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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Ichthyornis, Hesperornis y Vegavis, tres aves acuáticas del Cretácico

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Hace siglo y medio, en 1870, el geólogo estadounidense Benjamin Franklin Mudge descubrió en Kansas los restos fósiles de un ave con dientes. En 1872, cuando ya tenía los restos embalados y listos para enviar al paleontólogo Edward Drinker Cope, de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, con el que colaboraba asiduamente, recibió una carta de Othniel Charles Marsh, rival de Cope en la llamada “guerra de los huesos” y antiguo amigo de Mudge, en la que le pedía que le enviara fósiles para estudiarlos. Mudge cambió el destinatario del cajón y se lo envió a Marsh. Sin embargo, Marsh no reconoció de primeras la importancia del fósil, puesto que creyó que las mandíbulas dentadas no pertenecían al ave, sino a una nueva especie de reptil marino, al que llamó Colonosaurus mudgei en honor de su descubridor. El ave recibió el nombre de Ichthyornis, “ave-pez”, debido a la semejanza de sus vértebras cóncavas con las de los peces. En 1873, al extraer los fósiles de la roca, Marsh reconoció su error. Ichthyornis se convirtió en la primera ave fósil con dientes conocida, lo que reforzó la teoría de la evolución de Darwin, y la hipótesis de la relación evolutiva entre las aves y los reptiles.

Los dientes de Ichthyornis solo están presentes en la zona media de ambas mandíbulas. Son aplanados, con la punta curvada hacia atrás y los bordes lisos. A diferencia de otras aves y dinosaurios, los dientes no se insertan en alvéolos individuales, sino en un surco que recorre longitudinalmente la mandíbula, igual que en los mosasaurios, en un sorprendente caso de convergencia adaptativa entre un ave y un reptil marino. El extremo de las mandíbulas, sin dientes, está cubierto por un pico formado por varias placas de queratina, como el del albatros. En el cráneo se mezclan caracteres primitivos, como el cerebro similar al de los dinosaurios terópodos no voladores, con otros modernos, como el paladar, muy parecido al de las aves actuales. Las alas son largas, con fuertes músculos que se insertan en la quilla del esternón, como en las aves modernas.

Ichthyornis vivió en Norteamérica hace entre 95 y 84 millones de años, y era el equivalente ecológico de las actuales gaviotas. Tenía el tamaño de una paloma, aunque los ejemplares más antiguos son más pequeños, y los más modernos, más grandes.

Más especializada que Ichthyornis era Hesperornis. Hesperornis pertenece al grupo de las hesperornitas, las únicas aves del Mesozoico que colonizaron los océanos. Las hesperornitas vivieron a finales del Cretácico, hace entre 100 y 66 millones de años. Eran aves acuáticas muy especializadas que se extendieron por hábitats marinos y de agua dulce del hemisferio norte; aves depredadoras nadadoras y buceadoras, muchas de ellas incapaces de volar. El hocico es largo, acabado en un pico ganchudo, con dientes cónicos simples para atrapar peces, que se insertan en un surco como los de Ichthyornis. Su cuerpo es largo e hidrodinámico, con las patas situadas muy atrás, como en los somormujos, zampullines y pingüinos. Los huesos densos facilitaban el buceo. El fémur y el metatarso son cortos, mientras que la tibia es larga. No está claro si los pies estaban palmeados como los de los patos, o los dedos disponían de lóbulos de piel individuales, como los somormujos, para propulsarse bajo el agua. En tierra eran muy torpes, y quizá solo salían para anidar. La estructura de las patas y los pies sugiere que eran incapaces de caminar, y debían arrastrarse por el suelo sobre el vientre: en reposo, las patas se proyectaban hacia los lados del cuerpo. Aunque se han descrito varios géneros y especies de hesperornitas, casi todos ellos se conocen a partir de restos muy fragmentarios. La hesperornita mejor conocida es Hesperornis, que vivió en el hemisferio norte hace entre 84 y 72 millones de años. De este género se han hallado numerosos fósiles en los Estados Unidos, Canadá, Suecia y Rusia.

Hesperornis fue descubierta en Kansas por el paleontólogo estadounidense Othniel Charles Marsh en 1871, durante su segunda expedición al oeste. Era un esqueleto de ave sin cabeza, de metro y medio de longitud, sin alas y con fuertes patas. Marsh lo identificó como un ave buceadora, y lo bautizó con el nombre de Hesperornis, que significa “ave del oeste”. El año siguiente, uno de los alumnos de Marsh, Thomas H. Russell, encontró un esqueleto más completo, con parte de la cabeza, en la que se podía ver que la mandíbula tenía dientes.

Hesperornis era un ave grande, de entre 1,5 y 2 metros de longitud, con un peso de 10 u 11 kilos. La articulación de las mandíbulas le permite tragar presas grandes, como hacen los pelícanos. La mandíbula inferior tiene dientes a lo largo de toda su extensión, mientras que en la superior solo están presentes en la parte posterior. La parte anterior, sin dientes, estaba cubierta por un pico formado por varias placas de queratina, como el de Ichthyornis. El cuello es largo y flexible. Las patas sobresalen a los lados del cuerpo, cerca de la cola. Se cree que era incapaz de mantenerse en pie en tierra firme, y se desplazaba arrastrándose sobre el vientre, como las focas. En el agua, sin embargo, eran muy rápidos. En un hueso de la pata de un Hesperornis se han encontrado marcas de dientes de un pequeño plesiosaurio con signos de infección, lo que indica que el ave escapó y sobrevivió al ataque.

Hesperornis era un ave marina que vivía en aguas poco profundas de mares tropicales y subtropicales, aunque algunos fósiles se han encontrado en entornos de agua dulce, lo que sugiere que, o bien algunas especies se adaptaron a ese medio, o bien migraban allí para reproducirse. Se alimentaba de peces y cefalópodos, y era la presa de grandes reptiles marinos como plesiosaurios y mosasaurios.

Tanto en el caso de Ichthyornis como en el de Hesperornis, y al igual que en las aves modernas, los polluelos crecían rápido y a un ritmo continuo hasta hacerse adultos.

Más reciente es Vegavis, que vivió en la Antártida hace entre 69 y 68 millones de años. Su nombre significa “ave de Vega”, en referencia a la isla Vega, junto a la península Antártica, donde fue descubierta en 1993 por una expedición argentina. Pero hasta 2005 no se identificó como una nueva especie, ya que necesitó una preparación muy minuciosa para extraer los delicados huesos de la roca. En un espécimen, conservado en tres dimensiones, se ha podido estudiar la siringe, el órgano fonador de las aves; su estructura asimétrica sugiere que era capaz de graznar como los patos y los gansos.

Vegavis era un ave buceadora de 60 centímetros de longitud, con los huesos densos para facilitar la inmersión y un elevado metabolismo para sobrevivir en el frío ambiente de la Antártida. No está claro si es una anseriforme primitiva, pariente de patos y gansos, o pertenece a una rama lateral fuera del grupo de las aves modernas. En el primer caso, sería la primera prueba material definitiva de que los representantes de algunos grupos de aves modernas vivían ya en el Mesozoico y convivieron con los dinosaurios.

(Germán Fernández, 08/12/2024)

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