El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Las tendencias políticas dependen de nuestra biología
He mencionado en varias ocasiones que hoy la ciencia se ocupa de todos los aspectos de la vida, incluso de aquellos que antaño parecían bien al abrigo de sus inexorables, por razonables, garras. Uno de estos temas, de interés universal y casi tan viejo como la propia Humanidad, es el de la ideología política. ¿Cuál es su origen? ¿Por qué unas personas son de izquierdas y otras de derechas?
En años recientes, numerosos estudios científicos han demostrado que las tendencias políticas poseen una fuerte base biológica. Aunque resulte chocante, estos estudios indican que son en gran parte heredables, es decir, debidas, una vez más, a los inevitables genes. No obstante, la base biológica y genética de las ideologías políticas no debiera resultar sorprendente si pensamos que estas incluyen dimensiones vitales tan importantes como el sexo (anticonceptivos, aborto…), la familia, la educación, la autonomía personal y, en general, la manera en que uno se organiza para vivir su vida. Estos aspectos son fundamentales para nuestra adaptación social y lo han sido para nuestra supervivencia como especie.
Además, es también indudable que las tendencias políticas son similares entre los miembros de una misma familia, lo que ya apunta a una dependencia de los genes. De hecho, hace unos tres años, un estudio pionero ya identificó genes asociados a las diversas tendencias políticas, es decir, los causantes del “trastorno de izquierdas” o del “síndrome de derechas” o aún de la “enfermedad del centro”, ya que de síndromes, enfermedades y trastornos se trata cuando hablamos de política, al menos últimamente.
Los estudios anteriores invitaron a un grupo de investigadores de varias universidades de EE.UU. y del Reino Unido a considerar la idea de si las respuestas neuronales frente a ciertos estímulos (por ejemplo, imágenes desagradables o placenteras) estarían de algún modo asociadas a la ideología política. Para comprobar si su idea era cierta, los investigadores realizan un curioso experimento, que publican en la revista Current Biology, en el que son capaces de determinar mediante resonancia magnética funcional la actividad cerebral de 83 voluntarios sanos mientras observan imágenes de distinto contenido emocional. Las emociones evocadas por las imágenes y su intensidad, sin duda, se deben más a la biología que a la cultura, ya que nadie necesita aprender a sentir miedo, placer o disgusto. Por esta razón, se dijeron los investigadores, si las tendencias políticas poseen una base biológica deberían estar relacionadas con ciertas características de la respuesta emocional evocada en el cerebro por las imágenes.
Imágenes tendenciosas
Los investigadores utilizan imágenes sin contenido político, incluidas en un conjunto estándar aceptado por la comunidad científica. Algunas de estas imágenes son capaces de evocar de manera consistente emociones como angustia, miedo o placer, mientras que otras no evocan emoción alguna.
Tras observar las imágenes conectados al escáner que registraba su actividad cerebral, los voluntarios rellenaron un cuestionario en el que clasificaban las imágenes de acuerdo a las sensaciones subjetivas que les habían producido. Los participantes también rellenaron cuestionarios para determinar su afinidad política, su sensibilidad a estímulos desagradables y su estado de ansiedad. El cuestionario para determinar la afiliación política es también estándar y capaz de situar en una escala del 0 (muy de izquierdas) al 1 (muy de derechas), la tendencia política de cada cual.
En base a la puntuación obtenida, los participantes fueron clasificados en el grupo de “izquierdosos”, “derechosos” o “centrosos”. Curiosamente, cada uno de estos grupos incluyó a un tercio de los participantes: las tendencias políticas estaban muy repartidas. Ninguno de los grupos mostró diferencias significativas a la hora de clasificar las imágenes y las emociones que les evocaron. Por tanto, a nivel subjetivo, las imágenes parecían ejercer efectos similares fuera cual fuera la tendencia política.
Una vez determinado esto, los investigadores utilizan un programa de inteligencia artificial para analizar los datos de la actividad cerebral y encontrar diferencias, si las hubiere, o algún patrón que pudiera predecir, solo examinando la imagen cerebral en respuesta a algún tipo de imagen, la tendencia política del dueño del cerebro. Es aquí cuando surge la sorpresa. Los investigadores identifican así varias regiones cerebrales que se activan preferentemente en personas de tendencia política conservadora, y en respuesta a la observación de imágenes desagradables, pero no de otro tipo. Estas regiones fueron diferentes a las que se activaron en respuesta a las mismas imágenes en personas de tendencia progresista. Esta tecnología ha sido también utilizada para distinguir personas sanas de las que presentan síntomas de autismo, lo que indica que puede ser válida para determinar cómo un mismo estímulo genera diferentes respuestas neuronales de acuerdo a diferentes tendencias de la personalidad o al estado de salud mental.
Mientras seguimos creyendo que nuestras ideas políticas son puramente racionales y que los que piensan de otro modo se equivocan, resulta que las respuestas emocionales frente a los estímulos externos, determinadas en gran medida por los genes, tienen posiblemente la última palabra sobre lo que pensamos, aunque no seamos conscientes de su influencia. Tal vez el debate político no consista tanto en defender ideas racionales como en evocar las emociones correctas en el interlocutor… Tal vez los profesionales de la política ya lo saben sin necesidad de tanto estudio.
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