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Quilo de Ciencia

El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.

Un amor de bacterias

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Es conocido que las bacterias que habitan nuestros intestinos, la llamada flora intestinal, no solo son necesarias para realizar una buena digestión de los alimentos que ingerimos, y para protegernos de la invasión de bacterias menos amistosas, sino para que podamos desarrollar correctamente nuestro sistema inmunitario. Existen más bacterias en el intestino que células en nuestro cuerpo, en particular, muchas más bacterias que neuronas, por lo que, como sarcásticamente me gusta decir, el ser humano puede ser considerado como un saco de transporte para las bacterias, en el interior del cual estas viven calentitas y bien alimentadas.

Desnudos de bacterias

Desde los años 50 del pasado siglo es conocido que si se impide que los animales de laboratorio desarrollen correctamente su flora intestinal, su sistema inmunitario tampoco se desarrolla correctamente. Este tipo de animales sin flora intestinal deben nacer por operación cesárea para evitar la colonización bacteriana de su intestino, que tiene lugar cuando los animales, al nacer, pasan su nariz y boca cerca de la región anal de la madre durante el parto, ingiriendo así algunas de las bacterias de la madre. La cesárea evita esta ingestión bacteriana inicial, que supone, en realidad, la primera mie…perdón, el primer “alimento” que se traga en la vida (tal vez para que desde la más tierna infancia nos vayamos preparando a lo que nos espera. Al menos así sucede con el sistema inmune). Tras la cesárea, los animales deben mantenerse con alimentos y en un entorno libres de bacterias, en una especie de burbuja que mantenga a raya a las bacterias del exterior.

A pesar de estas dificultades, es posible generar animales sin flora intestinal que, sorprendentemente, tienen dificultades para vencer infecciones durante su vida adulta si se les saca de la “burbuja”. Se demostró que esto era así debido a que su sistema inmune no era normal, lo cual solo podría haber sido causado por la ausencia de bacterias en su intestino. Al parecer, estas bacterias, que son organismos extraños aunque no causen enfermedades, estimulan al sistema inmune para luchar contra otros organismos extraños que sí las causan. El papel de la flora intestinal en la salud humana quedó también demostrado al comprobarse que un desequilibrio en la flora intestinal, causado, por ejemplo, por que determinadas especies de bacteria no se encuentren en las proporciones adecuadas, puede ser también un factor que predisponga a algunas enfermedades del aparato digestivo, causadas también por un inadecuado funcionamiento del sistema inmune.

Pero lo que todavía no era conocido era la respuesta a la pregunta de si las bacterias de la flora intestinal ejercen algún efecto beneficioso en nuestro sistema inmunitario, no solo para su desarrollo normal, sino para su correcto y continuado funcionamiento en la lucha contra las infecciones en la vida adulta. Esta pregunta acaban de responderla un grupo de inmunólogos de la universidad de Yale, en los EEUU, que publican los resultados de sus estudios en la revista PNAS.

Bacterias antivirus

Para responder a esta pregunta, los investigadores trataron a ratones de laboratorio normales con cuatro antibióticos para eliminar a las bacterias de su flora intestinal y comprobaron que esos animales eran más susceptibles a contraer la gripe, aunque, no obstante, podían luchar adecuadamente contra otros tipos de virus, como el virus Herpes.

¿Por qué sucede esto? Al parecer, las bacterias del intestino, aunque no sean patogénicas, sí son reconocidas como extrañas y estimulan por ello las defensas de los ratones, no solo durante su crecimiento y desarrollo, sino también durante su vida adulta. Esta estimulación natural por las bacterias de la flora consigue, digamos, mantener en forma al sistema inmune mediante una producción más elevada de algunas hormonas inmunitarias, preparándolo para luchar contra determinadas infecciones causadas por otros organismos que, esta vez sí, son patógenos y causan enfermedades, como el virus de la gripe. Eliminando subpoblaciones de bacterias de la flora intestinal con antibióticos concretos, los investigadores también han demostrado que no todas las bacterias del intestino son igual de eficaces para estimular las defensas.

Como con tantos descubrimientos en biomedicina, este también aporta una moraleja, o más bien dos, si nuestra flora intestinal ejerce efectos similares en el ser humano. La primera es que la dieta, que puede afectar a la composición de la flora intestinal, podría afectar también a la preparación de nuestras defensas. Por tanto, una dieta adecuada y que no solo nos alimente a nosotros, sino también a nuestras queridas bacterias intestinales, puede tener mucho que ver con nuestro estado de salud, no ya por los nutrientes, vitaminas, etc., necesarios para el buen funcionamiento de nuestros músculos, hígado, o cerebro, sino por los nutrientes necesarios para que las bacterias intestinales mantengan en buena forma a nuestras defensas.

La segunda moraleja es que los antibióticos podrían ejercer un efecto supresor de nuestras defensas, es decir, inhibidor del sistema inmune, en particular en el caso de la lucha contra algunos virus, como el de la gripe. Por esa razón, es más conveniente ahora que nunca tomar antibióticos solo cuando sea estrictamente necesario pero, en general, no en el caso de infecciones víricas, como son el catarro y la gripe. En todo caso, es muy sensato seguir siempre los consejos de un médico para tomar antibióticos ya que, de lo contrario, su toma podría hacernos más mal que bien.

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