El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.
El río Níger fue un misterio para los exploradores occidentales durante siglos; sólo su curso medio, al sur del desierto del Sahara, era conocido por los viajeros; nada se sabía de su nacimiento ni de su desembocadura. Debido a la compleja orografía del África occidental, el Níger nace a pocos cientos de kilómetros del Océano Atlántico, en Guinea, pero da un rodeo de cuatro mil kilómetros, primero hacia el nordeste y luego hacia el sudeste, a través de Malí, Níger y Benín, para desembocar en Nigeria, en el golfo de Guinea. El naturalista romano Plinio el Viejo, en el siglo I de nuestra era, y el explorador árabe Ibn Battuta, en el siglo XIV, creían que el Níger pertenecía a la misma red fluvial que el Nilo, y León el Africano, en el XVI, pensaba que fluía de este a oeste. Los primeros exploradores portugueses lo confundían con el curso alto del río Senegal.
A finales del siglo XVIII, la Asociación Británica para Promover el Descubrimiento de las Partes Interiores de África organizó varias expediciones para explorar el curso del Níger. El médico y explorador escocés Mungo Park se presentó voluntario, y recorrió el curso alto del Níger entre 1795 y 1797. Mungo Park creía que el Níger llegaba hasta África central y se comunicaba con el Congo, así que imaginó que debía existir una cordillera que separase la cuenca del Níger del golfo de Guinea. Esa hipotética cordillera recibió el nombre de montes de Kong, en referencia a la ciudad de Kong, en el nordeste de Costa de Marfil. En 1805, Mungo Park emprendió una nueva expedición, decidido a descender el Níger hasta su desembocadura o morir en el intento. Desgraciadamente fue lo segundo; después de recorrer 1 600 kilómetros fue atacado por los hausas, en el norte de Nigeria, y se ahogó. De toda la expedición, sólo sobrevivieron un guía y un porteador.
Pero la idea de la existencia de los montes de Kong cuajó entre los geógrafos y entre los exploradores, y comenzaron a circular historias sobre cumbres cubiertas de nieve, yacimientos de oro… En 1798, el geógrafo inglés James Rennell fue el primero que incluyó los montes de Kong en un mapa. Desde entonces, a lo largo de todo el siglo XIX, muchos atlas y tratados de geografía mostraron los montes de Kong en África occidental como una cordillera que se extendía de oeste a este, desde el nacimiento del Níger hasta enlazar con las míticas montañas de la Luna del África central. También se encuentran referencias a los montes de Kong en obras literarias de la época, como en Robur el conquistador, novela de Julio Verne publicada en 1886:
“En el horizonte se perfilaban confusamente los montes de Kong del reino de Dahomey.”
Entre 1887 y 1889, el militar y explorador francés Louis-Gustave Binger llevó a cabo una misión de reconocimiento del curso del Níger. El 20 de febrero de 1888, fue el primer occidental que pudo entrar en la ciudad de Kong. Al delimitar la divisoria de las aguas entre los afluentes del Níger y los ríos que desembocan en el golfo de Guinea, como el Comoé y el Bandama, Binger constató que los montes de Kong no existían. Aunque el relato de su viaje, titulado Del Níger al golfo de Guinea, fue publicado en París en 1891, todavía en obras tan tardías como el atlas Tramplers Mittelschulatlas, publicado en Viena en 1905, aparecen los montes de Kong. Pero las tesis de Binger, y los hechos, terminaron por imponerse, y los montes de Kong pasaron a formar parte de la historia de los errores geográficos.
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.
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