El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Ser tolerantes no solo es bueno para los otros, sino también para nosotros mismos
Una de las bacterias más investigadas de los últimos años es nuestra conocida amiga Helicobacter pylori. H. pylori habita en nuestro estómago, y es ciertamente necesario tener mucho ídem para habitar allí, en un ambiente tan inhóspito, diseñado para digerir cualquier microorganismo. H. pylori se ha adaptado a las mil maravillas a ese ambiente y evita ser digerida. Para ello, su forma espiral (como un pequeño sacacorchos) le permite introducirse dentro de la mucosa estomacal que protege la superficie del estómago, nadando en contra del gradiente de ácido. Además, H. pylori posee altos niveles de un enzima que degrada la urea, la cual, aunque parezca sorprendente, abunda en el estómago. Esta bacteria transforma la urea en dióxido de carbono y amoniaco. Este último, una base, es capaz de neutralizar el ácido estomacal. Así, el microambiente de amoniaco del que H. pylori se rodea le protege del ataque de los ácidos gástricos.
H. pilory se ha confirmado como la responsable de casos de gastritis crónica, de úlceras gástricas y, en ocasiones, del desarrollo de tumores estomacales. A mediados de la década de los años 90 del siglo pasado, se comenzó a utilizar antibióticos para erradicar H. pylori de los estómagos de muchas personas. Esta estrategia terapéutica se ha revelado muy eficaz para evitar el desarrollo de úlceras gástricas y de tumores.
HECHOS INEXPLICADOS
Sin embargo, los estudios con H. pylori han revelado algunos hechos que requieren explicación. Uno de ellos es que se estima que más de dos tercios de la población mundial se encuentra infectada por esta bacteria. Afortunadamente, no todos los infectados sufren de problemas gástricos o de tumores. Por consiguiente, no solo es H. pylori la causante de estos problemas, sino algún otro factor que afecta a determinadas personas, pero no a otras.
Otro descubrimiento interesante es que mientras los casos de cáncer estomacal han disminuido a medida que se ha ido erradicando a H. pylori mediante el empleo de antibióticos, se ha observado que los casos de asma han aumentado de manera concomitante. Esta asociación no significa necesariamente que la infección con H. pylori proteja del asma, pero no deja de ser menos cierto que el incremento de las enfermedades alérgicas, de las que el asma es un ejemplo, se ha visto asociada a una mayor higiene desde la infancia. Esta “hipótesis de la higiene” mantiene que nuestras defensas, al no tener que luchar contra microorganismos patógenos en un ambiente limpio que carece de ellos, se dedica a luchar contra sustancias inocuas, como el polen o la caspa de perro o de gato, lo que causa alergias, incluida el asma. ¿Podría H. pylori ser una bacteria importante para conseguir una respuesta equilibrada de nuestras defensas que evite las alergias?
Un grupo de investigadores de la universidad de Zúrich se propusieron estudiar esta posibilidad. Sus descubrimientos, publicados en la revista científica Journal of Clinical Investigation, demuestran que H. pylori modula la activación de las defensas y las “convence” para tolerar a las bacterias amigas, como las de la flora intestinal, y también a la propia H. pylori. Sí, H. pylori no es una bacteria enemiga ya que, de hecho, no causa problemas a la mayoría de los infectados por ella.
PRESENTACIÓN CONVINCENTE
Las células presentadoras de antígenos, convencidas por H. pylori de su amistad, ordenan la generación de unas “células policía” especiales (llamadas linfocitos T reguladores) que impiden el ataque de las otras células inmunes a la bacteria. Esto evita la inflamación, propia de cualquier proceso de defensa inmunitaria, y favorece también la tolerancia de nuestras defensas frente a otras sustancias inocuas, como el polen o la caspa, lo que evita el asma. Sin embargo, el uso de antibióticos para erradicar H. pylori, incluso en personas que no presentan síntomas de úlceras, impide igualmente la generación de esa fuerza policial de linfocitos reguladores, lo que favorece el desarrollo del asma.
Cuando H. pylori, por razones que aún no se conocen por completo, es incapaz de convencer a las células presentadoras de antígenos de algunas personas de que es una bacteria amiga, surge un problema. En estas condiciones, no se genera esa fuerza policial para proteger a H. pylori y se ponen en marcha todos los mecanismos de ataque contra ella, lo que causa la inflamación de la superficie del estómago. Es esta inflamación, y no H. pylori propiamente dicha, la que puede causar gastritis crónica, úlceras e incluso un cáncer estomacal.
Estos intrigantes descubrimientos nos revelan ahora que, en ocasiones, las bacterias que creemos nuestras enemigas, de hecho, no lo son. Es nuestra reacción inapropiada de las defensas la que nos causa un daño innecesario. No deja de ser curioso que algo similar sucede también en nuestras relaciones con los demás. La mayoría de las veces, ser tolerantes no solo es bueno para los otros, sino también para nosotros mismos. Una lección que, sorprendentemente, podemos aprender de la ciencia.
OBRAS DE JORGE LABORDA.
Una Luna, una civilización. Por qué la Luna nos dice que estamos solos en el Universo
One Moon one civilization why the Moon tells us we are alone in the universe
El embudo de la inteligencia y otros ensayos
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