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Quilo de Ciencia

El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.

El extraño caso de Lady Sin Miedo

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Hay temas científicos cuyo progreso me gusta seguir. Uno de ellos es el estudio del miedo, quizá porque pienso que esta emoción, y no el amor, el dolor, o la piedad, ha sido la que más ha afectado a la historia de la humanidad.
Hace algo más de año y medio unos experimentos demostraban que el miedo, en los ratones de laboratorio, involucraba la activación y el cambio en el funcionamiento de genes de las neuronas de las amígdalas. Si estas neuronas se dañaban, o se eliminaban, los ratones dejaban de comportarse como si tuvieran miedo.

Los humanos, al igual que los ratones y los vertebrados en general, también poseemos amígdalas. Estas son dos estructuras neuronales situadas de manera simétrica en el interior de los lóbulos temporales de nuestros cerebros, es decir, en la zona cerebral cercana a nuestras orejas. La palabra amígdala proviene del griego y significa “almendra”. Y es que esas estructuras cerebrales poseen forma de dicho fruto seco, al igual que otros órganos fundamentales pueden tener forma de otros alimentos, producidos, por ejemplo, no por los almendros, sino por las gallinas.

Pero lo importante de las amígdalas no es su forma, sino su función. Por el momento, la función de las amígdalas en la sensación del miedo ha sido estudiada solo en animales. Los resultados de estos estudios dejan pocas dudas de que estas estructuras son fundamentales para que estos se comporten de manera miedosa. Pero los estudios con animales tienen sus limitaciones. Por ejemplo, no podemos saber si los animales realmente sienten miedo, o solo se comportan de manera que nosotros, los humanos, interpretamos que lo sienten.

La mujer más valiente del mundo

Por esta razón, se hace necesario estudiar a seres humanos. Evidentemente, con estos no podemos experimentar dañándoles las amígdalas para que nos cuenten si así dejan de sentir miedo. Solo los medios de comunicación, religiones, sectas, partidos políticos, asociaciones varias, familiares y amigos pueden manipular nuestros cerebros legalmente; afortunadamente, no los científicos. Se hace pues necesario encontrar casos clínicos, es decir, personas que de manera natural, como resultado de algún problema de salud, han visto dañadas sus dos amígdalas, pero no otras partes de sus cerebros. El estudio de estas personas nos permitirá concluir si las amígdalas también están involucradas en la sensación del miedo en los seres humanos.

Encontrar una persona con ambas amígdalas dañadas no resulta fácil. No basta con que una persona sufra un tumor cerebral o un accidente vascular en una de sus amígdalas, debe tener afectadas las dos. A pesar de esta dificultad, se ha encontrado una mujer con estas características, a la que los neurólogos que la han estudiado, entre ellos el Dr. Antonio Damasio, premio Príncipe de Asturias de Investigación, llaman lady SM, (que en español coincide con las iniciales de Sin Miedo).

SM sufre de una extraña enfermedad: el síndrome de Urbach-Wiether. Esta enfermedad es causada por mutaciones en el gen llamado ECM1 (matriz extracelular 1), el cual produce una proteína importante para la integridad de la piel y de otros tejidos. Dependiendo de la mutación particular que se sufra se producen diversas anormalidades en la epidermis y calcificaciones en los vasos sanguíneos, que pueden dificultar el aporte de oxígeno a algunos tejidos. En el extraordinario caso de SM, fueron sus amígdalas las que resultaron dañadas.

Vivir peligrosamente

Los neurólogos decidieron estudiar las sensaciones de esta mujer ante diversas situaciones que la debían haber conducido al miedo. La llevaron al cine a ver películas de terror, entre ellas El Resplandor, y no sintió miedo con escena alguna (aunque tal vez fuera porque no tuvo que pagar la entrada). La llevaron a insectarios o zoológicos a ver arañas y serpientes, a las que se puso a acariciar sin demasiados problemas. Por último, la llevaron a la Casa Encantada del parque de atracciones, en la que se lo pasó en grande, riéndose cada vez que aparecía sin previo aviso un monstruo o una bruja en su recorrido. Los investigadores también pidieron a SM que apuntara en un diario, durante tres meses, las emociones que sentía cada día. SM jamás sintió miedo ante nada (ni siquiera ante los informativos de la televisión).

Los investigadores se convirtieron en fisgones y estudiaron la vida pasada de SM, con el permiso de ésta. Comprobaron que SM se había metido en muchos líos y, a veces, se vio envuelta en situaciones que habían puesto en peligro su vida. Un historial así es el de esperar en una persona que no siente miedo ante nada y que, por tanto, puede atreverse desde a no reírse de los chistes del jefe hasta a meterse en un bar regentado por narcotraficantes e insultar al dueño porque el camarero no le sirvió la cerveza suficientemente fría.

Afortunadamente, SM sobrevivió a todas esas situaciones y ha podido contribuir al desarrollo de la ciencia. Su estudio deja ya pocas dudas de que son las amígdalas, también en el caso humano, las estructuras cerebrales involucradas en la sensación del miedo. Este conocimiento permite ahora investigar nuevas estrategias terapéuticas para personas que, a diferencia de SM, viven inmersas en un miedo crónico, como quienes sufren de ciertas fobias o de síndrome postraumático. Esperemos que así, poco a poco, el miedo patológico desaparezca de la faz de la tierra.


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