El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.
El pasado 20 de marzo, a las 10:28 de la mañana, hora peninsular española, comenzó la primavera astronómica. Normalmente, la primavera empieza el 21 de marzo, pero este año no ha sido así. En realidad, ni este año, ni ninguno desde 2008 hasta 2102. Entre 2044 y 2097, incluso caerá en el 19 de marzo algunos años. No es una arbitrariedad; depende de la órbita terrestre: Por definición, la primavera astronómica empieza cuando la Tierra pasa por el punto de su órbita llamado equinoccio vernal o punto de Aries, en el que se cruzan los planos definidos por la órbita terrestre y por el Ecuador; en otras palabras, cuando el eje de nuestro planeta es perpendicular a la línea que une la Tierra con el Sol, de manera que los rayos de éste caen verticalmente en el Ecuador y llegan horizontalmente a los polos.
Cuando la Tierra pasa por el punto de Aries el día y la noche tienen aproximadamente la misma duración (si no tenemos en cuenta las variaciones provocadas por el tamaño aparente del Sol y por la refracción atmosférica); a partir de ese instante, los días empiezan a ser más largos que las noches en el hemisferio norte (y lo contrario en el hemisferio sur), en el polo norte comienzan los seis meses de luz perpetua, y cae la noche en el polo sur. Ocurre lo mismo, a la inversa, seis meses más tarde, en el equinoccio de otoño o punto de Libra, alrededor del 22 ó 23 de septiembre.
Hay varias razones por las que la fecha y la hora exacta de los equinoccios varían de un año a otro. En primer lugar, el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol no es exactamente nuestro año civil de 365 días, sino lo que se llama año sidéreo, que dura 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,7632 segundos. Por eso, como cada año debería durar aproximadamente un cuarto de día más, cada cuatro años tenemos un año bisiesto, con 366 días.
Además, mientras la Tierra gira en su órbita, el punto de Aries también se mueve en sentido contrario, de manera que la Tierra emplea en promedio sólo 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,19 segundos entre un equinoccio de primavera y el siguiente; es lo que se llama un año trópico. Por eso la corrección de los años bisiestos, un día adicional cada cuatro años, es excesiva; sobran alrededor de 45 minutos. Para mantener las estaciones sincronizadas con el calendario, y que no acabemos teniendo el verano en abril, cada cien años hay un año bisiesto menos (los años terminados en dos ceros), pero cada cuatrocientos se vuelve a añadir uno (los múltiplos de 400, por eso el año 2000 fue bisiesto). Con estas correcciones, la diferencia entre nuestro calendario y el movimiento de la Tierra en su órbita queda reducida a un día cada 3200 años.
El valor del año trópico varía ligeramente de año en año debido a las perturbaciones que la Luna y los otros planetas inducen en la órbita terrestre. La atracción gravitatoria de la Luna provoca la nutación, una pequeña oscilación del eje de rotación de la Tierra respecto a la esfera celeste que es análoga al bamboleo que sufre una peonza cuando pierde fuerza y está a punto de caer.
El movimiento del punto de Aries, por su parte, se llama precesión de los equinoccios; se explica porque el eje de la Tierra, igual que el de una peonza, no está fijo en el espacio, sino que describe un círculo con un periodo de unos 26 000 años. Dentro de 13 000 años, cuando el eje haya realizado la mitad de su desplazamiento, no será la estrella Polar la que indique el norte, sino la estrella Vega, en la constelación de la Lira, la quinta estrella más brillante del cielo. De hecho, el punto de Aries se ha movido tanto desde la antigüedad que hace ya mucho tiempo que no se encuentra en la constelación de Aries, sino en la de Piscis (y pronto, hacia 2148, entrará en Acuario). Esto significa que muchas personas que creen que su signo astrológico es Aries, en realidad nacieron cuando el Sol estaba en Piscis, y lo mismo ocurre con los demás signos y constelaciones. ¿Hace falta algo más para darse cuenta de que la astrología es una patraña?
(Germán Fernández, 04/2017)
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
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