El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.
Hace seis millones y medio de años, el estrecho de Gibraltar no existía. El océano Atlántico y el mar Mediterráneo estaban comunicados por dos brazos de mar, el corredor del Rif, en el norte de África, y el corredor Bético, donde hoy se encuentra la cordillera Bética, en el sur de España, separados por una cadena de islas. Debido a una elevación tectónica de la región unida a un descenso global de entre diez y veinte metros del nivel del mar, hace 5.960.000 años sólo quedaba abierto el corredor Bético. Y este también acabó por cerrarse, y hace 5.590.000 años el Mediterráneo quedó completamente aislado del océano Atlántico y se convirtió en un lago. Es lo que se conoce con el nombre de crisis salina del Mesiniense.
Cortado el suministro de agua desde el Atlántico, el aporte de agua de los ríos no podía compensar la evaporación, y se produjo la desecación casi completa del Mediterráneo en menos de mil años. Enormes cantidades de rocas salinas, conocidas con el nombre de evaporitas, se depositaron en el fondo, y, al faltar el peso del agua, la corteza terrestre se levantó isostáticamente entre decenas y centenares de metros. Esas rocas salinas, que formaron capas de varios kilómetros de espesor, se pueden ver en varios lugares del sur de España, nordeste de Libia e Italia, como en la ciudad de Mesina, en Sicilia, que precisamente da nombre al periodo Mesiniense. Los ríos como el Ródano y el Nilo excavaron en el antiguo fondo marino cañones de más de un kilómetro de profundidad, comparables con el cañón del Colorado, que han sido después colmatados por sedimentos.
Las condiciones climáticas en aquella cuenca mediterránea seca son desconocidas; una región situada a 4 kilómetros bajo el nivel del mar no tiene parangón hoy en día. Teóricamente, la temperatura a cuatro kilómetros bajo el nivel del mar debe de ser unos 40º C superior a la temperatura al nivel del mar, o sea, unos 80º C en verano. Y la presión atmosférica alcanzaría 1,7 atmósferas. También las regiones sobre el nivel del mar en la cuenca mediterránea debían sufrir un clima mucho más seco que hoy en día, al carecer de la humedad que hoy aporta el mar.
La cantidad de sal en los depósitos mesinienses es de más de cuatro mil billones de toneladas, cincuenta veces la cantidad total de sal contenida en las aguas del Mediterráneo. Esto significa que el proceso de llenado y desecación se repitió varias veces, o bien que durante un periodo prolongado un Mediterráneo hipersalino siguió siendo alimentado por agua procedente del Atlántico.
Esta situación duró hasta hace 5.330.000 años, cuando las aguas del Atlántico volvieron a inundar la cuenca del Mediterráneo, en lo que se llama la inundación zancleense.
Un equipo de científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas español, estudiando los datos sísmicos y de perforaciones submarinas de la región, reconstruyó en 2009 las etapas de esa inundación: En un primer momento, una elevación del nivel del mar, un descenso tectónico de la zona del estrecho de Gibraltar o la erosión provocaron la apertura de un pequeño canal de desagüe que llevó agua desde el Atlántico hasta la cuenca mediterránea. El agua, poco a poco, excavó un canal de doscientos kilómetros de longitud cuya profundidad fue aumentando progresivamente, quizá durante miles de años. Pero en una segunda fase, cuando el canal de desagüe alcanzó una profundidad crítica, se produjo una inundación catastrófica, con un caudal de cien millones de metros cúbicos por segundo (mil veces más que el caudal del Amazonas), que provocó una erosión en el canal de desagüe de más de cuarenta centímetros diarios y un aumento del nivel del Mediterráneo de más de diez metros al día; en esta fase, que duró entre varios meses y dos años, se transfirió el 90% del total del agua del Mediterráneo a través de un gigantesco rápido entre el golfo de Cádiz y el mar de Alborán, un canal de quinientos metros de profundidad, ocho kilómetros de anchura y 1500 metros de desnivel por donde el agua circulaba a cientos de kilómetros por hora. Así se formó el estrecho de Gibraltar. El llenado del Mediterráneo hizo bajar el nivel global del mar unos quince metros.
No está claro si durante el periodo en el que estuvo aislado el Mediterráneo llegó a secarse por completo; es posible que quedaran al menos tres o cuatro lagos hipersalinos en las zonas más profundas. En caso contrario, esos lagos hipersalinos debieron formarse en las primeras etapas de la inundación porque, aunque parezca mentira, siguen existiendo en la actualidad. Sólo que se encuentran bajo el agua. En el fondo del mar Mediterráneo existen seis cuencas anóxicas hipersalinas, lagos submarinos pobres en oxígeno y con una concentración tan alta de sal que sus aguas no se mezclan con las aguas oxigenadas que los cubren. En los sedimentos acumulados bajo esas cuencas, ricos en sulfuro de hidrógeno, tampoco hay oxígeno, y hasta hace poco se creía que sólo estaban habitados por virus y organismos unicelulares. Pero tres expediciones realizadas por un equipo de científicos italianos y daneses a una de esas cuencas, la de L’Atalante, situada 192 kilómetros al oeste de Creta, descubrieron en 2010 tres especies de animales pluricelulares que viven en esos sedimentos completamente privados de oxígeno. Se trata de tres especies de loricíferos, unos animales hermafroditas de menos de un milímetro de longitud que viven en los sedimentos del fondo del mar y que no fueron descubiertos hasta la segunda mitad del siglo XX. Las células de estas nuevas especies carecen de mitocondrias, los orgánulos encargados de la respiración aeróbica; en su lugar, tienen hidrogenosomas, unos orgánulos productores de hidrógeno, presentes en ciertos microorganismos anaerobios, y que probablemente evolucionaron a partir de las mitocondrias. Son los primeros animales conocidos que no necesitan oxígeno para vivir.
Como el continente africano se está moviendo hacia Europa (de hecho, es el choque entre esas dos placas tectónicas lo que provocó la elevación de los Alpes y de los Pirineos), es probable que en un futuro lejano el Mediterráneo vuelva a secarse. Y la cuenca acabará por cerrarse y se convertirá en una cordillera. Pero aún faltan muchos millones de años para eso.
MÁS INFORMACIÓN
http://elneutrino.blogspot.com.es/2009/12/la-inundacion-del-mediterraneo.html
http://elneutrino.blogspot.com.es/2010/04/los-primeros-animales-que-no-respiran.html
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