El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.
El problema del calentamiento y contaminación globales, como, por ejemplo, los plásticos desechados como basura que anegan los océanos, puede hacernos creer que la contaminación y el clima son los únicos factores que están afectando a los seres vivos que, por el momento, aún habitan el planeta. No es así. La mera presencia humana, incluso respetuosa con el medio ambiente, resulta ya un factor de máxima importancia en la evolución de la vida sobre la Tierra.
Hace más de medio siglo, algunos estudios ya indicaban que los animales salvajes perciben al ser humano como un superpredador, es decir, como el predador más peligroso y poderoso. Si toparse con un ser humano es percibido como un serio riesgo para la vida, los animales tienden, obviamente, a evitarlo.
Una forma de evitar o, al menos, minimizar ese riesgo es abandonar los lugares de residencia habitual e intentar encontrar otros más alejados de los seres humanos. Otra forma de intentar disminuir el riesgo de encontrarse con los humanos es evitar las horas del día en las que estos son más activos. Puesto que, en ausencia de discotecas, salas de fiesta y Ferias varias, los humanos son animales diurnos, esto forzaría a muchos animales diurnos a convertirse en nocturnos. ¿Disponemos de evidencia para poder afirmar con seguridad que esto está sucediendo?
Investigadores de las Universidades de California y de Boise, en los EE.UU., realizan este metaanálisis con los datos obtenidos en 72 estudios de 62 especies en todos los continentes, menos la Antártida.
Esta comparación permitió averiguar que los animales incrementan su nocturnidad por un factor de 1,36, sin que importe la clase de animal de qué se trate ni el continente donde se haya llevado a cabo el estudio. Los animales más grandes aumentaron la nocturnidad de manera más importante que los animales pequeños. Los científicos desconocen la razón, pero probablemente esta sea que estos animales son convertidos en trofeos de caza con mayor frecuencia, o bien que la probabilidad de que los humanos los busquen, incluso solo para fotografiarlos, es mayor.
El importante incremento de la vida nocturna de animales que son normalmente diurnos no es una mera anécdota. Puede generar serias consecuencias para la supervivencia de las especies, incluso para aquellas que no son cazadas activamente. Al contrario, algunas presas normalmente diurnas pueden ser más susceptibles de ser cazadas por predadores nocturnos si aumentan su actividad de búsqueda de alimento por la noche.
Otro factor a tener en cuenta es que algunas especies toleran mejor a los humanos que otras y no modifican sus hábitos por la presencia de estos. Estas especies pueden verse favorecidas por el cambio en el comportamiento de otras especies competidoras que toleran menos bien a los humanos que ellas y aumentan su actividad nocturna para evitarlos.
En conclusión, los humanos nos hemos convertido, presuntamente, en una peste para el resto de los animales de la Naturaleza y estamos afectando al comportamiento de numerosas especies en todos los continentes. El problema es de tal magnitud que, en mi humilde opinión, no estamos lejos de convertirnos en una peste para nosotros mismos y, de no tomar medidas para controlar el empleo de los recursos del planeta, podemos poner el peligro tal vez nuestra propia supervivencia.
Referencia:
Kaitlyn M. Gaynor et al. The influence of human disturbance on wildlife nocturnality. Science. 15 JUNE 2018 • VOL 360 ISSUE 6394, pp 1232.
Más información en el Blog de Jorge Laborda.
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