El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
En estos últimos años, algunas misiones espaciales se están dedicando a la identificación de planetas que orbitan alrededor de estrellas lejanas, al descubrimiento de otros sistemas solares. Existen incluso aplicaciones para los smartphone que avisan cuando un nuevo planeta extrasolar es descubierto y ofrecen una base de datos sobre los mismos que es regularmente actualizada con los últimos hallazgos.
Dicha base de datos contiene información fascinante sobre los 759 planetas extrasolares confirmados hasta la fecha. Por ejemplo, la base de datos lista las distancias de los planetas a sus estrellas, y sus masas. Muchos planetas extrasolares orbitan muy cerca de su estrella y son extremadamente cálidos. Algunos son similares en tamaño a nuestro Júpiter, aunque pueden ser mucho mayores. De hecho, el mayor descubierto hasta la fecha posee una masa 37,5 veces la de Júpiter. Otros, sin embargo, son similares en tamaño a la Tierra. Estos son los más interesantes, ya que si orbitan a una distancia adecuada de su estrella central podrían albergar vida.
PRUEBA DE VIDA
Evidentemente, encontrar al menos un planeta con vida es objetivo primordial de estos estudios, que no solo pretenden averiguar si existen otros sistemas planetarios y la forma y frecuencia de los mismos alrededor de los distintos tipos de estrellas. Estas son interesantes cuestiones científicas, pero su interés es menor comparado con el de la cuestión de si existe vida más allá de nuestra querida Tierra, tema este no solo científico, sino que incide también en la filosofía y en la religión.
Sin embargo, un problema importante de la ciencia es que es ciencia, y no filosofía o religión. La ciencia, si pretende seguir siéndolo, no puede conformarse con indicios, ideas, elucubraciones, o deseos. La ciencia necesita datos confirmados, datos lo más sólidos posibles sobre la realidad que nos rodea.
Lo anterior significa que no es suficiente con descubrir la existencia de un planeta similar a la Tierra orbitando una estrella como el Sol para poder concluir que ese planeta contiene vida. Es necesario confirmar la presencia de vida de alguna forma. Es preciso averiguar si el planeta posee propiedades que solo serían posibles si contuviera vida, incluyendo, entre otras, la presencia de altos niveles de oxígeno en su atmósfera, y la presencia de agua en grandes cantidades.
Esto parece muy difícil de conseguir, considerando que el planeta más cercano de los descubiertos se encuentra a más de 10 años-luz de la Tierra, y en general, están mucho más alejados de nosotros. Es imposible enviar ningún tipo de misión espacial a dichos mundos para comprobar si están poblados por organismos vivos.
¿Cómo podría resolverse este problema, si es que puede ser resuelto?
¡ANALÍCESE LA LUZ!
Afortunadamente, la ciencia ayudada por la tecnología moderna posee recursos insospechados. Además, la imaginación e inteligencia de los científicos nunca deja de sorprender al común de los mortales, entre los que me encuentro con respecto a este tema, del que no soy experto en absoluto, sino solo un mero aficionado.
Un grupo de astrónomos de varios observatorios tuvo la genial idea de intentar averiguar si la luz del Sol reflejada por la Tierra, enviada de este modo hacia la Luna, y reflejada de nuevo desde la Luna a la Tierra, contenía información sobre la presencia de vida en nuestro planeta. Al fin y al cabo, la luz es un vehículo muy importante de información. Nuestro sistema visual la utiliza de forma cotidiana, precisamente, para obtener información sobre el mundo que nos rodea.
La interacción de la luz del Sol con la Tierra, al igual que sucede con cualquier objeto, la modifica de manera que adquiere información sobre las propiedades de nuestro planeta, incluida la presencia de vida. Por ejemplo, la luz reflejada es mucho más verde que la que incide sobre la Tierra, debido a la vegetación. Además, la luz queda polarizada al atravesar la atmósfera terrestre, otra propiedad que indica la presencia de vida sobre la Tierra.
Todo esto ya era conocido gracias al análisis de la luz reflejada por la Tierra, captada por satélites en órbita. Pero si deseamos saber si la luz que nos llega de un planeta lejano, tras su largo viaje por el espacio, puede revelar la presencia de vida en el mismo, es necesario comprobar si la luz reflejada por la Tierra mantiene información sobre la vida incluso en condiciones adversas, como, por ejemplo tras ser reflejada de nuevo por su satélite natural.
Y bien, la luz que la Luna nos envía de sus regiones no iluminadas por el Sol (por ejemplo cuando la Luna se encuentra en cuarto creciente) proviene de la captada por la Tierra y reflejada de nuevo hacia nosotros. El análisis de esta luz mediante diversas técnicas ha revelado que sus propiedades siguen revelando que nuestro planeta contiene vegetación, atmósfera rica en oxígeno, agua y vida. Estos resultados han sido publicados en la revista Nature.
Estudios de esta naturaleza sientan las bases para mejorar las técnicas de análisis de la luz que podamos captar un día de planetas lejanos y conseguir determinar si están llenos de vida, como el nuestro, o por el contrario, son yermos. La ciencia avanza paso a paso, con seguridad; seguridad que permitirá tal vez un día, por fin, responder a la pregunta de si la vida es común o rara en nuestro universo.
OBRAS DE JORGE LABORDA.
Una Luna, una civilización. Por qué la Luna nos dice que estamos solos en el Universo
One Moon one civilization why the Moon tells us we are alone in the universe
El embudo de la inteligencia y otros ensayos
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