El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Mientras algunos siguen debatiendo qué es lo que nos hace humanos, bien podemos decir que una de las características de nuestra especie es la de desvelar la realidad al tiempo que la niega cuando no le conviene. Por ejemplo, la Humanidad lleva negando la muerte desde que fue consciente de ella. Hoy, se empeña en negar realidades que, no obstante, debido a su invencible tozudez, se acabarán imponiendo, como no puede ser de otro modo.
Uno de los hechos que se ha intentado negar por parte de algunos a quienes este hecho no interesa, es el cambio climático. En realidad, no es tanto el cambio climático lo que niegan como que sus causas sean debidas a la actividad humana, en particular a la emisión de gases de efecto invernadero, sobre todo el dióxido de carbono (CO2). Hace alrededor de dos años, el observatorio localizado en el volcán Mauna Loa, en Hawái, determinó que los niveles de CO2 atmosférico habían sobrepasado las 400 partes por millón (ppm). Hoy superan las 403. Recuerdo que cuando era pequeño, creo que en tercero o cuarto de bachillerato, me enseñaron que los niveles de CO2 por aquellos años eran de unas 325 ppm. Así pues, en el trascurso de mi aún no muy larga vida –que a escala geológica es y será tan solo un mero instante–, los niveles de CO2 en la atmósfera han subido más de un 20%. Es evidente que este CO2 surge del empleo de combustibles fósiles como fuente de energía. Sabemos cuantos barriles de petróleo y toneladas de carbón hemos quemado y la cantidad de CO2 que ha originado su combustión, y ese valor y el incremento atmosférico son coherentes. Está igualmente demostrado que este gas no deja que el calor en forma de radiación infrarroja abandone el planeta con facilidad, lo que acaba por aumentar su temperatura media. Es cierto, ha habido otras épocas en la Tierra de importantes cambios climáticos; la que vivimos no es la única que ha sufrido el planeta, pero parece claro que, en esta ocasión, las causas no son geológicas, sino biológicas: los actos de nuestra insaciable especie animal.
Sin embargo, aunque haber determinado las causas primarias del calentamiento global es importante, también lo es intentar predecir las consecuencias del mismo. Así, los científicos que se dedican al estudio del clima conocen que este, en las diferentes regiones del planeta, es muy dependiente de la circulación de las corrientes marinas. ¿Afecta el calentamiento planetario a dichas corrientes, lo que podría a su vez conllevar otros efectos climáticos menos obvios?
Las corrientes marinas se originan, precisamente, por diferencias de temperatura entre distintas regiones de la Tierra. El agua marina se calienta en las zonas tropicales, lo que hace que se mantenga en la superficie, pero el agua se enfría en latitudes más al norte, lo que causa que se hunda hacia el fondo. Es el agua que se hunde por el frío en el norte la que hace que se dirija hacia allí el agua que se ha calentado en el sur, generándose así gigantescas corrientes, como la del Golfo. Esta corriente transporta el calor de los trópicos hacia nuestras latitudes y más allá, y es la que consigue que países como Irlanda, Escocia, Noruega, Suecia o Dinamarca sean razonablemente habitables en invierno.
Cortacircuito de agua dulce
El calentamiento atmosférico debido al incremento de CO2 está teniendo un importante efecto sobre el hielo que desde Groenlandia se funde y se vierte en el Atlántico Norte. El agua procedente de este deshielo es dulce, por lo que flota por encima del agua salada debido a su menor densidad. Esta agua dulce acumulada en la superficie del océano actúa como una barrera para el progreso hacia el norte de la corriente del Golfo, la cual, al ser de agua salada y encontrarse con agua dulce menos densa en la superficie, se hunde antes de tiempo no porque se haya enfriado, sino porque es más densa. Este hundimiento prematuro podría impedir que el calor que transporta esta corriente alcance latitudes más altas, lo que causaría un enfriamiento de dichas áreas, que no podrían recibir el calor de la corriente, y un calentamiento de las zonas tropicales, que no podrían evacuar su exceso de calor. En otras palabras, la temperatura media del planeta sería más alta, pero algunas zonas estarían mucho más calientes y otras, más frías de lo normal. La distribución del calor sería menos homogénea a escala planetaria.
Un estudio reciente publicado en la revista Nature Climate Change indica que esto es lo que está sucediendo. Mientras la temperatura del agua en las zonas tropicales del Atlántico se ha calentado hasta batir récords, lo contrario ha sucedido en el Atlántico Norte, que también ha batido récords, pero de las temperaturas más frías. Los autores del estudio estiman la intensidad de la corriente del Golfo en los últimos siglos, mediante la medida de cambios en los arrecifes de coral, anillos de los árboles, y otros parámetros que pueden indicar la distribución del calor en el océano. Lo que encuentran es que, de acuerdo a esos parámetros, la corriente del Golfo ha declinado de manera importante a partir de 1970. Los autores estiman que, de seguir esta tendencia, existe al menos un 10% de probabilidad de que la corriente del Golfo se detenga por completo de aquí a final del siglo.
Por supuesto, de llegar a suceder, semejante situación causaría importantes cambios climáticos en nuestras latitudes, cambios tal vez irreversibles que conllevarán serios desequilibrios sociales, económicos e incluso políticos. El cambio climático no es solo cuestión de temperatura.
Referencia: Exceptional twentieth-century slowdown in Atlantic Ocean overturning circulation. Stefan Rahmstorf et al. Nature Climate Change 5, 475–480 (2015) http://www.nature.com/nclimate/journal/v5/n5/full/nclimate2554.html
Obras de divulgación de Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen I. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen II. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen III. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen IV. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen V. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen VI. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen VII. Jorge Laborda
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Una Luna, una civilización. Por qué la Luna nos dice que estamos solos en el Universo
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