El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.
El histólogo franco-canadiense Charles Philippe Leblond, pionero de la autorradiografía y descubridor de las células madre adultas, nació en Lille (Francia) el 5 de febrero de 1910. Estudió Medicina en la Universidad de París, donde se interesó por la histología, el estudio de los tejidos orgánicos.
Tras pasar dos años becado en la Universidad de Yale, en 1937, Leblond se incorporó al Laboratorio de Síntesis Atómica de París, donde trabajó en la preparación de isótopos radiactivos para la identificación de moléculas en procesos biológicos. Así descubrió que el yodo se acumula en la glándula tiroides, desde donde se distribuye al resto del cuerpo. Para identificar con más precisión en qué tejidos se acumulaba el yodo, se interesó por la autorradiografía, una nueva técnica con la que se podían obtener imágenes de rayos X de moléculas marcadas con isótopos radiactivos, por la emisión radiactiva de las propias moléculas. De este modo es posible seguir el recorrido de una molécula en un organismo. Pero sus primeros experimentos, con yodo-128, fueron fallidos, ya que la vida media de ese isótopo, 25 minutos, es demasiado corta; el yodo se desintegraba demasiado deprisa y no quedaba suficiente radiactividad para registrarla en la placa fotográfica.
Entre 1940 y 1941, como becario de investigación en la universidad estadounidense de Rochester, Leblond estudió el papel de los fosfatos en el crecimiento de los huesos.
En 1941 se trasladó a la Universidad McGill, en Montreal (Canadá), donde llegó a ser catedrático de Anatomía. Allí, usando el isótopo yodo-131, descubierto en 1938, y cuya vida media es de ocho días, consiguió mejorar las autorradiografías y pudo localizar los folículos tiroideos donde se acumulaba el yodo.
Tras la Segunda Guerra Mundial, durante la cual sirvió en las Fuerzas de la Francia Libre en Río de Janeiro y Londres, volvió a Montreal, donde se dedicó, con la colaboración de Leonard Bélanger, a mejorar la resolución de las técnicas de autorradiografía. Hasta entonces, las autorradiografías se realizaban montando delgadas secciones de los tejidos marcados radiactivamente sobre placas fotográficas, que después se revelaban. Leblond y Bélanger consiguieron mejorar la resolución de la técnica hasta el nivel de células individuales mediante el uso de emulsiones fotográficas líquidas en las que se sumergen las secciones de tejidos.
La autorradiografía de alta resolución desarrollada por Leblond se sigue usando hoy en día para la localización de genes y secuencias de ADN y ARN. Con la autorradiografía, Leblond pudo demostrar que la mayor parte de las células y tejidos adultos están en continua renovación, y no son estructuras estables, como se pensaba por entonces; también calculó con gran precisión la duración del ciclo de vida de muchos tipos de células.
En los años 50, junto con Yves Clermont, estudió la espermatogénesis, la producción de espermatozoides a partir de sus células precursoras, las espermatogonias. Así descubrió que el epitelio seminífero, situado en la base de los tubos seminíferos del testículo, alberga una población de células madre que se divide continuamente para producir células diferenciadas al tiempo que mantiene su propio número. Leblond también encontró células madre en tejidos formados en su mayor parte por células que no se dividen, como el tejido muscular esquelético. Así, llegó a la conclusión de que en el cuerpo existen tres tipos de poblaciones de células: poblaciones estáticas, compuestas exclusivamente por células que no se dividen; poblaciones expansivas, que contienen una pequeña proporción de células madre adultas; y poblaciones renovables, dominadas por las células madre.
Usando bicarbonato marcado con carbono-14 y aminoácidos con azufre-35, Leblond descubrió que en prácticamente todas las células del cuerpo se están sintetizando proteínas continuamente, en contra de la creencia de su época de que las células alternaban entre periodos de actividad y de reposo; también descubrió, entre otras muchas cosas, que el ARN se sintetiza en el núcleo de las células y después se traslada al citoplasma, y que la glicosilación, uno de los pasos de la síntesis de proteínas en la célula, se realiza en el aparato de Golgi.
Leblond continuó trabajando incansablemente hasta el final; a los 65 años se integró en el Instituto Nacional de Salud Dental estadounidense, donde aprendió inmunohistoquímica, un procedimiento que utiliza anticuerpos como marcadores para localizar proteínas.
Con 90 años, aprendió a usar el ordenador. Publicó un total de 430 artículos científicos, el último en septiembre de 2006, siete meses antes de su muerte.
Charles Philippe Leblond murió en Montreal el 10 de abril de 2007. A lo largo de su vida recibió un gran número de premios y títulos honoríficos.
Las investigaciones de Leblond fueron revolucionarias en todos los sentidos; no sólo por los métodos experimentales que desarrolló, sino por los resultados que obtuvo, que alteraron la imagen que se tenía de la célula en la primera mitad del siglo XX y sentaron las bases de la moderna biología celular.
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