El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Creo no equivocarme al afirmar que una característica de nuestra especie es el sentido de la justicia. Evaluar lo que es justo y lo que no, es una constante en nuestras vidas que nos acompaña desde la más tierna infancia.
Aunque muchos puedan creer que el sentido de la justicia reside en el “espíritu humano” y que, por consiguiente, todos lo poseemos por igual por el mero hecho de ser humanos, esta creencia no es cierta. Los estudios de psicología social realizados sobre lo que los humanos consideramos o no justo han revelado que la idea y normas de justicia varían ampliamente en diversas sociedades, lo que indica que existe un componente cultural que modula la idea de justicia. Por otro lado, no parece que nazcamos ya con la capacidad de discernir lo justo de lo injusto, sino que esta capacidad, como la de andar o la de correr, aparece en algún momento del desarrollo de los niños y va madurando con la edad.
La capacidad de discernir lo justo de lo injusto desempeña una función fundamental para mantener la cooperación en las sociedades humanas. Comprender qué factores determinan el sentido de la justicia puede resultar de una enorme importancia a la hora de intentar conseguir lo que tantos y tantos millones de personas deseamos: un mundo más justo. Y es que la injusticia no solo proviene del reparto desigual de los recursos, sino de nuestra percepción subjetiva del reparto, incluso cuando este puede resultar equitativo.
Para avanzar en la comprensión de cómo los humanos desarrollamos el sentido de la justicia, investigadores de varias universidades estadounidenses, que incluyen las de Boston, Harvard y Yale, así como varias universidades canadienses, estudian cómo se desarrolla el sentido de la justicia en 1.732 niños de 4 a 15 años de edad de siete países diferentes. En el estudio, los niños son colocados en parejas, y a cada uno de ellos se le ofrece un número de golosinas. A uno de los niños se le otorga el poder de decidir si acepta las golosinas o no. Si las acepta, los dos reciben la recompensa establecida por los investigadores; si no las acepta, ninguno recibe nada. Así, puede ofrecerse una golosina a cada niño, un reparto equitativo, o cuatro golosinas a uno y solo una al otro, un reparto a todas luces injusto.
De este modo, el niño de la pareja con poder de decidir puede enfrentarse a tres situaciones: un reparto equitativo (1:1), un reparto injusto desventajoso para él (1:4) y un reparto injusto ventajoso para él (4:1). En cada una de estas situaciones puede decidir aceptar las golosinas o rechazarlas, en cuyo caso esto supondrá una perdida para él, puesto que no obtendrá nada cuando, como mínimo, podría obtener una golosina. Rechazar una determinada oferta puede así darnos una idea de la aversión que el niño muestra por la injusticia, tanto si le perjudica como si le beneficia.
Aversión a la injusticia
Los niños participantes en el estudio procedían de EE.UU., Canadá, India, México, Perú, Senegal y Uganda. Todos los niños, fuere cual fuere el país de procedencia, rechazaron las ofertas que les colocaban en una situación injusta desventajosa para ellos. Sin embargo, solo los niños de tres países, EE.UU., Canadá y Uganda, rechazaron también las ofertas que les colocaban en una situación ventajosa con respecto a su pareja.
Estos datos, publicados en la revista Nature, indican que la aversión por la injusticia que nos causa una desventaja parece ser una característica humana más universal que el rechazo de una situación injusta que nos proporciona una ventaja. Sin embargo, la intensidad del rechazo de la situación desventajosa dependió de la edad de los niños y del país de procedencia. Los niños de solo 4 a 6 años de edad procedentes de Canadá y EE.UU ya fueron capaces de perder su golosina con tal de evitar una situación injusta desventajosa para ellos. Sin embargo, en claro contraste con sus compañeros norteamericanos, los niños mexicanos solo demostraron esta capacidad a partir de los 10 años de edad.
Esta discrepancia apunta a razones culturales. No obstante, los investigadores desconocen cuáles pueden ser estas razones y especulan con la posibilidad de que bien el sentido de justicia se desarrolla de manera diferente en distintas culturas, bien el rechazo de la oferta desventajosa no tiene tanto que ver con la injusticia como con preservar un estatus social y una imagen ventajosa con respecto a potenciales competidores. En este sentido, las sociedades más competitivas, como EE.UU. y Canadá, fueron las que más temprano mostraron estás tendencias en los niños.
Menos claras todavía son las razones por las que la aversión por la injusticia ventajosa solo aparece en niños de tres de los siete países estudiados. Esta aversión aumenta con la edad y solo aparece en la pre adolescencia, no en la infancia. Para explicar este hecho, los investigadores especulan con la posibilidad de que las sociedades occidentales hagan más hincapié en la igualdad que las de otros países. El caso de Uganda podría explicarse porque los niños del estudio han sido educados por profesores occidentales, que les habrían transmitido esos valores.
Sea como fuere, es claro que el desarrollo del sentido de la justicia depende de factores sociales que pueden fomentarlo incluso cuando ser justos supone una desventaja para nosotros. Este último sentido de justicia, tal vez el más importante para conseguir realmente la justicia en el mundo, posiblemente necesita del estímulo de la comunicación de valores que no todas las sociedades fomentan por igual. Aunque queda mucho trabajo por hacer para averiguar cuáles son esos valores y si otros factores sociales podrían explicar la aparición de la aversión por la injusticia ventajosa, quedan pocas dudas de que la justicia debe ir de la mano de la educación probablemente desde la infancia.
Referencia: Blake, P. R. et al. Nature http://dx.doi.org/10.1038/nature15703 (2015).
Obras de divulgación de Jorge Laborda
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