La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace casi dos siglos, entre 1841 y 1842, el paleontólogo inglés Richard Owen describió el género Pliosaurus a partir de varios especímenes descubiertos por el también paleontólogo William Buckland. El nombre es en realidad un error de Owen, que debería haber escrito Pleiosaurus, del griego pleion, que significa “más”, y sauros, “lagarto”, ya que consideraba que este nuevo fósil, con el cuello corto, la cabeza grande y el hocico alargado y triangular, estaba más próximo a los saurios, incluyendo los cocodrilos, que los plesiosaurios de cuello largo.
Pliosaurus, del que se conocen alrededor de seis especies, era un depredador marino de unos diez metros de largo y más de doce toneladas de peso, con grandes mandíbulas equipadas con decenas de dientes de sección triangular. Quizá existieron ejemplares más grandes: a partir de algunas vértebras y una mandíbula aislada, que podrían pertenecer a Pliosaurus, se ha estimado una longitud máxima de hasta 14,4 metros. Las aletas son grandes, más grandes las traseras que las delanteras, al revés que en los plesiosaurios de cuello largo. Las aletas delanteras de Pliosaurus miden unos tres metros de largo. La estructura del esqueleto de las cuatro aletas sugiere que el animal nadaba normalmente con las aletas delanteras, y solo usaba las traseras para acelerar durante la caza. Proporcionalmente, su cerebro es semejante al del tiburón blanco. Pliosaurus vivió a finales del Jurásico, hace unos 150 millones de años, y sus restos fósiles se han encontrado en Europa y en Sudamérica.
Pliosaurus y sus parientes cercanos forman el grupo de los talasofoneos, los típicos plesiosaurios de cuello corto conocidos como pliosaurios. Pero, como ya vimos en el episodio dedicado a los plesiosaurios de cuello largo, el árbol evolutivo de los plesiosaurios es complejo, y algunos plesiosaurios de cuello corto están más emparentados con los plesiosaurios de cuello largo que con estos talasofoneos. Como los policotílidos, llamados falsos pliosaurios. Los policotílidos, de cuello corto, cabeza alargada y hocico estrecho, vivieron por todos los océanos durante el Cretácico, y quizá prosperaron tras la extinción, a mediados de ese periodo, de los ictiosaurios. Uno de los policotílidos mejor conocidos es Trinacromerum, un nadador rápido semejante a un pingüino con cuatro aletas que se alimentaba de peces pequeños. Medía unos tres metros de largo y vivió en lo que hoy es Norteamérica a finales del Cretácico.
Volviendo a los talasofoneos, su nombre, procedente del griego, significa “asesinos del mar”. Fueron los superdepredadores de los océanos desde finales del Jurásico hasta su extinción a mediados del Cretácico superior, hace unos 90 millones de años. Los talasofoneos eran más veloces, aunque menos ágiles, que los plesiosaurios de cuello largo. Además de la cabeza grande y el cuello corto, tenían el cuerpo hidrodinámico, ancho y robusto, y la cola corta. Como hemos visto con Pliosaurus, tenían las aletas traseras más largas que las delanteras. Su crecimiento era rápido, como el de aves y dinosaurios, y su metabolismo elevado; probablemente eran animales de sangre caliente. Como todos los plesiosaurios, tenían glóbulos rojos grandes, lo que les ayudaba a prolongar las inmersiones. Gracias a la presencia de glándulas excretoras de sal, podían beber agua de mar.
Uno de los primeros talasofoneos fue Peloneustes, el “nadador del fango”, que vivió en el Jurásico medio, hace unos 165 millones de años. Era un pliosaurio de unos cuatro metros de largo; la cabeza, alargada y triangular, mide unos 75 centímetros. Los orificios nasales se encuentran hacia la mitad del cráneo. Los dientes, cónicos, están curvados y estriados; son más grandes en la parte delantera de las mandíbulas, y más pequeños y curvados en la trasera, lo que indica que se alimentaba de presas grandes; en el caso de Peloneustes, peces. Quizá tenía una pequeña aleta en la cola. Vivía en un mar poco profundo rodeado de islas y continentes, en lo que hoy es Inglaterra.
Más o menos por la misma época y en la misma región vivió Simolestes, de 4,5 metros. Su cráneo corto y grueso resistía grandes fuerzas de torsión, lo que le permitía capturar cefalópodos de caparazón duro, como belemnites y amonites. También cazaba calamares.
Entre el Jurásico medio y el Jurásico superior vivió Liopleurodon, hace unos 160 millones de años. Medía entre 4 y 10 metros de longitud, con un peso de cerca de 8 toneladas, y cazaba peces, cefalópodos y otros reptiles marinos mediante emboscada. El extremo del hocico tiene forma de roseta, como el de los modernos gaviales, cocodrilos especializados en la captura de peces. Los fósiles de Liopleurodon se han encontrado en Europa y México.
Uno de los pliosaurios más grandes fue el australiano Kronosaurus. Lleva el nombre del titán griego Cronos, padre de Zeus, que devoró a sus hijos para evitar que le derrocaran. Kronosaurus vivió en la segunda mitad del Cretácico inferior, hace entre 125 y 100 millones de años, en el mar de Eromanga, un mar interior fangoso y relativamente poco profundo que cubría gran parte del este de Australia en aquella época. Era un mar frío; es posible que en invierno quedara parcialmente cubierto de hielo. Kronosaurus sobrepasaba los 10 metros de longitud, con una envergadura de más de 5 metros. El cráneo mide algo menos de 3 metros. Los ojos se sitúan a los lados de la cabeza, bastante adelantados. El hocico es largo y estrecho, con dientes cónicos semejantes a los de Peloneustes: curvados y estriados; más grandes en la parte delantera de las mandíbulas, y más pequeños y curvados en la trasera. Los más largos superaban los siete centímetros. Kronosaurus se alimentaba de presas grandes, como tortugas marinas y plesiosaurios de cuello largo. En el mar de Eromanga también había ictiosaurios, pero quizá eran demasiado rápidos para estos depredadores.
La fuerza de las mandíbulas de Kronosaurus superaba a la de cualquier animal viviente de la actualidad, y era ligeramente inferior a la del tiranosaurio. Varios fósiles nos han dado información sobre sus presas y sus relaciones con otros miembros de su especie y con otros depredadores. Un ejemplar de Kronosaurus contenía los restos de una tortuga en el tubo digestivo; por la posición de estos restos, el depredador murió asfixiado al atragantarse con ellos. Se han encontrado marcas de dientes de Kronosaurus en un cráneo aplastado de Eromangasaurus, un plesiosaurio de 7 metros de largo. Hay también marcas de dientes de un Kronosaurus adulto en el cráneo de un ejemplar joven de la misma especie, de menos de 7 metros de longitud; esto indica que existían casos de agresión intraespecífica o quizá de canibalismo entre los Kronosaurus. Aunque también sufría los ataques de otros depredadores: una mandíbula de Kronosaurus conserva marcas de dientes de un gran tiburón de unos 8 metros de longitud, semejante al tiburón blanco; el crecimiento óseo alrededor de las heridas indica que el Kronosaurus sobrevivió al ataque.
Otros pliosaurios del Cretácico, como Brachauchenius y Megacephalosaurus, tenían los dientes más o menos del mismo tamaño, lo que indica una tendencia evolutiva hacia la caza de presas más pequeñas. Brachauchenius vivió en el Cretácico superior, hace unos 95 millones de años. Era un pliosaurio relativamente pequeño, de poco más de 5 metros de longitud y 2 toneladas de peso. Sus restos se han encontrado en África y Norteamérica.
Megacephalosaurus, también del Cretácico superior, vivió hace unos 93 millones de años en el mar de Niobrara, un brazo de mar de unos mil kilómetros de ancho, más de tres mil kilómetros de longitud y cerca de ochocientos metros de profundidad que dividía Norteamérica de norte a sur. Megacephalosaurus, el “lagarto de cabeza grande”, medía hasta nueve metros de longitud, de los que casi dos corresponden a la cabeza. El hocico es muy alargado, y constituye dos tercios de la longitud total del cráneo. Los dientes miden hasta 4,5 centímetros.
Megacephalosaurus fue uno de los últimos talasofoneos. Estos depredadores se extinguieron a mediados del Cretácico superior, hace unos 90 millones de años, y fueron reemplazados por los mosasaurios, reptiles marinos mucho más veloces, que estaban emparentados con los lagartos modernos. Pero también los mosasaurios desaparecieron poco después, en la extinción masiva de finales del Cretácico, hace 66 millones de años.
(Germán Fernández, 05/07/2025)
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