesiones se produjeron a la vez, por ejemplo en un choque con un árbol o una roca durante una cacería o una lucha con otro animal, o en diferentes momentos; lo que sí sabemos es que algunas debieron ser muy dolorosas, y todas ellas se curaron, así que el dinosaurio sobrevivió durante meses o años.

Dilophosaurus alcanzó cierta notoriedad con su aparición en la película Parque Jurásico, en 1993. Es el dinosaurio con una gorguera desplegable alrededor del cuello, inspirada en la que lleva el clamidosaurio australiano, y que escupe veneno, con el que mata al informático Nedry cuando este trata de huir con los embriones que ha robado. No existe en los huesos del cuello ningún rastro de la existencia de la gorguera, ni en los dientes ni en las mandíbulas de la capacidad de escupir veneno; además, el tamaño del dinosaurio en la película es mucho menor que el real, aunque esto último podría explicarse si se tratase de una cría; como expresa muy gráficamente la revista Scientific American en el título del artículo sobre el dinosaurio publicado en el número de enero de este año: “El auténtico Dilophosaurus se habría merendado a su versión de Parque Jurásico”. Es una pena que en la traducción de la revista al español el título haya quedado reducido a “El auténtico Dilophosaurus”.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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