El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Una excesiva reacción de nuestras defensas puede causar la muerte.
Hemos adquirido la idea de que el sistema inmune siempre necesita ser ayudado, y que es por culpa de su pereza por lo que muchas enfermedades siguen siendo un problema para la humanidad. Sin embargo, nuevos descubrimientos revelan que, en ocasiones, es al contrario, una excesiva reacción de nuestras defensas la que puede resultar mortal.
Los científicos y médicos conocen desde hace unos años que, en respuesta a una infección por un microorganismo, nuestras defensas pueden originar lo que ellos llaman “tormentas de citocinas”. Al parecer las tormentas y huracanes no solo se producen en la atmósfera, y las que se producen en nuestro cuerpo pueden ser incluso más mortíferas.
HORMONAS DE LAS DEFENSAS
Las citocinas son unas proteínas producidas, en general, por células del sistema inmunitario, es decir, por nuestras defensas. Se trata, podríamos llamarlas así, de unas “hormonas de la defensa”. Al igual que las hormonas son necesarias para regular nuestro metabolismo, e incluso, según se produzcan algunas de las mismas, crecemos más o crecemos menos durante nuestra infancia y adolescencia, las citocinas regulan la intensidad de la respuesta de nuestras defensas ante una amenaza externa.
Las “tormentas de citocinas” son muy peligrosas, ya que conducen a una excesiva activación de la respuesta inmunitaria, la cual daña nuestros propios órganos. Al igual que en una guerra se producen “daños colaterales”, en la guerra contra los microorganismos que tiene lugar dentro de nuestro cuerpo los daños colaterales son inevitables. El sistema inmune debe activarse alcanzando un equilibrio, de manera que el daño que inflija al enemigo sea superior al que se inflige al propio organismo. Las “tormentas de citocinas”, en cambio, producen un desequilibrio y los daños colaterales que el sistema inmune inflige son muy importantes y pueden causar la muerte.
Por ejemplo, en el caso de infección con ciertas cepas del virus de la gripe, incluida la mortífera cepa de virus de la llamada gripe española de 1918, se produce una “tormenta de citocinas” y el sistema inmune resulta excesivamente activado. Esta “tormenta de citocinas” origina que una gran cantidad de linfocitos, muchos más de los necesarios, infiltren el pulmón en un intento de eliminar al virus. La excesiva infiltración de linfocitos causa tal inflamación pulmonar que la respiración se hace imposible y sobreviene la muerte. Así pues, en este caso, no es el virus el que mata: son nuestras propias defensas.
CAPEAR EL TEMPORAL
Los científicos han estudiado qué moléculas son las responsables de originar una “tormenta de citocinas”. No hace mucho, se descubrió que una molécula particular de las grasas, llamada esfingosina, era la responsable de la inducción de la tormenta. Esto ya supuso algo sorprendente. ¿Una molécula de grasa responsable de una excesiva activación de las defensas?
Una vez conocido esto, los científicos impidieron la acción de la esfingosina en ratones infectados con cepas muy virulentas del virus de la gripe y comprobaron, en efecto, que esto mejoraba la supervivencia de los animales. Es decir, en este caso, la disminución de la intensidad de la respuesta de las defensas es lo que permite que se supere la enfermedad.
Pero seguía siendo desconocido qué células eran las responsables de causar la “tormenta de citocinas” activadas por la esfingosina, es decir, qué células eran las responsables de producir un exceso de hormonas de la defensa que tanto daño colateral pueden causar. Esto es lo que han descubierto ahora investigadores del instituto de investigación Scripps de California, los cuales publican sus resultados en la muy prestigiosa revista Cell. El descubrimiento ha resultado ser otra sorpresa, porque no son las células del sistema inmunitario las que producen las citocinas de la tormenta, sino las células de las venas de la sangre.
Resulta que cuando nos hacemos una herida por donde pueden penetrar los microorganismos y causar una infección, las células de las venas cercanas a la herida dan la alarma de que por allí hay peligro de infección produciendo hormonas de la defensa, es decir, citocinas. Al parecer, ante la infección con el virus de la gripe, son también las células de las venas del pulmón las que dan la alarma y, en respuesta a cepas virulentas de virus, producen tantas hormonas de la defensa que pueden causarnos un importante daño colateral, incluso la muerte.
En conclusión, la vacunación eficaz contra la gripe puede impedir que contraigamos esta enfermedad pero, si a pesar de todo la contraemos, dependiendo de la cepa del virus, puede ser más beneficioso para superarla disminuir la reacción del sistema inmune y también la de las células de los vasos sanguíneos que avisan de las infecciones. Esto abre una nueva estrategia de tratamiento de la enfermedad mediante fármacos inmunosupresores que, sin duda, puede ser muy beneficiosa ante brotes de cepas de virus de la gripe que produzcan estas “tormentas de citocinas”. Como siempre, nuevos descubrimientos motivados por la curiosidad humana pueden conducir a importantes mejoras para la salud de todos.
OBRAS DE JORGE LABORDA.
Una Luna, una civilización. Por qué la Luna nos dice que estamos solos en el Universo
One Moon one civilization why the Moon tells us we are alone in the universe
El embudo de la inteligencia y otros ensayos
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