El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Ahora que incluso los analfabetos, y hasta los políticos y las políticas aguerridas, se han enterado, por fin, de lo que es un virus gracias al brote de Ébola, ha quedado claro que los virus son unos bichos muy malos. Tan solo unos pocos de ellos son capaces de generar el caos más absoluto a nivel mundial, y si a esto unimos la estupidez y la incompetencia humanas, el pánico está asegurado.
No obstante, si acaso creemos que con el virus del Ébola ya lo hemos visto todo en relación a virus peligrosos, estaremos equivocados, porque el virus más peligroso no es ni el de la gripe aviar o porcina, ni el de la hepatitis C, ni el del Ébola, ni siquiera el del SIDA. El virus más peligroso es el virus homeopático.Como seguramente conoce, la homeopatía es esa rama de la terapia farmacológica que mantiene que cuanto menor dosis de un medicamento se administra, mayores son sus efectos curativos.
Los medicamentos son moléculas, por supuesto, que interaccionan químicamente frente a otras moléculas de nuestras células, modificando su actividad, de ahí sus efectos. Por ejemplo, medicamentos antiinflamatorios, como los esteroides, actúan sobre moléculas que controlan la expresión de genes activadores de la inflamación. Es siempre necesaria una cierta dosis para que estos medicamentos resulten eficaces. Por ejemplo, si cada célula contiene 100 moléculas prooinflamatorias, será necesario que a cada una lleguen un mínimo de 100 moléculas de esteroides para que puedan sentirse sus efectos, ya que si llegan menos moléculas, siempre quedará alguna molécula proinflamatoria libre, y la inflamación no podrá controlarse adecuadamente. Una vez el médico ha acertado con el tipo de medicamento que puede sernos de utilidad, determinar la dosis adecuada es la parte más importante para que la terapia funcione. De hecho, si muchas no funcionan es porque los pacientes olvidan algunas tomas y debido a ello no consiguen la dosis eficaz.
A pesar de que la ciencia no parece dejar lugar a otros mecanismos de acción de los medicamentos que los puramente moleculares, algunas personas, y también algunos médicos, creen que existen principios terapéuticos homeopáticos. En este caso, como he dicho arriba, cuanta menor dosis de medicamento se administra, mayor son sus efectos. Por esta razón se usan disoluciones de medicamentos que son, realmente, inimaginables para el común de los mortales. Por ejemplo, algunas disoluciones pueden ser equivalentes a disolver una sola molécula en un volumen de agua similar al de la Tierra entera, océanos, continentes, manto y núcleo incluidos. A partir de esa disolución se elabora el medicamento, del que tal vez podamos tomar unas cuantas píldoras. Evidentemente, la probabilidad de que en una de esas píldoras se encuentre una sola molécula del principio activo es próxima a cero, y aunque la molécula estuviera en una de ellas la dosis de la misma sería claramente insuficiente: una sola molécula en el organismo no ejercería efecto alguno. Aún así, los defensores de la homeopatía siguen declarando que tales medicamentos ultradiluidos funcionan.
No obstante, evidentemente, las monedas tienen dos caras, en este caso, una buena, la curativa, pero también una mala: la que genera enfermedad. Y es que al igual que los medicamentos, los virus son moléculas, o combinaciones de ellas. Para infectar a las células, los virus necesitan, al igual que los medicamentos, interaccionar con otras moléculas presentes en la superficie de las mismas; solo así pueden penetrar en su interior y reproducirse. Esto no todas las partículas víricas lo consiguen, por lo que para caer enfermos por una infección vírica es siempre necesario recibir una dosis de virus por encima de un umbral mínimo, exactamente igual que sucede con los medicamentos normales.
No así con un virus homeopático, por supuesto. Esta clase de virus no funciona por los mismos parámetros. Al contrario, los virus homeopáticos infectan más cuanto menos hay. De hecho, el virus más infeccioso de todos los homeopáticos es el que no está, es decir, se ha diluido tanto que no se encuentra en ninguna parte, incluso ha dejado de existir y se ha convertido en un soplo, en un ser inmaterial. Este virus es extremadamente peligroso, al menos tanto como cualquier espíritu apocalíptico, y podría infectar mortalmente a toda la Humanidad en un solo instante.
Sin embargo, no tema. A pesar de las más avanzadas investigaciones, este tipo de virus no se ha descubierto todavía. Yo confío en que nunca se descubrirá, pero si acaso se descubriera y el descubridor sobreviviera a su encuentro, siempre podremos utilizar antivirales homeopáticos para combatirlo, los cuales, ahora sí, serán tan eficaces o más que los antivirales tradicionales para acabar con tan peligroso e inmaterial microorganismo. La nada con nada se vence.
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