El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Nuestra intuición sobre lo que debe ser un comportamiento normal en nuestros congéneres ha sido confirmada por la ciencia. Varios estudios han confirmado que el ser humano siente una aversión natural a dañar a otros, sentimiento que se ve comprometido en casos de conducta antisocial, lo que puede también participar en el estallido de episodios de violencia física en personas que son deficientes en esta capacidad empática. ¿Qué es lo que la hace funcionar normalmente?
En el mundo precientífico –en el que aún viven demasiadas personas, y así nos va–, el comportamiento antisocial o agresivo se atribuía a “fuerzas del mal”, de naturaleza espiritual, que intentaban apoderarse del alma humana. Sin embargo, numerosos estudios científicos han revelado que la agresividad, entre otras características que pueden impactar en nuestra integración social, depende del correcto equilibrio metabólico de ciertos neurotransmisores, en particular de los conocidos serotonina y dopamina, involucrados también en procesos depresivos o en enfermedades como el Parkinson.
Aunque parezca mentira, no solo es falso que el ser humano posea una tendencia natural hacia la agresión al otro, sino que, al contrario, como han demostrado también estudios de psicología social, su tendencia natural es la de preferir hacerse daño sí mismo antes que hacérselo a los demás. Esta disposición tan humana y humanitaria se ha denominado hiperaltruismo y, sin duda, está relacionada con valores morales que participan en la evaluación de lo que está bien y de lo que está mal. De nuevo, desde el punto de vista del funcionamiento del cerebro, es posible que esta tendencia natural nuestra dependa también del correcto equilibro homeostático de los mismos neurotransmisores que afectan a nuestra agresividad.
Investigadores en Psicología Experimental de las Universidades de Oxford y de Londres, deciden explorar esta posibilidad. Para ello, diseñan un interesante experimento con personas todo lo normales que pueden ser, considerando que aceptan participar como voluntarios en un experimento psicológico. Como en todo experimento, se hace necesario manipular los factores que creemos pueden afectar al hecho que estamos estudiando. En este caso, los factores son las cantidades de neurotransmisores que se encuentran normalmente en el cerebro. Manipular esos neurotransmisores es hoy fácil gracias a la existencia de fármacos específicos que afectan a su producción o a su funcionamiento.
Los investigadores administran dos fármacos a los voluntarios: citalopram y levodopa. Citalopram actúa incrementando la cantidad de serotonina en las conexiones neuronales. La levodopa, por otra parte, consigue que se generen mayores cantidades de dopamina.
Los voluntarios (175) fueron separados en dos grupos, uno al que se administró citalopram (89) y otro al que se administró levodopa (86). Aproximadamente a la mitad de los incluidos en cada grupo se les administró un placebo, es decir, una píldora idéntica a la que contiene el medicamento, pero “vacía”, o sea, que no lo contiene. Esto permite evaluar adecuadamente los efectos de los fármacos.
Verdugos por dinero
Tras administrarles los medicamentos, los voluntarios participaron en un “juego de rol”. La mitad desempeñó el rol de “verdugo” y la otra mitad, el rol de “sufridor”. Se establecieron así parejas al azar en las que la identidad de los compañeros se mantuvo secreta, es decir, nadie conocía quién le hacía sufrir o a quién iba a hacer sufrir. En este juego, los investigadores utilizan ahora el hecho de que el hiperaltruismo puede ser modulado con dinero. Si te pago una cantidad para que inflijas daño a otro tal vez lo hagas. Una tendencia también muy humana, ¿verdad?
El daño se provocaba mediante ligeras descargas eléctricas con una intensidad de corriente que solo generaba el mínimo dolor posible. Los “verdugos“, que habían sido sometidos a las descargas eléctricas para que supieran el dolor que causaban, pasaban solos a una habitación con un ordenador, donde iban a tomar 172 decisiones que suponían infligir dolor a cambio de dinero. A cada ocasión, se les ofrecía una cantidad de dinero variable por un conjunto de descargas eléctricas, aunque a más descargas eléctricas, más dinero. Por ejemplo, 10 euros por administrar 10 descargas, 8 euros por 5 descargas, etc. El verdugo debía decidir si aceptaba el trato o no. La mitad de los tratos implicaban descargas que el propio verdugo recibía; la otra mitad las recibía el sufridor, pero en todos los casos era el verdugo quien cobraba el dinero. Estas decisiones eran simuladas, es decir, nadie recibía las descargas. Sin embargo, uno de estos conjuntos de descargas sí iba a ser infligido al sufridor, de manera que el verdugo sabía que alguna de sus decisiones iba a tener una consecuencia real para otra persona.
¿Qué sucedió? Quienes tomaron placebo estuvieron dispuestos a perder unos 35 peniques por descarga si esta era para ellos, o unos 44 peniques por descarga si era para el sufridor. Quienes habían recibido citalopram, en cambio, demostraron ser mejores personas para sí mismos y para los demás, ya que estuvieron dispuestos a perder 60 peniques cuando la descarga era para ellos y 73 cuando era para el sufridor. Sin embargo, quienes recibieron levodopa vieron anulado su hiperaltruismo y aceptaron perder solo 35 peniques para evitar una descarga tanto si era para ellos como si era para el sufridor. Estas personas también dudaban menos en administrar descargas a los sufridores que quienes habían recibido placebo.
Estos estudios parecen confirmar que nuestra capacidad moral depende de alguna manera de nuestros neurotransmisores e indican que quienes estén bajo tratamiento con algunos fármacos que modulan la actividad neurotransmisora pueden ver afectada su capacidad de juicio moral, para bien o para mal de ellos mismos y de los demás.
Referencia: Crockett et al., 2015, Dissociable Effects of Serotonin and Dopamine on the Valuation of Harm in Moral Decision Making. Current Biology 25, 1–8. http://www.cell.com/current-biology/pdf/S0960-9822%2815%2900595-3.pdf
Obras de divulgación de Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen I. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen II. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen III. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen IV. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen V. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen VI. Jorge Laborda
Quilo de Ciencia Volumen VII. Jorge Laborda
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