El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Tal vez ninguna otra idea ha cambiado tanto el curso de la historia como la de la vida eterna. Para ganarse una excelente vida eterna el en el cielo y evitar una horrible vida eterna en el infierno, muchas personas, incluidas muchas personas poderosas, han cambiado su manera de actuar a lo largo de la historia, lo que sin duda ha influido en el presente que vivimos hoy.
La vida eterna en carne mortal sobre el planeta Tierra posiblemente no existe, pero los avances actuales de la ciencia comienzan a indicar que puede ser posible vivir mucho más tiempo sin envejecer, manteniéndonos siempre en la edad de nuestra preferencia, e incluso modificándola hacia adelante o hacia atrás en distintos momentos de nuestra vida. No temas, no veremos semejante hazaña biotecnológica en los próximos años, pero mucho me temo que, para bien o para mal, sí la verán quienes vivan en el próximo siglo, o incluso quienes vivan durante las décadas finales del actual. Sin duda, esto cambiará también la historia.
Pero, ocupándonos de la ciencia que estudia hoy el envejecimiento ¿qué avance se ha producido que sugiere que impedir, o incluso invertir, el envejecimiento es posible?
Telomerasa y reproducción
El avance tiene que ver con el estudio de un enzima fundamental para que las células de un organismo, sobre todo las células madre de los tejidos y órganos, puedan reproducirse varias veces a lo largo de su vida. Esta enzima se denomina telomerasa. Basado en el conocimiento del mecanismo de reproducción de los cromosomas, la existencia de la telomerasa fue predicha, en 1973, por el biólogo soviético Alexey Olovnikov, quien también sugirió la existencia de los telómeros (abajo explicamos lo que son) y su relación con el envejecimiento. La existencia de la telomerasa fue confirmada gracias al descubrimiento de la misma, en 1984, por Carol W. Greider y Elizabeth Blackburn, quienes fueron galardonadas en 2009 con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por este descubrimiento.
Para entender la importancia de la telomerasa es necesario conocer que cada vez que un cromosoma se reproduce, en la división celular, el nuevo cromosoma es un poco más corto que el original. El acortamiento se produce en una región de ADN que no contiene genes, y que se encuentra en los extremos de los cromosomas: es el llamado telómero. Las razones que explican por qué se produce este acortamiento derivan del propio mecanismo de reproducción del ADN, y son demasiado complicadas como para explicarlas aquí. Pero sea como sea, hoy no hay duda de que el acortamiento en los telómeros de los cromosomas no tiene más remedio que producirse a cada reproducción de los mismos.
Por si fuera poco, además del acortamiento derivado de cada reproducción de los cromosomas, el estrés oxidativo puede acortar aún más la longitud de los telómeros. Cuando, tras varios acortamientos, los telómeros llegan a desaparecer, los cromosomas no pueden reproducirse más veces sin perder información genética, y la célula muere.
Afortunadamente, antes de que eso suceda demasiado pronto la telomerasa acude al rescate. Su misión es alargar los telómeros acortados y luchar así contra los fenómenos que los acortan. De esta manera, la telomerasa protege a los cromosomas de una degeneración demasiado temprana.
Telomerasa y envejecimiento
Es fácil ahora comprender el efecto de la telomerasa sobre el envejecimiento. Sin telomerasa, o con una telomerasa defectuosa, los organismos envejecerían demasiado deprisa, al producirse una temprana degeneración de los cromosomas que impediría una correcta división celular.
El efecto de la telomerasa en el envejecimiento ha sido dramáticamente demostrado en unos experimentos realizados por un grupo de investigadores de la universidad de Harvard. Utilizando técnicas de manipulación genética, estos investigadores han creado una raza de ratones, (que yo llamo Benjamín Ratón, en honor al protagonista de la película El curioso caso de Benjamín Button) que poseen una telomerasa inactiva, es decir, “apagada”, pero que puede ser “encendida” administrando un determinado fármaco a los ratones. En ausencia del fármaco, los ratones nacen y crecen sin telomerasa activa. En estas condiciones, los animales envejecen muy rápidamente, mostrando además síntomas típicos del envejecimiento, como caída del pelo, encorvamiento de los huesos de la espalda e inactividad sexual.
Lo realmente asombroso viene ahora. Si tras dejar envejecer a estos ratones, se les administra el fármaco que “enciende” a la telomerasa, algo aparentemente milagroso sucede: los ratones rejuvenecen; les vuelve a salir el pelo, los huesos se recuperan en parte y, lo más importante sin duda, ¡recuperan la actividad sexual!
Estos estudios, publicados en la revista Nature, no están exentos de crítica. Algunos dicen, con razón, que para comprobar si una mayor activación de la telomerasa es capaz de invertir, o al menos frenar, el envejecimiento es necesario activarla en condiciones normales, es decir, en ratones normales que envejecen a velocidad normal. Estos experimentos no se han realizado, pero posiblemente se llevarán a cabo pronto.
En todo caso, no cabe duda que la ciencia del antienvejecimiento avanza con rejuvenecido impulso. Los progresos de los próximos años serán vitales para comprobar si alargar la vida humana no diez, sino tal vez cientos de años, es posible.
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