El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
Los seres humanos normales suelen haber elegido colores favoritos, platos favoritos, perfumes favoritos o incluso videojuegos favoritos. En contraste con estos mundanos favoritismos, los científicos podemos tener otras inclinaciones mucho menos frecuentes entre la población general. Algunos pueden haber elegido moléculas favoritas, fuerzas elementales favoritas, teoremas favoritos, y también, como es mi caso, células favoritas. Mi célula favorita no es una neurona, ni siquiera un linfocito, como tal vez algunos de mis sufridos estudiantes de Inmunología puedan suponer. No. Mi célula favorita es el adipocito, esa célula aparentemente anodina y llena de grasa cuyo exceso tanto preocupa a una parte siempre creciente de la Humanidad.
La razón por la que el adipocito es mi célula favorita reside en que mis colegas y yo llevamos investigando sobre ella desde hace algunos años, aunque el hambre que se está haciendo pasar a la ciencia española, y no digamos a la castellano-manchega, amenaza con aplicarnos una cura de adelgazamiento definitiva para nuestra investigación. En todo caso, mis preferencias adipocíticas explican que hoy hable de estas células tan apasionantes, en particular porque se ha producido un sorprendente descubrimiento sobre su comportamiento que incrementa la importancia de las mismas para nuestra buena salud.
Y es que los adipocitos no se limitan almacenar grasa y a movilizarla cuando es necesario suministrarla a otras células del organismo para que generen energía metabólica con ella. Los adipocitos ejercen importantes funciones que afectan al buen equilibrio de nuestro organismo. Para empezar, son ellos los que detectan el estado nutricional del cuerpo y dan órdenes al cerebro para que este inicie o detenga el comportamiento de búsqueda e ingesta de alimentos. En el contexto de la piel, son los precursores de los adipocitos los que luego posibilitan el desarrollo de los folículos pilosos y, por consiguiente, el desarrollo del pelo. El bello oficio de la peluquería no existiría sin los adipocitos, quién lo hubiera sospechado. Los adipocitos de la piel también participan en la lucha que el sistema inmune contrapone a los microrganismos, ya que producen sustancias antimicrobianas que ayudan a su eliminación. Finalmente, los adipocitos también pueden participar en la progresión o no de ciertos tipos de cáncer.
El descubrimiento que se ha publicado recientemente sobre los adipocitos nada tiene que ver con estas funciones y, además, se ha producido de una forma inesperada, al estudiar el comportamiento de otras células en las larvas en desarrollo de la mosca de laboratorio, la famosa Drosophila melanogaster. Investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, estaban interesados en analizar los movimientos de ciertas células de la larva de la mosca en desarrollo, llamadas hemocitos. Estas células forman parte del sistema inmune primitivo de la mosca y acuden a las heridas si se produce una para ayudar a su cicatrización. Los investigadores se propusieron analizar el comportamiento de estas células en larvas de moscas a las que habían causado pequeñas heridas superficiales.
Movimientos insospechados
Los científicos realizaron grabaciones en video de los movimientos de estas células utilizando un microscopio. Mientras realizaban estas grabaciones, observaron que, de vez en cuando, grandes células atravesaban el campo de visión. Los científicos desconocían qué clase de células eran, pero investigaciones subsiguientes demostraron que se trataba de las llamadas células de cuerpo graso, las cuales son equivalentes en los insectos a los adipocitos en los vertebrados. Era una sorpresa mayúscula porque hasta ese momento se había supuesto que los adipocitos eran células incapaces de moverse por el cuerpo.
Mosqueados, los científicos abandonaron la investigación de los aburridos hemocitos y se dedicaron a estudiar a las células de cuerpo graso. Descubrieron así que estas células acuden rápidamente a las heridas cuando se produce una. La manera en la que acuden parece ser gracias a una nueva e inusual forma de locomoción celular muy recientemente descrita por otros investigadores. Las células de cuerpo graso desarrollan movimientos peristálticos que las impulsan a través de los líquidos corporales en las que están inmersas. Ya ve, no solo los adipocitos, al menos los de la mosca, se mueven de forma insospechada, sino que encima lo hacen con clase.
Una vez en la herida, las células de cuerpo graso desempeñan importantísimas funciones que ayudan a su cicatrización. En primer lugar, ayudan a cerrar la abertura formada en la barrera epitelial. Además, apartan los restos de células muertas hacia la periferia de la herida, ayudando así a las células del sistema inmune a eliminarlos. Por último, generan sustancias antimicrobianas que atacan a los microrganismos e impiden que estos puedan causar una grave infección.
Por el momento, se desconoce si los adipocitos de los vertebrados y mamíferos pueden también moverse y acudir a las heridas. Estos estudios, sin duda, van a incentivar la investigación sobre este aspecto, y tal vez conduzcan a mejorar el proceso de cicatrización en aquellos casos en los que puede resultar crítico que este se produzca correcta y rápidamente.
Una conocida Jota aragonesa reza: “El amigo verdadero, ha de ser como la sangre, ha de acudir a la herida sin tener que ir a buscarle”. Parece ser que los adipocitos, al menos los de los insectos, son unos de esos pocos amigos verdaderos que aún quedan en el mundo. Una razón más para que estas fascinantes células sigan siendo mis células favoritas, ahora más que nunca.
Referencia:
Franz et al., Fat Body Cells Are Motile and Actively Migrate to Wounds to Drive Repair and Prevent Infection, Developmental Cell (2018), https://doi.org/10.1016/j.devcel.2018.01.026
Más información en el Blog de Jorge Laborda
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