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El Neutrino

El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.

El Capitán América contra los supersoldados nazis.

El Capitán América contra los supersoldados nazis. - Podcast El Neutrino - CienciaEs.com

Las condiciones aquí son duras, y espero que lo entenderéis si solo puedo escribiros cada dos a cuatro días. Hoy os escribo principalmente para pedir un poco de Pervitin. (9 de noviembre de 1939)

¿Quizás podríais conseguirme algo más de Pervitin para que pueda tener un avituallamiento de reserva? (20 de mayo de 1940)

Si es posible, por favor remitidme un poco más de Pervitin. (19 de julio de 1940)

Estos tres fragmentos corresponden a sendas cartas que un joven soldado alemán escribió a su familia durante la Segunda Guerra Mundial. El joven, más tarde, recibió el Premio Nobel de Literatura, aunque no por haber escrito esas cartas. Se trata de Heinrich Böll.

El Pervitin, en la Alemania nazi, era el nombre comercial de la metaanfetamina, de venta libre como estimulante desde su comercialización en 1938. Otto Ranke, director del Instituto para la Fisiología General y de Defensa en la Academia de Medicina Militar de Berlín, estudió los efectos del Pervitin en 90 estudiantes universitarios y decidió que esa droga podía ayudar a ganar la guerra. El Pervitin aumenta la autoconfianza y la concentración, y reduce la percepción del riesgo, el apetito, la necesidad de dormir y la sensibilidad al dolor. Ideal para un soldado.

Solo en el periodo entre abril y diciembre de 1939, la farmacéutica alemana Temmel proporcionó al ejército nazi 29 millones de pastillas de Pervitin, y 35 millones entre abril y julio de 1940. A pesar de la propaganda nazi sobre la juventud sana, el uso del Pervitin en el ejército era generalizado, aunque se mantenía en secreto, con el nombre clave “OBM”. El propio Hitler recibió inyecciones intravenosas de metaanfetamina desde 1942 hasta su muerte.

También en Japón, con el nombre comercial de Philopon, se fabricaron mil millones de pastillas de metaanfetamina para uso civil y militar. En los años 40 y 50 del siglo XX aún se administraban a los trabajadores industriales para aumentar su productividad.

En el bando aliado, los pilotos de los bombarderos y los tripulantes de los submarinos recibían anfetaminas para reducir la fatiga y aumentar la concentración en desplazamientos prolongados. También se suministró en grandes cantidades a las tropas británicas y estadounidenses del norte de África. Sin embargo, ya en 1943 se conocían sus efectos adversos: Según el Ministerio del Aire Británico,

Cualquiera que tome anfetaminas siente que tiene control total sobre la situación y que puede seguir desempeñando sus tareas sin necesidad de descansar y considera que puede obrar bien, cuando lo cierto es que está cometiendo toda clase de errores.

En la Alemania nazi también salieron a la luz en seguida los efectos adversos de la metaanfetamina. Los soldados se habituaban a ella y cada vez necesitaban una dosis mayor para obtener los mismos resultados. De ahí las cartas pidiendo Pervitin a las familias. El uso de la droga se descontroló ya en 1939. La capacidad de concentración de los soldados acabó por disminuir, y, en casos aislados, provocó problemas de salud, como transpiración excesiva y alteraciones circulatorias, e incluso la muerte.

En la primavera de 1941 se restringió la venta al público del Pervitin, pero fue más por garantizar el suministro a las tropas que por precaución ante sus efectos secundarios.

A finales de 1944, el farmacólogo de Kiel Gerhard Orzechowski presentó a las autoridades militares alemanas una droga mejorada, el D-IX, una mezcla de cocaína, metaanfetamina y un derivado de la morfina, que se había experimentado con prisioneros del campo de concentración de Sachsenhausen: Los sujetos, cargados con una mochila de 20 kilos, marcharon 90 kilómetros durante 24 horas con solo dos o tres cortas paradas, sin cansancio aparente. Pero el segundo día, al repetir el ejercicio, casi todos murieron. De todos modos, se proporcionó la droga a los tripulantes de submarinos; no se pudo hacer llegar a todo el ejército nazi porque la guerra terminó antes de que el D-IX se pudiera fabricar en masa.

El uso de drogas en la guerra no se limitó a la Segunda Guerra Mundial. Desde que el mundo es mundo se han utilizado para aumentar el “ardor guerrero” de los soldados: desde el vino de los hoplitas griegos hasta la morfina en la Guerra de Secesión estadounidense, pasando por las setas alucinógenas de los vikingos, el hachís de los nizaríes (la célebre secta de los asesinos) o la hoja de coca de los incas. Por no hablar de la poción mágica de los galos… No sé si aún existe, pero cuando el servicio militar era obligatorio en España, todos los mozos recibíamos nuestra cartilla militar donde, al finalizar la mili, se incluía el famoso “Valor: Se le supone” que, visto lo visto, debería sustituirse por “Valor: se le suministrará en pastillas”.

A pesar del rechazo social de las drogas en la actualidad, su uso militar sigue siendo generalizado. Durante la Guerra del Golfo de 1991, al menos la mitad de los pilotos estadounidenses tomaban anfetaminas voluntariamente, y el ejército francés suministró a sus soldados, sin su conocimiento, y antes de haber sido aprobada por las autoridades sanitarias, una droga llamada modafinilo, que les permitía aguantar tres días sin dormir. Hoy en día, los combatientes en la guerra de Siria utilizan la fenetilina, de fabricación fácil y barata. Etcétera, etcétera… La verdadera historia del Capitán América es mucho menos heroica y mucho más sórdida de lo que nos han contado.


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