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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Los basilosáuridos, ancestros de las ballenas

Basilosauridos - Zoo de Fósiles podcast - Cienciaes.com

Hace casi doscientos años, en 1832, el derrumbamiento por la lluvia de una colina en Arkansas dejó al descubierto un alineamiento de huesos más o menos circulares que se extendían dispersos a lo largo de más de cien metros. Algunos de estos huesos se usaron como morillos, para apoyar la leña en los hogares, pero el propietario de las tierras, el juez Henry Bry, pensó que pertenecían a algún tipo de monstruo marino y podían tener interés científico; pudo rescatar unos pocos, que envió a la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia. También envió lo que le pareció un diente, confiado en que serviría para identificar de qué tipo de animal se trataba. Pero el diente resultó ser una caracola desgastada. El sedimento que rodeaba algunos huesos también contenía conchas, lo que indicaba que el gran animal había vivido en el mar. Poco después, el juez John Creagh encontró más vértebras y otros huesos en su hacienda de Alabama, y también envió muestras a la Sociedad Filosófica. Allí fueron examinadas por el paleontólogo Richard Harlan, que nunca había visto fósiles como aquellos. Harlan pidió más huesos a Creagh, que le envió piezas del cráneo, mandíbulas, patas, costillas… Harlan observó que los huesos circulares se parecían a las vértebras de los plesiosaurios, y el cráneo era similar al de los mosasaurios; a pesar de que las mandíbulas tenían dientes de diferentes formas y tamaños, típicos de los mamíferos, lo identificó como un reptil marino. Por el tamaño de las vértebras, calculó para el animal una longitud de 24 a 30 metros, así que lo bautizó con el nombre de Basilosaurus, que significa “lagarto rey”. Durante el siglo XIX, los fósiles de Basilosaurus eran tan abundantes en el sur de los Estados Unidos que llegaron a usarse como muebles.

En 1839, Harlan viajó a Londres para presentar su Basilosaurus. Richard Owen, uno de los anatomistas más prestigiosos de la época, estudió los huesos y los dientes fósiles y concluyó que se trataba de un mamífero; las semejanzas de Basilosaurus con los reptiles marinos eran consecuencia de su modo de vida similar. Por la estructura interna de los dientes, Owen propuso que se trataba de un cetáceo, lo que se confirmó años más tarde: Al caer al suelo un hueso del cráneo por accidente y romperse, se reveló el oído interno del animal, que lo identificó sin lugar a dudas como un cetáceo. Era el primer cetáceo fósil del que se tenía noticia. Owen trató de cambiar el nombre de Basilosaurus por Zeuglodon, pero las reglas de la nomenclatura zoológica dan prioridad al primer nombre publicado, aunque su significado se revele incorrecto. Así que el cetáceo primitivo se quedó con Basilosaurus.

Basilosaurus vivió en los mares tropicales y subtropicales durante el Eoceno superior, hace entre 41 y 34 millones de años. Era el mayor animal de su época, un superdepredador marino que se alimentaba de sirenios, tortugas, tiburones y otros grandes peces y cetáceos. Aunque su longitud se ha reducido un poco desde las primeras estimaciones de Harlan: La especie americana, Basilosaurus cetoides, medía entre 17 y 20 metros, y pesaba unas seis toneladas, mientras que Basilosaurus isis, especie descubierta en Egipto, y presente también en Pakistán, tenía una longitud de entre 15 y 18 metros y un peso de casi seis toneladas y media. Los machos eran más grandes que las hembras.

El primer esqueleto completo de Basilosaurus se descubrió en 2015, junto con restos de sus presas, entre las que había huesos del cetáceo Dorudon, semejante a un delfín de unos cinco metros de largo, y de varias especies de peces; también había marcas en sus huesos que indicaban carroñeo o depredación por parte de grandes tiburones, como Carcharocles sokolovi, de más de seis metros de largo.

El cuerpo de Basilosaurus es largo y serpentino; si no fuera porque este animal se extinguió millones de años antes de que aparecieran los primeros humanos, podría tratarse de la gran serpiente de mar de las leyendas marineras. Las patas delanteras, en forma de aleta, conservan la articulación del codo, como en las focas. Tiene unas pequeñas patas traseras atrofiadas de unos pocos decímetros de longitud, con solo tres dedos, que además no se articulan con la columna vertebral. Con esas extremidades, era incapaz de desplazarse en tierra. Se ha propuesto que las patas traseras podían servir para sujetar el cuerpo de la pareja durante la cópula. Debido al tamaño de las vértebras, la gran cantidad de médula ósea y fluido que contienen hace que Basilosaurus flote. Probablemente se mantenía siempre cerca de la superficie, mientras que otros cetáceos contemporáneos, como el ya citado Dorudon, eran más capaces de sumergirse. La cola terminaba en una pequeña aleta caudal horizontal.

Basilosaurus y Dorudon son dos represantantes del grupo de los basilosáuridos, fue u, incapaces de salir a tierra como hacían sus antepasados de los que hablamos hace unos meses. Los basilosáuridos medían entre cuatro y veinte metros de largo, y dieron origen a los cetáceos actuales. Todos eran depredadores con fuertes mandíbulas llenas de dientes. Varias características distinguen a los basilosáuridos de los modernos cetáceos con dientes: en primer lugar, como hemos visto en Basilosaurus, las pequeñas patas traseras. Además, la forma de su cráneo no está tan modificada, sus hocicos no son tan largos y estrechos. Tenían dos generaciones de dientes, de leche y definitivos, que se diferenciaban en incisivos, caninos y molares. Aún masticaban la comida, no la tragaban entera. El espiráculo todavía no se ha desarrollado; los orificios nasales se encuentran a mitad de camino en la parte superior del hocico, así que los basilosáuridos deben sacar la cabeza del agua para respirar. Carecen de melón, el tejido adiposo presente en la frente de los modernos cetáceos con dientes, que se cree que sirve para la ecolocalización. Sin embargo, el cráneo ya es asimétrico, lo que, junto con la estructura del oído, les permitía identificar la dirección de los sonidos bajo el agua. El cerebro es pequeño; se cree que tampoco tenían las capacidades sociales de los modernos cetáceos.

Los basilosáuridos se extinguieron al final del Eoceno, hace unos 34 millones de años, en la extinción llamada “Grande Coupure”, “gran corte” en francés, por el cambio brusco en la fauna de mamíferos que fue la primera indicación de la existencia de este evento de extinción. Se produjo un rápido enfriamiento del clima que hizo aparecer el casquete polar antártico y provocó un acusado descenso del nivel del mar. Este enfriamiento pudo estar ocasionado por la intensa actividad volcánica en Etiopía, por la caída de varios grandes meteoritos en el centro de Siberia y la costa atlántica de Norteamérica, o por la disminución del dióxido de carbono atmosférico debida a la alteración de los silicatos de la corteza terrestre en el cálido clima del Eoceno. La separación de la Antártida de Sudamérica también alteró las corrientes oceánicas, y en el siguiente periodo, el Oligoceno, los modernos cetáceos sustituyeron a los basilosáuridos.

(Germán Fernández, 17/03/2023)

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
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