Los mares y océanos han motivado desde siempre a los científicos. La necesidad de orientarse en un entorno cambiante nos ha hecho mirar al cielo y conocer los astros y sus movimientos, hemos creado instrumentos de navegación en los que se dan la mano arte, ciencia y tecnología, y han tenido lugar grandes expediciones científicas que han cambiado la visión del mundo y de nosotros mismos. De todo ello nos habla Manuel Díez Minguito.
Pues bien, en Egipto esa costa es estrecha: en efecto, desde este mar (el Mar Mediterráneo) hasta el mar Eritreo (el Mar Rojo) hay cien mil brazas y éstas constituirían mil estadios; pero a partir de esta estrecha franja se encuentra, muy ancha, la costa que se ha denominado Libia (África).
Por consiguiente, me extraño de los que han separado y dividido Libia y Asia y Europa, pues las diferencias entre ellas no son pequeñas: en efecto, por su longitud, Europa se extiende a lo largo de ambas y, en cuanto a su anchura, me parece que no vale la pena ni siquiera compararla. En efecto, parece claro que Libia está rodeada de agua por todas partes, con excepción de lo que de ella delimita con Asia, siendo el primero que lo demostró Necao, faraón de los egipcios, quien, una vez que hubo interrumpido de excavar en canal que desde el Nilo se extendía hasta el golfo arábigo, envió a hombres fenicios en unas naves, tras haberles ordenado que para su regreso pasaran navegando por medio de las columnas de Heracles (Estrecho de Gibraltar) hasta el mar boreal (se refiere al Mar Mediterráneo) y de este modo llegaran a Egipto.
Tras partir, pues, los fenicios, del mar Eritreo, navegaron el mar meridional (Océano Índico); y cuando era el final del otoño, atracando, sembraban la tierra en el lugar de Libia en que en cada ocasión, al navegar, se hallasen, y aguardaban la cosecha. Y una vez que habían recogido el grano, se hacían a la mar, de modo que, transcurridos dos años, al tercer año, tras haber doblado las columnas de Heracles, llegaron a Egipto. Y decían algo no creíble a mi juicio, pero quizás sí al de algún otro: que al circunnavegar Libia, tuvieron el sol de su derecha. Así fue conocida ésta por primera vez.
(Herodoto de Halicarnaso. Historias. Libro IV. )
Múrex. Factoría de Salazón Púnico-Romana de Almuñécar, Granada.
Dos ejemplos de las industrias más importantes para los mercaderes fenicios fueron la producción de salazones, necesaria para conservar pescados, o alimentos en general, y el comercio con tinturas.
Los pescados en salazón se preparaban mediante el uso de sal. La idea era prolongar su conservación haciendo que el pescado suelte el agua que contiene y creando un ambiente hostil para las bacterias, impidiendo así su putrefacción. Los salazones se realizaban en grandes cubas o aljibes como los que se muestran en la fotografía (factoría de salazón púnico-romana de Almuñécar, Granada) en los que se echaba salmuera (agua con una alta concentración de sal). En ellos se dejaba el pescado macerar después de haber sido descamado.
Otra forma de prepararlo es mediante el jareado del pescado, como se hace aún con el bacalao en salazón. La técnica consistía en dar un corte por la mitad a lo largo de la espina dorsal a la pieza, extrayendo las vísceras y realizando unos cortes transversales por donde se introducía la sal. Luego se lavaba con agua salada y se tendía al Sol para su desecación.
Los tintes fueron igualmente muy apreciados en época antigua, aunque, a diferencia de los salazones, más por vanidad que por necesidad. Se buscaban tintes duraderos para tejidos, lo cual no era fácil de conseguir; y si el tinte, además, era de colores vivos, se convertía en un auténtico artículo de lujo.
Especialmente cotizado fue el color púrpura, reconocido en el mundo antiguo como símbolo de estatus y poder. Con ese tinte se teñían las vestiduras de emperadores, reyes, sacerdotes y ricos comerciantes. Así nos lo cuentan, por ejemplo, Homero en la Ilíada o Virgilio en la Eneida. La púrpura se extraía mediante un complicado proceso de una especie de moluscos gasterópodos marinos del género Múrex o Múrice (cuyas conchas son como la que se muestra en la fotografía). Del animal, se extraían pequeñas cantidades de tinta amarillenta, la cual, al contacto con el aire, toma el color verde para después cambiar a rojo violáceo o púrpura. Por supuesto, para obtener una cantidad apreciable de tinte, era necesario procesar ingentes cantidades de Múrex. Para ello se instalaban auténticas industrias del tinte en las poblaciones costeras más importantes, lo cual reportaba pingües beneficios; aunque, a tenor de lo que contaban algunos viajeros, el olor pestilente generado en el procesado del Múrex no era tan satisfactorio…
Les invitamos a escuchar este nuevo programa de Océanos de Ciencia, en el que les hablamos de los fenicios y su cultura, de sus grandes navegaciones y de su legado.
REFERENCIAS
- “Historias. Libros I-IV”, Herodoto. Akal/Clásica (1994).
- “La Navegación Fenicia: Tecnología Naval y Derroteros“V. Peña, C.G. Wagner y A. Mederos (editores). Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (2004).
- “Allende las Columnas”, Víctor M. Bello Jiménez, Anoart Ediciones (2005).
- “Tejidos y tintes como objetos de lujo y símbolo de estatus en la colonización fenicio-púnica. Una propuesta de contextualización histórica” de Enrique García Vargas, en Aspectos suntuarios del mundo fenicio-púnico en la Península Ibérica, XXIV Jornadas de Arqueología Fenicio-púnica, Ibiza, (2009).
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