El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.
La constelación de Erídano, Eridanus en latín, es una de las más grandes de la bóveda celeste. Se extiende por el hemisferio sur, desde el Ecuador hasta los 58 grados de latitud sur, por lo que sólo es visible en su totalidad al sur del paralelo 32 grados norte, aproximadamente la latitud de Marrakech, en Marruecos; Bengasi, en Libia; Amán en Jordania; Shanghái, en China; Tucson, en los Estados Unidos; y Ciudad Juárez, en México.
En la mitología griega, el Erídano era uno de los cinco ríos que cruzaban el Hades; el río en el que se ahogó Faetón. Faetón era hijo de Helios, el conductor del carro solar. Un día, Faetón quiso guiar el carro de su padre, pero perdió el control y se acercó demasiado a la Tierra, de manera que convirtió en desierto la mayor parte de África y quemó la piel de los etíopes, que por eso es negra. Zeus tuvo que intervenir; lanzó un rayo para detener el carro; Faetón cayó al Erídano y se ahogó.
Lope de Vega
Lope de Vega lo cuenta así:
Salió Faetón y amaneció el Oriente
vertiendo flores, perlas y tesoro,
pasó por alto del mar indio al moro
turbado de su luz resplandeciente.
Las montañas de nubes, al poniente,
iban subiendo, y de la Libra al Toro,
cuando cayó, sembrando el carro de oro,
del Erídano claro en la corriente.
Recibióle llorando la ribera,
de su temeridad castigo justo:
que tan alto subir, tan bajo para.
Pero mísero dél, ¿dónde cayera,
si con freno de fuerza, y no de gusto,
la voluntad de una mujer guiara?
Achernar, el final del río
Achernar, o alfa Eridani, es la estrella más brillante de la constelación de Erídano, y la novena de todo el firmamento. Su nombre procede del árabe Ajir-al-Nar, que significa “el final del río”, ya que está situada en el extremo sur de la constelación.
Achernar se encuentra a 139 años-luz de la Tierra, y es en realidad una estrella doble, formada por una supergigante azul, Achernar A, y una estrella blanca, Achernar B. La masa de Achernar A es unas siete veces la del Sol, mientras que la de Achernar B es de dos masas solares. Las dos estrellas orbitan muy próximas una alrededor de la otra, a unas doce unidades astronómicas, con un periodo de revolución de unos quince años. Si Achernar A ocupara el lugar del Sol, Achernar B se situaría cerca de la órbita de Saturno.
El brillo de 3.000 soles
Achernar A es 3000 veces más luminosa que el Sol, aunque emite gran parte de su energía en forma de radiación ultravioleta. La velocidad de la superficie en el ecuador es de 225 kilómetros por segundo; si fuese sólo un 33% más alta, la fuerza centrífuga sería suficiente para expulsar la materia de la superficie de la estrella al espacio. Debido a esa altísima velocidad de rotación, Achernar A es la estrella más achatada que conocemos. Su diámetro ecuatorial, once veces el del Sol, es una vez y media el diámetro polar; esto hace que la temperatura de su superficie no sea uniforme: en los polos alcanza los 20.000 K, mientras que en el ecuador, donde la superficie está más lejos del centro de la estrella, la temperatura no pasa de 10.000 K. Esos polos tan calientes generan un viento estelar que alimenta una envoltura de gas caliente y plasma alrededor de la estrella.
Achernar se encuentra en el hemisferio sur de la bóveda celeste, y sólo es visible por debajo del paralelo 32º 45’ N. No es visible desde Europa, aunque sí desde las islas Canarias. Sin embargo, Hiparco de Nicea, que observaba el cielo desde Grecia en el siglo II a.C., cita esta estrella en sus escritos. También la cita Claudio Tolomeo, en Alejandría en el siglo II, aun cuando en aquella época, debido a la precesión del eje de rotación de la Tierra, Achernar se encontraba nueve grados más al sur, y no era visible desde el norte de Egipto. Es posible que Tolomeo tuviera noticias de la estrella por las caravanas que se internaban en el desierto hacia el sur, pero lo más probable es que ambos astrónomos se refirieran a la estrella Acamar, la estrella zeta Eridani, cuyo nombre tiene la misma etimología que el de Achernar, y que está situada más al norte y es visible desde el sur de Europa.
Hiparco y Tolomeo.
Acamar está situada a unos ciento veinte años luz de la Tierra, y también es una estrella doble, formada por dos estrellas blancas, cada una de ellas con una masa unas dos veces y media la del Sol. Y es posible que estas dos estrellas formen parte de un sistema múltiple más amplio.
Es curioso que tanto Hiparco como Tolomeo, al igual que el astrónomo persa del siglo X Al Sufi y el mongol Ulugh Beg en el siglo XV, catalogaron Acamar como estrella de primera magnitud, cuando se trata en realidad de una estrella de tercera magnitud, mucho menos brillante. El error puede ser explicable en el caso de Hiparco, ya que desde Grecia Acamar se observa muy baja, cerca del horizonte, donde el espesor de la atmósfera puede hacer que la estrella parezca más brillante de lo que es, pero no en el caso de Tolomeo. ¿Hubo una confusión entre ambas estrellas, heredaron el error unos de otros, o Acamar era realmente más brillante hace unos siglos? Quizá una de las dos estrellas, u otra aún desconocida del hipotético sistema múltiple al que pertenecen, sea variable y fue más luminosa en el pasado.
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
El expediente Karnak. Ed. Rubeo
El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo
PARA SABER MÁS
El teorema de las peonzas estelares. Hablamos con Antonio Claret.
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